Iniciamos un nuevo curso escolar y de catequesis. A propósito de esto, nos viene bien a la Parroquia, catequistas y familias recordar algunas frases del Papa Juan Pablo II en su Encíclica sobre la catequesis:
“Luz” y “sal” en un mundo dificil
Vivimos en un mundo difícil donde la angustia de ver que las mejores realizaciones del hombre se le escapan y se vuelven contra él, crea un clima de incertidumbre.
Es en este mundo donde la catequesis debe ayudar a los cristianos a ser, para su gozo y para el servicio de todos, "luz" y "sal". Ello exige que la catequesis les dé firmeza en su propia identidad y que se sobreponga sin cesar a las vacilaciones, incertidumbres y desazones del ambiente (nº 56).
Se habla mucho, hace algunos años, de un mundo secularizado, de una era postcristiana. La moda pasa… pero permanece una realidad profunda. Los cristianos de hoy deben ser formados para vivir en un mundo que ampliamente ignora a Dios o que, en materia religiosa, en lugar de un diálogo exigente y fraterno, estimulante para todos, cae muy a menudo en un indiferentismo nivelador, cuando no se queda en una actitud menospreciativa de "suspicacia" en nombre de sus progresos…
Para "entrar" en este mundo, para ofrecer a todos un "diálogo de salvación" donde cada uno se siente respetado en su dignidad fundamental, la de buscador de Dios, tenemos necesidad de una catequesis que enseñe a los jóvenes y a los adultos de nuestras comunidades a permanecer lúcidos y coherentes en su fe, a afirmar serenamente su identidad cristiana y católica, a "ver lo invisible" y a adherirse de tal manera al absoluto de Dios que puedan dar testimonio de Él en una civilización materialista que lo niega.
Importancia de:
La Parroquia:
Aunque es verdad que se puede catequizar en todas partes, quiero subrayar -conforme al deseo de muchísimos Obispos- que la comunidad parroquial debe seguir siendo la animadora de la catequesis y su lugar privilegiado. Quiérase o no, la parroquia sigue siendo una referencia importante para el pueblo cristiano, incluso para los no practicantes.
El realismo y la cordura piden, pues, continuar dando a la parroquia, si es necesario, estructuras más adecuadas y sobre todo un nuevo impulso gracias a la integración creciente de miembros cualificados, responsables y generosos. (n.67)
Catequistas:
En nombre de toda la Iglesia quiero dar las gracias a vosotros, catequistas parroquiales, hombres y, en mayor número aún, mujeres, que en todo el mundo os habéis consagrado a la educación religiosa de numerosas generaciones de niños.
Vuestras actividad, con frecuencia humilde y oculta, más ejercida siempre con celo ardientes y generosos, en una forma eminente de apostolado seglar, particularmente importante, allí donde, por distintas razones, los niños y los jóvenes no reciben en sus hogares una formación religiosa conveniente. En efecto, ¿cuántos de nosotros hemos recibido de personas como vosotros las primeras nociones de catecismo y la preparación para el sacramentos de la reconciliación, para la primera comunión y para la confirmación? (n° 66)
La familia:
La acción catequética de la familia tiene un carácter peculiar y en cierto sentido insustituible…
Esta educación en la fe, impartida por los padres – que debe comenzar desde la más tierna edad de los niños- se realiza ya cuando los miembros de la familia se ayudan unos a otros a crecer en la fe por medio de sus testimonio de vida cristiana, a menudo silencioso, más perseverante a lo largo de una existencia cotidiana vivida según el Evangelio.
Será más señalada cuando, al ritmo de los acontecimientos familiares -tales como la recepción de los sacramentos, la celebración de grandes fiestas litúrgicas, el nacimiento de un hijo o la ocasión de un luto- se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos.
Pero es importante ir más allá: los padres cristianos han de esforzarse en seguir y reanudar en el ámbitó familiar la formación más metódica recibida en otro tiempo.
El hecho de que estas verdades sobre las principales cuestiones de la fe de la vida cristiana sean así transmitidas en un ambiente familiar impregnado de amor y respeto permitirá muchas veces que deje en los niños una huella de manera decisiva y para toda la vida. Los mismos padres aprovechen el esfuerzo que esto les impone, porque en un diálogo catequético de este tipo cada uno recibe y da.
La catequesis familiar precede, pues, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis.
Además, en los lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticaménte imposible una verdadera creencia religiosa, la iglesia doméstica es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una aúténtica catequesis.
Nunca se esforzarán bastante los padres cristianos por prepararse a este ministerio de catequistas de sus propios hijos y por ejercerlo con celo infatigable… (n°68)
El Espíritu Santo:
Ante todo está claro que la Iglesia, cuando ejerce su misión catequética -como también cada cristiano que la ejerce en la Iglesia y en nombre de la Iglesia- debe ser muy consciente de que actúa como instrumento vivo y dócil del Espíritu Santo.
Invocar, constantemente este Espíritu, estar en comunión con Él, esforzarse en conocer sus auténticas inspiraciones debe ser la actitud de la Iglesia docente y de todo catequista.
Juan Pablo II