Haciendo un breve paréntesis por la historia de los grandes compositores, en este artículo os voy a redactar unos hechos que me han ocurrido en Cartagena para haceros ver la fuerza que ejerce la música en aquellas personas que viven y aman este arte tan bello.
Según Martín Lutero, la música gobierna el mundo y consuela al hombre en la aflicción; es hija del cielo y el más bello y glorioso don de Dios, incluida en las lista de las mejores bendiciones de Dios.
Es una disciplina, educadora y hace a las gentes más dulces, amables y razonables.
Una vez introducido el tema, os voy a contar la experiencia de tres amigos con la música, y que he tenido la suerte de presenciar, sufrir y vivir personalmente con ellos para poder comprobar la fuerza y el amor por la música.
Hace tres o cuatro meses, en uno de los coros que dirijo, le diagnosticaron a una de las componentes un cáncer de mama; como podréis imaginar, el impacto de la noticia en el grupo fue un golpe duro para todos.
Cuando llegó el momento de la operación, ella no tenía miedo a la operación, sentía el no poder actuar en un encuentro de corales que íbamos a celebrar a los 15 o 20 días de la operación.
Una vez operada, según me comentó Cecilia, la primera pregunta que le hizo al cirujano fue: ¿podré cantar con mis compañeros en Santa Cecilia?
Cuando llegó la hora del concierto, nadie esperábamos que estuviera con nosotros, pero allí estaba preparada para olvidar su enfermedad y hacer disfrutar a los asistente con su voz; le preparé un atril porque no podía sostener la carpeta, me dirigí al público asistente para que supieran el gesto que estaba realizando y escuchó la ovación más bonita y emotiva que va a recibir en su vida.
Os aseguro que el amor que tiene esta chica por la música es tan importante que los ensayos semanales hacen que sea (aparte del apoyo de familiares y amigos como es natural) la mejor terapia para superar esta enfermedad.
Otro relato que os puedo contar, es la historia de otro componente del grupo Coro y Rondalla «A son de mar» al que tengo el placer de dirigir.
Manuel es un hombre bueno, noble, militar retirado con una gran afición por el fútbol (fue árbitro de 2ª división).
Estando presente en uno de los conciertos, se entusiasmó tanto que quiso ingresar formando parte del grupo.
Siendo componente, me comentó que tenía un problema importante: necesitaba un trasplante de riñón urgentemente.
Un día de ensayo me dijo: «No sé que tiene la música, pero estoy deseando que llegue el martes para venir a ensayar y me gustaría que contaras conmigo para ensayar el miércoles en la Coral polifónica y el domingo en tu coro parroquial».
Antes de comenzar cualquier concierto, me gusta presentar al grupo y el repertorio que vamos a interpretar.
En aquél concierto, en la Iglesia de la Caridad (patrona de Cartagena), al igual que estoy haciendo en este artículo, creí conveniente hablar de la fuerza que podía ejercer la música en algunas personas, y puse el ejemplo de Manuel.
Aquel día pedí a todos los asistentes que pidiésemos a la Virgen de la Caridad un riñón para Manuel.
Al mes siguiente, Manuel recibió una llamada del hospital La Arritxaca de Murcia: tenían un riñón para él.
Estoy totalmente convencido que estas historias son auténticas bendiciones de Dios para que nosotros, sus hijos, tengamos plenitud de vida.
En el artículo siguiente os relataré otra historia con un final sorprendente.