“Muchas cosas se requieren para cumplir con la obligación del oficio de cura de almas, si miramos a la dignidad sacerdotal que le es aneja, conviene tener ferviente y eficaz oración y también santidad…”
( San Juan de Ávila. Tratado del sacerdocio)
P.- Cuéntanos tu infancia: dónde naciste, tu familia, tus estudios…
R.- Nací en el seno en una familia de pasteleros, de Miguelturra. Podríamos decir que desde pequeño crecí entre los dulces sabores de los pasteles y tartas de mis padres (algunos dicen en mi pueblo que por eso tengo la altura que tengo, je je je).
Desde pequeño asistí al colegio que las Madres Mercedarias tienen en Miguelturra, un colegio pequeño que tal vez no poseía los últimos medios técnicos en educación, pero fue una pequeña familia para mí.
P.- Seguramente tendrás recuerdos de tu espiritualidad cuando eras niño y joven.
R.- Sí, alguno hay.
Recuerdo que, de pequeño, fue mi abuela la que me enseñó a rezar y me contaba historias sobre la Virgen María. Cosas que de pequeño te parecían increíbles: apariciones a pastores, curaciones milagrosas… De niño hasta la religión parecía un cuento maravilloso e ilusionante.
La verdad es que viví siempre mi vida con fe. Las tradiciones de mi pueblo, las catequesis… Ser cristiano y tener cercano a Dios me parecía de lo más natural.
P.- ¿Cómo surge tu vocación sacerdotal?
R.- Aunque yo era feliz en mi pueblo, desde la niñez siempre he buscado algo más; el ambiente religioso de mi familia, las catequesis, fueron propiciando que muy pronto se me pasara por la cabeza el ir al Seminario y ser sacerdote.
También es verdad que con 12 años no tenía mucha idea de lo que era de verdad ser sacerdote.
Pero el caso es que yo buscaba algo distinto a lo que tenía en mi pueblo, y fue mi fe profunda la que me abrió las puertas a lo que sería la mayor aventura de mi vida: mi vocación.
Mis padres no me dejaron ir al Seminario para comenzar la ESO, pensaban que era muy pequeño, me dieron dos años de plazo para ver si se me pasaba la “tontería”; pero a los dos años volví a insistir y ya no tuvieron más remedio que dejarme marchar.
P.- ¿Qué cosas recuerdas de tu formación y vida en el Seminario?
R.- Uf, pues bastantes cosas. Han sido 11 años de estancia entre sus muros y todo ese tiempo ha dado para mucho.
Lo principal que le debo al Seminario fue poder permitirme el descubrir lo que Dios quería para mí.
El Seminario Menor colmó esa búsqueda que tenía. Podría decir que fui muy feliz.
Nos daba tiempo a hacer de todo: estudiar mucho, rezar, hacer deporte, pasear, ver cine, hacer muchas actividades de tiempo libre como pintar, cantar… Era como estar en una ciudad en pocos metros cuadrados.
Y sobre todo, lo mejor era el ambiente de amistad que se respiraba. Allí hice muy buenos amigos, algunos incluso casi como hermanos.
El Seminario Mayor fue el descubrimiento profundo de mi vocación y de una relación muy profunda con el Señor: el estudio de la filosofía y de la teología, el rezo de la Liturgia de las Horas, la pastoral.
Fue ahí donde fui entendiendo en lo que consistía ser sacerdote de Jesucristo en medio de su pueblo, de la Iglesia. Y descubrir eso me entusiasmó aún mucho más.
P.- ¿Qué esperas de nuestro pueblo y parroquia?
R.- Pues lo mismo que esperaba de los otros lugares en los que he estado: que me ayudéis a encontrar a Dios en vosotros, en vuestras familias, en vuestras casas, en vuestras vidas:
Que me ayudéis a ser un buen pastor a la manera de Jesucristo.
También os pido que perdonéis mis fallos y la inexperiencia de la juventud.
P.- ¿Qué sentiste cuando te dijo el Obispo que venías a Almodóvar, a la ciudad de S. Juan de Ávila?
R.- Me sorprendí bastante porque hace muy poco yo venía de vez en cuando como seminarista con vuestro anterior sacerdote, Ángel Maroto.
Nunca pensé que pudiera venir a tan santo pueblo.
Me alegré mucho porque no todo el mundo tiene la suerte de ser sacerdote en el templo en el que fueron bautizados san Juan de Ávila y san Juan Bautista de la Concepción.
P.- ¿Cómo ves el mundo hoy, especialmente el mundo de los jóvenes?
R.- Lo veo prometedor. A mí no me gusta ser un catastrofista que lo ve todo negro.
En nuestros jóvenes hay muchas cualidades que pueden hacer que este mundo sea mejor.
Pero sería ingenuo si ignorara los riesgos por los que pasan.
Si el joven actual, inmerso en una infinidad de posibilidades técnicas, no tiene claro cómo orientar su vida desde valores profundos que le den sentido, al final no tendrá un norte y no sabrá hacia dónde conducir su nave.
P.- ¿Cómo ves la relación de los jóvenes con la Iglesia?
R.- Me parece que el joven de hoy no tiene unos conocimientos claros sobre lo que supone ser creyente y vivir la vida de fe en comunidad, en la Iglesia.
Tal vez una de las razones por las que nuestros jóvenes no practican su fe sea ese desconocimiento y el pensar en la religión como lo hace un niño que se prepara para la primera Comunión.
El joven de hoy debe ser capaz de plantearse preguntas profundas sobre el sentido de su vida; ahí es donde la fe cristiana puede dar una respuesta interesante que llame la atención de la juventud.
P.- Dinos la pregunta que esperabas y no te hemos hecho?
R.- Tal vez una pregunta que muchos me han formulado y que vosotros no hacéis sea la de cómo voy a compaginar Almodóvar, Puertollano y las clases de Calzada.
Así a simple vista puede parecer una locura. Pero ciertamente creo que la solución a todo es un buen horario y la comprensión de mis compañeros, tanto aquí en Almodóvar, como en Puertollano, como en el Instituto de Calzada de Calatrava.
Es una aventura apasionante que si no fuera porque todo depende de Jesucristo, los temores habrían impedido afrontar el reto que la Iglesia me planteó hace unos meses.
Agradecemos estas primeras impresiones de nuestro querido sacerdote D. Oscar.
Esperamos que, como él bien dice, con la gracia de Dios, la ayuda de nuestros Patronos y nuestra acogida y colaboración, sean para él años de robustecimiento espiritual en su sacerdocio.