En el 450 aniversario de la Fundación de San José En agosto de 2011, empieza la conmemoración del 450 aniversario de la fundación del Monasterio de San José de Ávila, buen momento para reflexionar y revivir la experiencia teresiana. La ronca campana de San José nos convoca y nos evoca los ideales más genuinos de la Santa.
Recordar el acontecimiento:
Es bueno refrescar en nuestra mente el acontecimiento. Qué mejor que leer y releer de nuevo las palabras de la Santa en su bella narración en el libro de la Vida. Los capítulos 32 al 36 nos sitúan en el ambiente espiritual que está viviendo la autora. He aquí sus palabras:
«Todo concertado, fue el Señor servido que, día de san Bartolomé, tomaron hábito algunas, y se puso el Santísimo Sacramento, y con toda autoridad y fuerza quedó hecho nuestro monasterio del gloriosísimo padre nuestro san José, año de mil y quinientos y sesenta y dos. Estuve yo a darles el hábito y otras dos monjas de nuestra casa misma, que acertaron a estar fuera» (V36,5).
Los protagonistas:
El gran protagonista de la fundación de San José es el Señor. La lectura de los capítulos citados (Vida 32-36) señala con insistencia esta afirmación.
La Santa cuenta algunas visiones y revelaciones en las que se pone de relieve cómo Dios ha ido preparando los caminos. En primer término la interioridad de Teresa, vistiéndola y hermoseándola para que apareciera como una esposa de la que Dios estaba enamorado.
La Reforma Teresiana empieza con una labor de orfebrería en la vida de la Carmelita. Cristifica a Teresa, la llena de una «determinada determinación», una osadía y fortaleza que va a derrochar en su labor de Fundadora.
En segundo lugar, Dios ha ido moviendo a personas concretas que de distintas maneras han puesto su grano de arena en la fundación. Un grupo de discípulas que se entusiasman con el ideal teresiano, personas de una talla humana y espiritual considerable.
Cómo no recordar a tantos sacerdotes, religiosos de diversas congregaciones y seglares. Unos de una forma y otros de otra van a contribuir a que se lleve a cabo la fundación de San José.
Vayamos por pasos:
En primer lugar: algunas visiones que cambiaron el corazón de Santa Teresa. La Fundadora es transformada interiormente:
«Estando en estos días, el de nuestra Señora de la Asunción… Vínome un arrobamiento tan grande, que casi me sacó de mí…
Parecióme, estando así, que me veía vestir una ropa de mucha blancura y claridad. Y al principio no veía quién me la vestía; después vi a nuestra Señora hacia el lado derecho, y a mi padre san José al izquierdo, que me vestían aquella ropa.
Dióseme a entender que estaba ya limpia de mis pecados.
Acabada de vestir, y yo con grandísimo deleite y gloria, luego me pareció asirme de las manos nuestra Señora.
Díjome que la daba mucho contento en servir al glorioso san José, que creyese que lo que pretendía del monasterio se haría y en él se serviría mucho el Señor y ellos dos; que no temiese habría quiebra en esto jamás, aunque la obediencia que daba no fuese a mi gusto, porque ellos nos guardarían; y que ya su Hijo nos había prometido andar con nosotras, que para señal que sería esto verdad me daba aquella joya» (V 33,14).
En segundo lugar: Dios se vale de las personas para la fundación.
En el primer grupo de carmelitas descalzas encontramos personas de primera magnitud. Cómo no señalar a las cuatro primeras moradoras de San José de Ávila: Antonia de Henao, Úrsula de los Santos, María de Ávila y María de la Paz.
De ellas dice el P. Ribera, primer biógrafo de la Santa de Ávila:
«Y aunque andaba, mientras esto se hacía, con harto cuidado del edificio material de la casa, muy mayor le traía de buscar piedras vivas que fuesen cimiento conveniente al edificio espiritual que pretendía levantar; y así puso los ojos en cuatro doncellas pobres y huérfanas, pero grandes siervas de Dios».
¿Cómo celebrar este aniversario de la Fundación?
