«Los padres de hoy somos muy, pero que muy blanditos»
En primer lugar, enhorabuena por ser reconocida como Autora del Año de la Editorial San Pablo, por su libro «Papas Blandiblup».
¿A qué cree que ha obedecido el éxito de esta obra?
Creo que la clave ha estado en el título, simpático y fácil de recordar, y en el tono amable y testimonial con que se aborda un tema, el de la educación, que tanto nos preocupa.
¿Somos los padres de esta generación blanditos? ¿Sabemos educar a nuestros hijos? ¿Existe un manual para lograr el hijo o hija ideal?
Sí, somos muy, pero que muy blanditos. Cedemos a sus caprichos. Sentimos pena por ellos, nos angustia que les ocurra algo y queremos protegerlos a toda costa, aunque eso implique negarles las herramientas básicas para aprender a ser autónomos, saber afrontar las dificultades y madurar. Pero eso no significa que todo lo hagamos mal. Nos esforzamos por educar a nuestros hijos lo mejor que sabemos. Aunque, eso sí, hay que ser conscientes de que no existen manuales ni recetas para educar a los hijos.
Según su criterio, ¿en qué fallamos los padres? ¿Cuál es nuestro talón de Aquiles?
Básicamente no queremos que nuestros hijos sufran. Y creemos que podemos evitarlo asumiendo todas sus peticiones y deseos como si fueran una ley inquebrantable. Y como contrapunto, nosotros nos cuestionamos permanentemente como padres: Si le habré gritado demasiado o lo estaré traumatizando por hacerle comer espinacas.
Usted ha publicado en una editorial cristiana, y además es redactora jefe de «21, la revista cristiana de hoy», ¿tiene una opinión fundada sobre cómo educan los padres cristianos a sus hijos?
Creo que en estos momentos es prácticamente imposible distinguir a los padres cristianos de los que no lo son.
No ya porque estemos delegando la formación propiamente religiosa, sino porque el modelo de comportamiento que les transmitimos con nuestro ejemplo, salvo excepciones, no difiere del resto: somos consumistas e individualistas. Les invitamos a elegir profesiones que den dinero y a mirar para otro lado frente al sufrimiento. Y ya se sabe que por sus obras los conoceréis.
Hablemos de su nuevo libro «Morir nos sienta fatal», que acaba de salir al mercado literario. ¿No es arriesgado hablar de la muerte en una sociedad en la que se intenta mirar para otro lado y vivir como si fuéramos todos inmortales?
Precisamente por eso me parecía especialmente necesario abordar este tema. Invitar a los lectores a reflexionar sobre la única certeza que tenemos en la vida: que todos nos vamos a morir. Y, por extensión, sobre la necesidad de vivir una vida plena para llegar bien pertrechados al momento de la despedida…
Una cosa es cierta, desde el momento en que nacemos, lo seguro es que vamos a morir. ¿Por qué entonces no tratamos de vivir dándole un sentido a nuestra vida? Eso es precisamente lo que propone este libro: nos invita a parar, evaluar, reflexionar y, si es necesario, dar un cambio de rumbo, provocar un terremoto vital que devuelva el sentido a nuestras vidas, que nos recuerde que se trata de vivir «para«, de compartir «con«, de pensar «en«, de sacrificarse «por«. Porque al final no somos títulos, cargos o cuentas bancarias. Somos quienes hemos sido para otros. El amor que hemos puesto en la gente y en las cosas. Eso es lo que quedará de nosotros.
¿Qué ha aprendido al escribir este libro?
He aprendido mucho. Me ha servido para recolocar muchos aspectos de mi vida. Para dar gracias por todas las personas maravillosas que me acompañan en el camino y las cosas buenas que me ocurren. Para recordar que esas personas un día no estarán con nosotros y conviene decirles ahora lo mucho que las queremos y perdonar esos pequeños defectos que a veces nos exasperan tanto y en realidad tienen muy poca importancia. Y para saludar cada nuevo día con una sonrisa.
( De la Rvta. «Cooperador Paulino» enero-marzo 2012)