El día 1º de Diciembre empieza el tiempo del Adviento. Para un buen creyente es uno de los “tiempos fuertes” de su vida espiritual.
“El reino de Dios está cerca”. La Buena Noticia que anunciaba Jesús era ésta. Dios está cerca, junto a nosotros. El Señor viene y llama la puerta de nuestra vida. Cada día y cada Adviento ésta es la gran noticia, siempre nueva, para nosotros.
Podría suceder que celebráramos la Navidad y que Dios no entrara en la casa de nuestros corazones. Podría acontecer, como en Belén, donde no hubo “posada” para Dios que se hacía uno más entre los hombres.
¿Impedimentos posibles que nos cierran al Señor, que viene, y que nos paralizan para salir a su encuentro?
– Muchos. Enumeremos algunos:
1.- La extroversión:
Hay tantas cosas que hacer…, a son tantas las cosas que roban la atención, que no queda tiempo para entrar en el silencio interior de uno mismo.
En lugar de saborear y concentrar la esencia de nuestro espíritu, se nos derrama el aroma personal en miles de cosas.
Jesucristo entró un día en casa de Marta y Maria, hermanas de Lázaro. Marta estaba tan inquieta y nerviosa que vio la presencia de Dios en su casa, pero no “entraba en su casa interior”.
Nosotros trabajamos mucho, corremos mucho, atendemos a muchas cosas; pero, en vez de enriquecernos, el trabajo nos vacía; y así, en vez de transmitir paz, irradiamos nervios; en vez de crear obras de arte, fabricamos chapuzas.
Prevalece en este mundo nuestro la dispersión distraída sobre la concentración atenta; hay más ruido que escucha íntima; hay más tener, ambicionar, el vértigo de comprar que el gozo de ser uno mismo y la paz interior. En una casa así de enloquecida no hay lugar para el Dios que viene, cuyo nombre es “Príncipe de la Paz”.
2.- La adoración de las cosas:
Nuestros niños y niñas, los jóvenes y también los mayores vivimos en un ambiente de comprar y comprar. Tener cosas. ¡Qué gran negocio el de la Navidad!
Y a base de tener, se apaga el ser, los sentimientos, la ternura, el amor, la caridad.
Cuánta gente piensa que tiene muchas cosas, que es un gran señor con cosas. Cuando en realidad es al revés, las cosas se han enseñoreado de su corazón, se ha hecho esclavo del comprar y consumir.
Cuando se vive en la estructura del tener, hasta la personas se convierten en objetos. Las relaciones no son humanas, ni personales, son relaciones cosificadas: me das, te doy; no me das, no te doy; me relaciono contigo por lo que ob-tengo, no por lo que eres y por quien eres.
Un adviento interesante sería cambiar el corazón de piedra por un corazón de carne, como dice la Biblia.
Cambiar el corazón cosificado por un corazón tuificado, donde lo importante es la otra persona, el tú del esposo/a, del amigo, del “adversario”, del menesteroso.
En un ambiente cosificado, nos rozamos con la gente a nivel de piel, de epidermis, pero no de alma.
No hay, incluso, tiempo para hablar y mirarse de corazón a corazón.
Y desde esa experiencia profunda, desde ese amar por nada, se entra fácilmente en la dimensión del Amor divino, de Dios, que no tiene cosas, sino que ES el AMOR incondicional y absoluto. Dios es el gran tesoro escondido en el fondo de nuestra alma, y quien lo encuentra, vende todo por comprarlo.
3.- ¿Cómo encontrar el reino de Dios que viene?
Encontrar el reino de Dios es lo más fácil del mundo, pero también lo más difícil.
Es fácil, porque el reino está dentro de ti mismo, como dice Jesús (Luc. 17,20) Y es difícil, porque si deseas poseer el reino, no puedes poseer nada más. Con razón divina decía Jesucristo: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Luc. 16,13).
¿Seremos capaces de pacificar nuestra vida para preparar los caminos del Señor?
¿Nos purificaremos y no nos dejaremos contagiar por el ansia de tener?
¿Haremos la conversión del corazón: llenarlo de personas en vez de cosas?
¿Habrá un hueco total en el fondo de nuestro ser para Dios que quiere colmarnos de la ALEGRIA y del GOZO del banquete de su reino, mesa redonda donde todos caben y donde todos reparten?
Dentro del ambiente litúrgico del Adviento, la Iglesia celebra la Fiesta de María, Inmaculada en su Concepción El día 8 de Diciembre.
Contemplar a María llena de Dios, es un modelo de cómo esperar al Señor y es también nuestro gran modelo de vida de oración, vigilante, atenta a las llamadas de Dios.
María nos puede llevar, como buena Madre, de la mano al encuentro del Señor.
En los tiempos actuales, una de las virtudes que podríamos pedir y desarrollar un poco más casi todos podría ser el humor.
El Obispo Damián Iguacen escribió, a este propósito, la siguiente invocación:
Santa María del Buen Humor, ruega por nosotros
“Oh, Jesús, sabiduría eterna, ahora te contemplo niño juguetón en el regazo de la Virgen Madre y vengo a pedirte sabiduría y buen humor. Necesito humor para seguirte, Señor, para creer en la Bienaventuranzas, para amar y perdonar a todos. El mal humor no es buen conductor de la Buena Noticia.
Dame sentido del humor, compañero inseparable del amor cristiano, señal de madurez espiritual. Dame sentido de la proporción, lucidez para jerarquizar los valores. No me importa hacer el ridículo ante la gente; me importa no hacer el ridículo ante Ti que has puesto al revés los valores del mundo.
Quiero distender, relativizar, desdramatizar. Tomaré en serio y responsablemente las cosas, pero no quiero confundir seriedad con tristeza, acritud o mal humor.
Que no me roben la alegría los desengaños, frustraciones o desencantos ni el fastidio de la vida. Que los golpes que recibo no me dejen amargado ni resentido.
Santa María del Buen Humor: muéstranos a Jesús, sabiduría eterna, Niño juguetón, razón y causa de nuestro Buen Humor cristiano.
Ruega por nosotros, tantas veces pecadores tristes y malhumorados, para que seamos dignos de alcanzar y gozar del inalterable buen humor aquí en la tierra y de las alegrías eternas en el cielo.”