El rostro de Dios
Sebastián Catalán2011-04-08T12:08:00+00:00
Confieso que nunca me he planteado cuál puede ser el rostro de Dios. Veo que es inabarcable, todo lo comprende y en todo lugar está presente; también en la pequeña parte de jardín que contemplo desde mi ventana, y en la inmensidad del universo, que puedo vislumbrar a través de la misma ventana si levanto mis ojos al cielo.
En los evangelios, el Padre se nos presenta a través de su voz en el Bautismo de Jesús y en la Transfiguración, donde confiesa que “Jesús es el Hijo amado”.
Muchas veces lo vemos en la pintura o escultura como un anciano de cara solemne y larga barba.
La vida y cada hombre y mujer, es un libro cuyas páginas se escriben a diario, a veces con las mismas rutinas día tras día, y otras en cambio con matices vivenciales más intensos y aleccionadores, donde también se escriben nuestras heridas y espinas, de tal manera que, a menudo, llenamos muchas páginas de ese libro únicamente con dolores, los que padecemos y aquellos que nos causan los demás porque, en realidad, siempre tenemos la sensación de que son los demás quienes actúan mal, no nosotros, algo que nos motiva siempre a escribir renglones llenos de lágrimas, de distancias y de enajenaciones, dando únicamente tinta al orgullo y al rencor en lugar de llenarlos de amor y calor humano con bellas experiencias.

