Estamos en el mes de Octubre, en este mes celebramos el DOMUND. Un día en el que recordamos a los misioneros de todo el mundo.
Hoy voy a responder a algunas preguntas como, qué es la misión.
La misión es anunciar el Evangelio de Jesús a quienes todavía no lo conocen o no lo viven. Es llevar la buena noticia de que Dios nos ama y está junto a nosotros y que nos espera la tarea de continuar la construcción de un Reino donde Él reinará y todos seremos hermanos y hermanas.
Cristo es vida, Misión es vivir a Cristo.
Misión es salir de nosotros y compartir nuestra vivencia de Cristo que nos envía: «Id y predicad el Evangelio» (Mc 16,15).
Es salir de uno mismo, de nuestras limitaciones, de nuestro círculo familiar, social o parroquial, de nuestra ciudad o país.
Nuestra misión es en realidad anunciar desde y con la vida, nuestra experiencia personal de Jesús y compartir o contagiar lo vivido.
Misión es mostrar a Jesús a quien no lo conoce.
La misión ha sido mal interpretada como enseñar teoría o datos históricos de Jesús. Misión es sentirse responsable de todo aquel que no ha recibido la buena nueva del Evangelio: Dios nos ama.
El Señor encargó esta misión a todos los suyos, fue un encargo a toda la Iglesia, que es su mismo cuerpo y que tiene que prolongar por el mundo su misma vida.
El bautismo hace de cada cristiano un misionero, un enviado, un responsable de la salvación de toda la humanidad.
El misionero es aquel que siente y vive el amor de Dios y por lo tanto comparte ese amor con los demás.
Todos somos misioneros, lo que cambia es el lugar donde anunciamos a Cristo: algunos en su propio país y otros fuera de su país.
Los misioneros:
*son los dispuestos a ir hasta los confines de la tierra para anunciar la buena nueva del Reino y ayudar a los que viven y sufren la injusticia del pecado (personal y social).
*Son los valientes del Evangelio que le dicen sí a Jesús y se dan a sus hermanos.
Si somos auténticos cristianos, tenemos que ser todos misioneros.
Los misioneros son «los pies de la iglesia»; no por estar abajo, sino por llevarla a todos lados.
Hay que anunciar el evangelio con mucha convicción y con mucho entusiasmo.
Porque no anunciamos cualquier cosa: anunciamos la salvación, la vida plena del hombre aquí y para la otra vida.
La convicción y el amor, eso sí, nacen en el corazón que vive el evangelio, que vive a Jesucristo.
Es esa convicción la que nos ayuda a superar la tentación de la nostalgia por lo que se ha dejado atrás, la tentación de vivir en el simple lamento y la dura condena de todo y de todos, la tentación del cansancio y del desánimo porque los empeños apostólicos no parecen ofrecer ningún fruto.
Porque Dios no defrauda nunca. Él siempre recompensa muy generosamente todos nuestros esfuerzos:
Sin miedo: él estará con nosotros y pondrá las palabras necesarias en nuestros labios. No estamos solos. El Espíritu Santo nos acompaña y nos da fuerza siempre.
Con perseverancia: no tenemos que desanimarnos ante las dificultades y ante la falta de resultados inmediatos. Lo importante es sembrar, a otros les tocará recoger los frutos.
Con autoridad: Autoridad bien de autor, y esto quiere decir que tenemos que llevar el evangelio como Jesús lo hizo, hablando con autoridad, con nuestras propias vivencias, no sólo repitiendo lo que hemos aprendido y que no entendemos o vivimos.
Para ser misioneros necesitamos el poder de la Palabra de Dios, la fuerza del Espíritu de Dios y el compromiso sincero.
Si estás interesado en salir al mundo a anunciar el evangelio, ponte en contacto con el sacerdote o con algún grupo misionero, comunidad religiosa. La misión te espera. ¡Atrévete a vivir una vida fascinante con Jesús!
Desde la misión, con mucho cariño,