Después de proclamar el acontecimiento de la fundación y los protagonistas más significativos, señalamos algunas líneas doctrinales. Vamos a enumerar algunas consideraciones espirituales y prácticas. En definitiva son los valores más esenciales del teresianismo:
- Fomentar la lectura de Santa Teresa. En los escritos está su alma y su vida. Hay muchas personas, a través de la historia, que han nacido a la fe por el acercamiento a las páginas teresianas. Es cierto que el lenguaje de un clásico es duro y de difícil acceso, pero hoy tenemos al alcance de nuestra mano muchas publicaciones que nos pueden ayudar para entrar en contacto con el texto teresiano. En este sentido hoy estamos en condiciones muy favorables para hacernos amigos y lectores de Santa Teresa.
- La experiencia de la Humanidad de Cristo es la piedra fundamental del edificio teresiano. Teresa nos lleva de la mano al encuentro de la persona de Jesús. Sin esta fuente perecemos de sed en la aventura de la vida; sin esta experiencia todos los demás anhelos se quedan en la superficie. Hemos de tener en cuenta que el descubriendo de Jesucristo es lo más central del cristianismo, a esta fuente nos quiere acercar la Mística de Ávila. Desde aquí nos orienta para que no nos perdamos en esta peregrinación. Lo que no nace de este manantial, la Humanidad del Señor, no tiene futuro.
- «Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad, y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad. Es excelente manera de aprovechar y muy en breve» (V. 12,2).
- Sentir con la Iglesia de nuestro tiempo. La pasión de Teresa por la comunidad cristiana no está marcada por ningún ideal abstracto, sino por los problemas que estaba viviendo la Iglesia de aquel entonces. Sufre, llora y compromete su vida. La evangelización de América, la visita del franciscano Alonso Maldonado, la ruptura protestante, «que no vaya adelante tan grandísimo mal y desacatos como se hacen en los lugares adonde estaba este Santísimo Sacramento entre estos luteranos, deshechas las iglesias, perdidos tantos sacerdotes, quitados los sacramentos» (CV 35, 3).
Cómo no recordar el capítulo 3 del Camino de Perfección (Escorial) para dejarse contagiar del amor de la Santa de Ávila por los predicadores y teólogos.
Hoy sentimos la gran tentación de vivir el cristianismo sin iglesia: «Cristo sí, Iglesia no«. La gran lección de Teresa y el gran anhelo de su vida es: «al fin muero hija de la Iglesia«.
La integración en la comunidad eclesial hace que nuestro cristianismo no se convierta en una teoría personal y subjetiva: vivir el evangelio a mi manera.
La fundación de San José de Ávila, primer convento de las fundaciones de Santa Teresa, nos indica que el Carmelo Teresiano es una vocación a la oración. El ideal de vida consagrada y de vida cristiana que aparece en el Camino de Perfección y que se ha concretado en la fundación de San José de Ávila es la oración.
Este es carisma de la Santa. La oración y Teresa van juntas de la mano.
El diálogo con Dios es la suprema vocación del hombre, es el camino de la Iglesia que quiere recorrer en este tercer milenio. Por eso, la fundación de San José permanece como un icono vivo de la Santa y una forma concreta de todos sus ideales.
Qué intuición profética tuvo Juan Pablo II al proclamar la oración y Teresa como camino seguro para el tercer milenio:
La tradición mística de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, puede enseñar mucho a este respecto. Muestra cómo la oración puede avanzar, como verdadero y propio diálogo de amor, hasta hacer que la persona humana sea poseída totalmente por el divino Amado… Se trata de un camino sostenido enteramente por la gracia, el cual, sin embargo, requiere un intenso compromiso espiritual que encuentra también dolorosas purificaciones (la noche oscura), pero que llega, de tantas formas posibles, al indecible gozo vivido por los místicos como unión esponsal. ¿Cómo no recordar aquí, entre tantos testimonios espléndidos, la doctrina de san Juan de la Cruz y de santa Teresa de Jesús? (Juan Pablo II).
Acercarse al Monasterio de San José de Ávila es saborear el ideal más genuino de santa Teresa. Celebrar su aniversario es dar gracias a Dios por la genialidad del Espíritu en la persona de nuestra Santa.
Si repetimos, una vez más, tantos textos conocidos, es porque en la repetición se nos va pegando poco a poco el espíritu teresiano.