Se puede decir que era un apasionado de la pasión del Señor, de la que escribió y predicó con originalidad y profundidad teológica.
Para nuestra reflexión y oración sirvan estos breves apuntes de su doctrina:
1.- En el Sermón 33, dedicado al Jueves Santo, tiene esta bella introducción dedicada al Jueves y Viernes santo:
«¡Qué caminos, qué sendas llevaste, Señor, desde que en este mundo entraste, tan llenos de luz, que dan sabiduría a los ignorantes y calor a los tibios! ¡Cuánta verdad dijiste!: Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. (Juan 9,5)
Luz fue tu nacimiento, luz tu circuncisión, tu huir a Egipto, tu desechar honras; y esta luz crece hasta hacer perfecto día. El día perfecto hoy es y mañana, en los cuales obras cosas tan admirables, que parezcan olvidar las pasadas; tan llenas de luz, que parezcan obscurecer las que son muy lucidas.
¡Qué denodado estáis hoy, Señor, para hacer hazañas nunca oídas ni vistas en el mundo, y nunca de nadie pensadas! ¿Quién vio, quién oyó que Dios se diese en manjar a los hombres y que el Criador sea manjar de su criatura? ¿Quién oyó que Dios se ofreciese a ser deshonrado y atormentado hasta morir por amor de los hombres, ofendedores de Él? Hazañas, Señor, en que das a entender tu amor, con que nos consuelas…
Estas, Señor, son invenciones de tu amor, que hacen día perfecto, pues no puede más subir el amor de lo que tú lo en- cumbraste hoy y mañana, dándote a comer hoy a los que con amor tienen hambre de ti, y mañana padeciendo hasta hartar la hambre de la malquerencia que tienen tus enemigos de te hacer mal.
Día perfecto en amor, día perfecto en padecer, y creciendo ha ido en lo uno y en lo otro, hasta el día de hoy y mañana; de manera que no hay más que subir al amor que adonde tú lo has subido. Los amó hasta el fin. Has amado a los tuyos hasta el fin del amor, pues amaste hasta donde nadie llegó ni pudo llegar.
Mas hace dificultad a esto que los justos crecen en gracia, crecen en amor, crecen en méritos; que un tiempo tienen amor imperfecto, y otro son que van aprovechando; mas nuestro Señor y grande amador, nunca fue principiante en el amor; porque desde que su ánima fue criada y unida al Verbo divino, le fue dada toda la gracia y amor que son posibles tener una criatura; y aquel amor nunca creció, porque no hubo donde pasase; como un calor de un fuego no hay donde pase, por estar allí en sumo grado.»
(San Juan de Ávila.- Sermón 33)
2.- Sobre la Eucaristía- tema central del Jueves Santo- tiene S. Juan de Ávila tratados muy entrañables, bellísimos y prácticos para la vida cristiana.
* La Eucaristía es pan que sacia y agua que calma nuestra sed de tantas cosas, que no terminan de satisfacernos y dejarnos pacificados:
«Y pues habéis visto que en Él, como en fuente están todos los bienes, y en Él el amor y corazón del Eterno Padre, corramos lo sedientos a las aguas, los pobres al rico, los descaminados a nuestro camino, los extranjeros a la casa de nuestro refugio. Aunque mucho nos cueste comer con limpieza de conciencia este santo bocado, sufrámoslo todo, pasémoslo todo; pues comiendo bien este celestial Pan que del cielo vino, Jesucristo nuestro Señor, nos convertiremos en Él, y por Él poseeremos por nuestro el corazón de su Eterno Padre, el cual no se contentará con coronar con corona de honra a su unigénito Hijo, mas hará que desde Él, que es cabeza nuestra, descienda la honra y gloria a sus miembros, que somos nosotros, y desde el cuello hasta la uña del más chico dedo, nos hermosea, nos cura, nos viste y nos mira como a cosa conjuntísima con su unigénito Hijo».
(San Juan de Ávila.- Sermón 34)
* En medio de una existencia amasada de tristezas y contratiempos; de pecados que entristecen nuestra alma, la Eucaristía es antídoto, mesa contra todas nuestras tribulaciones:
«Aparejásteme, Señor, mesa contra todos los que me atribulan…
Que no haya ya queja en ti ni mal, ni desmayo, ni miseria, que no sea bastante el pan de esta mesa que te aparejó Dios para te lo remediar. No puedes estar tan enfermo, que no vayas sano. No tienes tú tantos pecados, cuanto remedio hallarás en el cuerpo y sangre de Jesucristo.
