Nadie acepta no tener un remedio para cada uno de sus males; sean de la clase que sean, se exige un antídoto que arregle lo que uno mismo, otros, o el paso del tiempo, ha hecho que se estropee.
Les parece absurdo, y así lo comunican, que todavía en el Siglo XXI haya enfermedades de causa desconocida, de curso clínico confuso y de patología sin tratamiento curativo.
Si aquello que les aqueja no tiene hoy por hoy un fin positivo, o un medio que evite su evolución progresiva, preguntan ¿pero cómo puede ser que en estos tiempos en que se llega a la Luna, no exista algo que cure esta enfermedad? Y alguno se atreve a añadir: "Hay que estudiar más".
Y se queda tan tranquilo. No sabe lo que dice, o simplemente contesta desesperado por no encontrar una solución a su problema. Esa desesperación es obra del miedo del hombre actual a sufrir, a morir.
Y esos males sí tienen una etiología conocida: falta de Generosidad, de Conformismo, de Esperanza, y sobre todo, falta de FE en algo superior a ellos mismos.
Los humanos no quieren recordar que sólo tienen segura una cosa: La Muerte. Si lo recuerdan no quieren aceptarlo, y siempre tratan de culpar a cualquier circunstancia de su llegada, como si fuera necesaria la colaboración de alguien y no la del pecado de soberbia, ya desde El Paraíso. Y seguimos soberbios.
A veces, también tengo miedo a morir; entonces lo que me apena es no aceptar la muerte, es tenerle miedo.
En esos momentos, lo que me entristece es comprobar que mi FE está en baja.
El empeño por la supervivencia del cuerpo en la Tierra, es una batalla que tenemos perdida desde que nacemos, sin recordar que vinimos al mundo con la muerte sobre los hombros.
Si no queremos perder todo, tendremos que trabajar por salvar el Espíritu.