Hola Jesús,
Te escribo esta carta para contarte mis ansias de vivir. Noto en mi juventud que tengo energías enormes para desplegarlas en favor del Evangelio y de la gente que me rodea. La vida, dada por ti en colaboración con mis padres, es la quintaesencia de tus dones otorgados al ser humano.
La vida no es un motor que se ponga en marcha a lo loco. Es algo distinto. Es la señal de tu bendición y de tu gloria manifestada en mis sonrisas, en mis anhelos de perfección, en el eterno palpitar de mi corazón derramando bondad a todo el mundo.
Me encanta vivir la vida. En todo cuanto hago, Señor, noto tu presencia invisible. En mis momentos de amistad con mi pandillla, en mis conversaciones con mis padres, en mis pensamientos y en mis sentimientos percibo tu luz bienhechora.
Hay gente, Señor, que por egoísmo, mata a los inocentes niños o niñas en el vientre o al nacer. Les estorban. Es más cómodo tener un coche nuevo o lavadora que un niño. Ellos y ellas quieren vivir desde que son concebidos. Pero la ingratitud y maldad de los padres les cortan las alas y todo el venturoso futuro que tienen por delante. Me horroriza que sus fetos se empleen para hacer cosméticos para el rostro de las mujeres.
¿Con qué derecho quitan los padres la vida a sus hijos? El autor de la vida y de la muerte eres solamente tú. Eres tú la fuente de la vida. Lo dice el Salmo: “ En ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz”.
Me he dado cuenta en mi vida joven que, cuando estoy cerca de ti, me siento pletórica. Irradio y contagio de vida a los que se me acercan. Se quedan prendados de mi vitalidad y de mi coraje. ¿De dónde te viene tanta energía?, me suelen preguntar. Y les contesto así: la frescura y el torrente de vida que me inunda me viene del Señor. Intento, dentro de mis limitaciones humanas, que tu torrente de vida espiritual, pase por mis venas y por todo mi cuerpo para que tus aguas limpias purifiquen mi cuerpo joven.
Si todos percibiéramos que tu vida y también tu luz son los faros que nos hacen caminar luminosos en medio de las tinieblas, incertidumbres, desgarros afectivos y otros males, entonces la vida cambiaría de sentido. Todos los jóvenes, junto con los niños y los mayores, formaríamos una sinfonía humana y celeste en cuyas notas vibrantes dominaría el estribillo “En tu luz vemos la luz”.
Entonces seríamos unos para los otros luz, puntos de referencia para vivir una vida elegante y en sintonía con tu Evangelio, con tu punto de vista. Cuando lo viéramos todo bajo tu propio ángulo, las cosas y la humanidad caminarían de otra forma.
Siento pena, Señor, por los seres humanos que no ven tu luz por el atropello de sus padres, por el hambre que azota alguna parte del universo y por la guerra injusta entre los poderosos para obtener ganancias a costa de la vida de niños, mujeres y hombres.
Hace falta mucha luz a las puertas del tercer milenio. Sin ella todo son divagaciones, asuntos de bolsa, sube y baja del dinero, acritudes políticas y desuniones entre los hombres.
Ya sabes que no me quejo del mundo en el que vivo. Con tu luz y tu fuente de vida, intento cambiarlo. Cuesta mucho. Sé que soy una gota de agua en medio del océano de los hombres. Pero también sé que si mejoro mi vida y la del que me circunda, estoy sembrando haces de luz a mi derredor.
Mientras la humanidad no recobre la hermosura y exigencia de tu fe, luz y manantial de vida andará a la deriva. Y quitará de en medio a todo el que le estorbe en sus ansias de comodidad: desde la muerte al niño inocente con el aborto hasta el anciano que, habiendo dado toda su vida por el hogar y la patria, ahora- al final de su vida – se ve postergado y abandonado en las residencias, o de mendigos por las solitarias calles y puentes de la lujosa ciudad nocturna o diurna.
Gracias, Señor, porque, aunque sea joven, percibo estas realidades, y quiero dedicar mi vida en remediarlas con tu luz y tu fuente de gozo y de vida. ¡Ah, cuenta conmigo, cuenta con mi bello cuerpo de joven para, cuando me llegue la hora, sea el sagrario en el que vivan nuevos seres humanos, hechos a tu imagen y semejanza! ¡Fuera el crimen del aborto! Un crimen en el que el niño no puede defenderse de por causa del egoísmo de sus padres es injusto e inhumano. ¿Te gustaría que te hubieran matado a ti?…
Te quiere un montón, Jennifer 18 años