Ha terminado el verano y comienza un nuevo curso, es el momento en que muchos de los jóvenes planificamos nuestro año; clases, practicas, estudios, trabajo, ocio, actividades de todo tipo…,caminamos ahogados hacia la meta con una incertidumbre inmensa y con gran competitividad por llegar a ser los mejores.
Hace años en unas paraolimpiadas sucedió algo que me conmocionó y me marcó notablemente. Un grupo de chicos discapacitados competían en una carrera de atletismo. Se situaban a la salida varios chicos con problemas físicos y sensoriales, otros con déficit cognitivos y una niña con síndrome de Down que desbordaba alegría, la sonrisa era su mejor arma, se le veía tan ilusionada y con tantas ganas de comenzar la carrera que solamente esa mirada hacia sentirse bien a sus compañeros.
Sonó el pistoletazo de salida y todos ellos comenzaron a correr, en la primera curva uno de los chicos tropezó y calló al suelo. Molido por la rabia, los nervios y la desesperanza de haberse preparado tanto tiempo para aquella ocasión, comenzó a llorar intensamente abatido al no poder reanudar la carrera. La niña de la gran sonrisa fue la primera en darse cuenta de lo sucedido y no dudó ni un instante en darse la vuelta a intentar levantarlo del suelo para que prosiguiese la marcha. Tras ella fueron acudiendo uno a uno todos los participantes de la carrera y así entre todos lograron levantar al chico.
La emoción se apoderaba de las gradas del estadio olímpico al ver como aquel grupo de chavales que habían estado entrenando con tanta dificultad y esfuerzo para llegar a ser campeones, preferían dejar a un lado las diferencias y ayudar al que había caído. De esta manera, todos cogidos de la mano cruzaron la meta al clamor de un recinto lleno de gentes que aplaudían admirados aquella lección de generosidad que estaban presenciando.
Episodios como este son los que deben hacernos reflexionar y servirnos de ejemplo hoy en día, cuantas veces observando a nuestro alrededor vemos como se emprenden miles de caminos y sus creadores por intentar llegar a ser los mejores, pisan e incluso hunden a los que tienen alrededor.
Por ello hoy intentemos comenzar un nuevo curso con ganas y alegría, mirando a nuestro alrededor y procurando echar una mano a los que corren a nuestro lado. Pues hemos de tener claro que en nuestro trayecto personal, aunque caigamos, tengamos tropiezos o desilusiones, siempre encontraremos una mano amiga con la que lograremos llegar a la meta de la mejor manera posible.