Vivimos en un mundo de muerte. La vida del hombre está a merced de mil formas de muerte: física, psíquica, espiritual. Y nos podemos acostumbrar a la muerte a base de tantas guerras, hambres, accidentes, atentados.
Deberíamos rebelarnos a que siga habiendo tanta muerte, y, de modo especial, nosotros que creemos que la muerte ha sido vencida, que Jesucristo es la resurrección y la vida y que hemos sido bautizados en su resurrección.
Por otra parte, da la impresión de que hemos llegado al "final de la historia", quedan pocos sueños y pocos soñadores; parece que sólo queda la posibilidad de prolongar el presente con sus ídolos: el comprar, tener y obtener.
La gran noticia de Pascua es que Cristo ha resucitado. Él dijo a Marta, ante la tumba de su hermano Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida, el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. (Jn.11,26)
Jesús se presenta en su vida pública como el que tiene poder de resucitar a los muertos.
La predicación de Jesús es la de un soñador lleno de confianza y de esperanza ilusionada ante la persona y ante el futuro.
A través de la experiencia de Jesús con sus discípulos y de nosotros con Él, mediante la oración y los sacramentos, aprendemos y sentimos que Dios nos contagia esperanza ante el dolor y la muerte y nos hace mirar y luchara por el futuro superando tantas y tantas decepciones y desilusiones.
Jesús nos enseña a creer y esperar en las personas; supo ver lo que los demás no veían: el corazón de la samaritana, la generosidad de la viuda pobre, la fe del centurión, los ojos del joven rico…
Ante la mirada contemplativa y penetrante de Jesús el presente adquiría toda la dimensión de un mundo nuevo, el reino de Dios.
«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!. Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron» (Luc 10.23-24).
Todo es posible al que cree…, si tuvierais fe como un grano de mostaza…., ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? (Jn 11.40).
Jesús nos sitúa, nos fortifica y con gozo e ilusión nos envía a un mundo lleno de porvenir y de esperanza, con la seguridad de que Él estará con nosotros todos los días.
Jesús enseña a vivir abiertos siempre a la esperanza
Jesús nos enseña a esperar un nuevo futuro. Esperar es tener vida y creer en la resurrección. Anunció la buena noticia de la llegada del reino. Para Él la desesperanza es pecado; mata la vitalidad de la existencia y de la vida de fe.
Una vida sin esperanza tiene tan poco sentido como una noche sin amanecer. Pretender atenerse a la realidad de los hechos sin contar con su futuro es falta de un hondo realismo.
Por los caminos de Galilea y de Judea, Jesús empieza a mostrar que es "la resurrección y la vida" , contagiando esperanza a su pueblo.
Los fracasos, la muerte no son la última palabra:
La historia liberadora de Jesús desemboca en la crucifixión. El libertador es encadenado. El vivificador es asesinado. Jesús vive activamente su propia muerte; “entregó libremente su vida”.
Pero su crucifixión no fue la última palabra. El Padre tuvo una palabra mayor: Lo resucitó de entre los muertos. De una vez para siempre lo ha hecho pasar de la muerte a la vida, de la humillación a la glorificación; lo ha convertido en el Señor de vivos y de muertos.
El Resucitado llega a ser lo que antes ya era: el Viviente y el Vivificante. Es el primogénito de entre los muertos. Inaugura el proceso de nuestra resurrección de entre los muertos.
Un bautizado es alguien que participa, en cada momento, de la muerte y resurrección del Señor.
Creer que Jesús es la resurrección y la vida es sintonizar con la acción recreadora y vivificadora de Dios, que hace posible lo que nos parece imposible.
Creer que Jesucristo es la resurrección y la vida es ponerse en contra de la muerte, de toda forma de muerte: la muerte física, la individual y la colectiva, la de los pueblos y la de la naturaleza. La fe que nace de la resurrección del crucificado es compromiso de lucha contra las causas de la muerte: el hambre, la guerra, el odio…
¿En estos días pascuales nos llenaremos de resurrección?