La Navidad sirve para recordarnos que Dios se ha hecho hombre y cuanto más humanos nos hacemos, llegamos a ser más divinos. El camino de la humanidad es el camino de Dios.
Hace unos meses hablando con una persona me decía que a ella sólo le interesaban las cosas de Dios y que todo lo humano le resultaba indiferente.
No me gusta contradecir a nadie. Al final de la conversación me preguntó qué me parecía, que cuál era mi opinión. Este artículo presenta mi me manera de pensar.
Un discípulo de Cristo no puede ser indiferente a lo que acontece en el mundo y en las iglesias. Hay un texto del Concilio que me ha impresionado siempre y que dice así: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (G. et Spes. 1).
La religión no puede encerrarse en la sacristía, ni respirar únicamente al humo de las velas. Sería su asfixia y una interpretación demasiado espiritualista y contraria al espíritu de Jesús.
Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón del creyente: la guerra, el hambre, los derechos humanos, el cambio climático, la crispación de nuestra sociedad, la violencia…
Pero no todo es negativo. ¡Cuánta gente hoy dedica su tiempo en servicio de los demás! ¡Cuántos grupos de oración existen hoy en las iglesias! Cómo no recordar a tantos emigrantes, miles y miles, que son acogidos por gente de buena voluntad, haciendo todo lo posible para abrirse camino en la nueva sociedad a la que quieren integrarse. La liberación y la dignidad de la mujer es otra de las realidades que hemos de alegrarnos.
Cristo se ha hecho hombre, es uno de nuestra raza, es un Dios con nosotros, nuestra historia ha sido transfigurada por la presencia del Jesús. Desde este momento el cielo y la tierra proclaman la gloria de Dios. Esta tierra y esta historia son benditas porque la Palabra se hizo carne.
¿Qué quiero significar cuando hablo de humanidad y ser humano? Cuando voy sembrando la buena convivencia y la comprensión, cuando me abro a todo lo bueno que hay en nuestro mundo, como la cultura y el bienestar. Si tengo en cuenta lo gratuito, dar sin esperar nada. Si soy consciente de misterio que me envuelve. Si respeto, tolero y acojo a los que son diferentes y a los que tienen distinta cultura que la mía. Si veo el rostro del Señor en los que no tienen nada. Entonces nacerá dentro de mí una alegría y habré hecho de mi corazón un belén.
Feliz Navidad a todos, que el camino de Dios que se ha hecho humano sea nuestro camino. La ternura de Dios que se ha manifestado en un niño resuene en nuestro interior y nos contagie un poco de su forma de ser a todos los humanos.
¿Para qué sirve la Navidad? Para renovar nuestra fe en la persona de Jesús y el contacto con él nos haga un poco más humanos.