Según el modo de pensar, así será nuestra actuación y nuestra conducta. Los pensamientos tienen un poder en nuestra forma de actuar, en los objetivos y planes que nos trazamos en nuestra existencia. Mediante el gran regalo del pensamiento y la imaginación podemos construir deseos, sueños y proyectos bellos.
Por otra parte, si nos vemos mentalmente como fracasados, como personas infelices, lo más probable es que esta visualización se cumpla.
De la misma forma, los medios de comunicación, el ambiente, la cultura en que vivimos puede transformar nuestra mente y hacernos esclavos de lo que «se dice y se piensa» y no ser nosotros mismos. La mente domina al cerebro y el cerebro domina el cuerpo.
En la epístola de san Pablo a los Romanos cap.12,1 dice:
«Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto».
Es muy importante mantenerse mentalmente sano, y ello se logra no solamente con pensamientos positivos, sino más bien, bañando, empapando la mente con pensamientos de Dios.
Hay que pensar como Dios. Es lo que dice San Pablo: «transformaos por la renovación de la mente».
Se han hecho muchos trasplantes de órganos, pero todavía ninguno de cerebro. Pues un trasplante de cerebro es lo que Jesús y San Pablo quieren de nosotros.
¿Somos capaces de pensar como Dios? Nos parece muy difícil, pero es muy sencillo. No entendemos, porque Dios piensa siempre en clave de amor, nosotros en clave de poder y egoísmo.
El Adviento es un tiempo fuerte pensado por la Iglesia para Ilustra que «pensemos». Mediante la lectura de la Palabra de Dios, el saborearla mentalmente y asimilarla, nuestra mente cambia y de ahí nuestros actos serán diferentes.
La Encarnación de Dios en las entrañas de la Virgen se puede de modo semejante realizar en aquel que piensa, medita, asimila la Palabra de Dios y saborea los sacramentos de la Eucaristía y penitencia.
Cada día es necesario emplear unos buenos momentos para el silencio, le lectura de la Biblia, que transformarán nuestra mente.
De ahí nacerán unos actos divinos y harán que en nuestra vida, el amor, la caridad, el compartir, el perdón, la alegría… de la Navidad se hagan realidad en nosotros y la podamos contagiar a los demás.