Una de las razones por las que yo entré en el Carmelo es por la devoción que tienen los Carmelitas a la Virgen. Esta experiencia mariana ha ido creciendo en mí más y más al contacto con la herencia de la Orden.
En este artículo voy a recordar algunos textos y acontecimientos de esta tradición mariana.
Una semilla:
La capilla que dedicaron los primeros Carmelitas en honor de la Virgen María. Estamos hablando de finales del siglo XII y principios del XIII. Era un signo cargado de significado.
Los Carmelitas querían expresar que la Virgen era la Señora del lugar, a quien dedicaban todos sus pensamientos y afectos. No era únicamente edificar un edificio, la cosa iba más allá. Era una forma de expresar que los Carmelitas querían acoger a María en su casa, como había expresado san Juan en su Evangelio. «El discípulo la recibió en su casa» (Jn 19,27).
Esta experiencia se transmitió a las distintas generaciones de Carmelitas regados por distintos puntos geográficos.
El cariño y la ternura a la Madre del Señor se va a convertir en un sello que el Espíritu ha dejado en todos los que han vestido el hábito del Carmen, bien sean frailes, monjas o laicos que viven en el mundo.
Este don de Dios se ha hecho poesía, canción y cultura. Hay muchos textos a través de ocho siglos que han nacido del amor entrañable de los Carmelitas a la Virgen. Voy a reproducir algunos.
En primer lugar está el «Flos Carmeli» que es una canción que saben todos los Carmelitas, no importa la lengua o la cultura. Se canta en latín y en reuniones internacionales se tiene una experiencia de unidad y de sentimiento mariano.
Dice así:
“Blanca flor del Carmelo,
vid en racimo,
celeste claridad,
puro prodigio
al ser a una,
Madre de Dios y Virgen:
¡Virgen fecunda!
Vástago de Jesé,
vara profética
que el Hijo del Altísimo
das en cosecha;
Madre, consiente
que vivamos contigo
ahora y siempre.
Señora, desde siempre
los carmelitas
nos tenemos por hijos
de tu familia,
y confiamos
que un día nos acojas
en tu regazo”.
El padre Miguel de San Agustín en el año 1671 expresó de esta forma la tradición mariana de la Familia del Carmelo:
«Pon tu persona entera en manos de María. Acércate a ella como a la maestra más sabia, como a la virgen más prudente.
En una palabra, pórtate con ella como corresponde a un hijo que se precie, y comprobarás por experiencia que ella es la madre del amor puro y de la esperanza santa, que te colmará de toda gracia de camino y de verdad y te alumbrará con toda esperanza de vida y de virtud».
El Magisterio de la Iglesia es muy rico a la hora de alentarnos en seguir los pasos de Jesucristo de mano de la Virgen María.
Los Papas han aprovechado el encuentro con los Carmelitas para iluminar la vocación al Carmelo y más en concreto la devoción mariana de la Orden. Hay un texto de Pablo VI en el que pide que la Virgen nos ayude en los caminos de la vida. Es bello y dice así»:
«Que la Virgen Santísima os afiance en vuestra vocación carmelitana. Que ella os conserve el gusto por las cosas espirituales, que ella os alcance los carismas de las santas y difíciles escaladas hacia el conocimiento de lo divino y hacia las inefables experiencias de sus noches oscuras y de sus días luminosos. Que ella meta en vuestra alma aspiraciones de santidad y de testimonio del reino de los cielos. Que ella os haga ejemplares y fraternos en la Iglesia de Dios.
Que ella, por último, os introduzca algún día en la posesión de Cristo, a quien habéis consagrado vuestra vida desde ahora, y en el goce de su gloria» (Pablo VI).