Allí hallarás fuerza contra tus desmayos y perdón de tus pecados. Si fueras tentado, afligido, triste y desconsolado, allí hallarás medicina y verdadera salud de todos tus trabajos y enfermedades; finalmente, no habrá en ti tanto mal, cuanto bien hallarás…» (S. Juan de Ávila.- Sermón 39)
* Nuestra tarea cristiana es transformarnos en Cristo; lograr, con la gracia de Dios, ser luz brillante para este mundo y para los que nos traten; ser presencias de Cristo en medio de tantas oscuridades. Para ello, Cristo eucaristía es la gran fuerza transformadora:
«Toma el sacerdote el pan en las manos y dice las palabras de la consagración; acabadas de decir, ya no hay pan…se transmudó el pan en el cuerpo de Cristo…Cuando llegáis a comulgar, haced cuenta que vos sois el pan y que se ha de convertir en Jesucristo para que digáis con el apóstol San Pablo:
Vivo yo, ya no yo, vive Jesucristo en mí. Cuando me injurian, no me injurian a mí, que ya no hay yo, sino mi Señor Jesucristo vive en mí. ¡Oh dichosa tal vida y tal dádiva! Palabras, por cierto bien lejos de vosotros.
Pues si alguno quiere venir tras mí, niéguese a sí mismo.
Mientras no dijereis un no vuestro sí y un sí a vuestro no, no habéis pasado a Jesucristo…Habéis de pasar por el: Cristo viva en mí, ya no yo«.
(San Juan de Ávila.- Sermón 57)
* La gran felicidad de la persona es vivir en el amor, vivir enamorados de Dios y de las personas; esto nos hace ser bienaventurados ya en este mundo. La Eucaristía logra esta realidad:
«La cosa que a Dios más agrada es amor, y nuestra bienaventuranza está en juntarnos con Dios por amor; y este divinísimo Sacramento se llama Sacramento de amor y unión, porque por amor es dado, amor representa y amor obra en nuestras entrañas. De manera que, pues todo este negocio es amor, el Señor recibido es fuego, el que bien lo recibe también lleva fuego de amor… Lleguemos, pues, con firmeza de fe, con buena esperanza, con fuego de amor a este fuego inefable que aquí está encerrado, que sin falta acrecentará lo bueno que Él mismo nos dio y quemará lo que hallare extraño, dejándonos resplandecientes, limpios y santificados»
(S.Juan de Ávila Sermón 51)
3.- El Viernes Santo:
* La pasión de Cristo, según nuestro Santo, es para contemplarla y, con la fuerza de la gracia y de la mirada, transformar nuestra existencia:
«Viéndole (al Señor) vos con tantas deshonras que por vuestro amor pasó, se encenderá vuestro corazón a desechar de vos la afición de la honra; y su paciencia matará vuestra ira; y su hiel y vinagre será remedio contra vuestra gula; y verlo obediente a su Padre hasta muerte de cruz, domará vuestra cerviz, para obedecer a su santa voluntad, aun en lo muy trabajoso.
Y cuando miréis que el altísimo Dios… obedecía a los sayones…cuando le mandaban echar en la cruz y tender los brazos para ser clavados, daros ha gana, y con gemido de corazón, si algún sentimiento tenéis, de ser obediente…Y de esta forma morirá en vos la codicia, si miráis sus manos agujereadas, dando su sangre por el bien de los hombres»
(S. Juan de Ávila.- Audi Filia-cap. 77)
* Una idea muy original de S. Juan de Ávila: La pasión de Cristo es como «asar» a Cristo para que nos sepa mejor.
La vida de un cristiano es encontrar el gusto, el sabor de Cristo.
Dice el Salmo 33, 9: «Gustad y ved lo bueno que es el Señor«. La vida cristiana no es una obligación, sino un ser cautivado por el buen sabor de Cristo:
«Y porque te supiese mejor, fue Dios asado con tormentos; en fuego de amor en la cruz asan a Dios para que te sepa mejor a ti; porque tanto cuanto a Él más le atormentan, más descanso es para ti. Sabroso fuera Dios sin esto, mas para que te sepa a ti mejor, lo padece… ¿Cómo no hallas sabor en Dios, muerto por ti?…Algún mal humor debes tener en el estómago; púrgalo, échalo fuera…
Dios está clavado por ti, ¿y tú no lo deseas? ¿No hallas sabor en un Dios muerto por ti? Algún pecado hay en ti que lo estorba, búscale, échalo fuera, y toda esta semana haz buenas obras; confesaos, haced limosnas, desead a Dios, suspirad por Él de corazón».
(S. Juan de Ávila.- Sermón 2).
* Otro pensamiento muy original de nuestro santo patrono: La pasión como aroma.
Decía San Pablo en 2ª Cor. 15:
«Nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo»:
«Piensa, hermano, en la pasión de Jesucristo, y hallarás remedio para tu alma…
La memoria de Jesucristo se ha hecho una poma (incienso) de olores: bendita sea su misericordia.
¿No dicen los filósofos que con olores se podrá un hombre sustentar algún poco, prolongar la vida por un rato?
¡Oh qué poma tan preciosa y tan substancial el cuerpo de Jesucristo en la cruz! Huele, hermano, esta poma, piensa en la pasión sacratísima; refrescarse ha tu alma; sustentarse ha, recibirá nuevas fuerzas…
Y esta memoria se ha hecho más dulce que la miel en toda boca; no hay panal de miel tan dulce. El alma del cristiano recibe gran sabor en pensar en la pasión de Jesucristo.»
(S. Juan de Ávila.- Sermón 38)