Mucho se ha hablado en estos meses del estreno en América de Bella, una película mejicano-americana de Alejandro Gómez Monteverde que ha triunfado en el Festival de Toronto y que transmite una mirada cristiana sobre los dramas de la vida. La produce una compañía que se llama Metanoia Films y la protagoniza un famoso artista mexicano, Eduardo Verástegui. Es interesante conocer la historia de este intérprete.
Eduardo Verástegui es un actor televisivo y cantante mexicano de esos que provocan la histeria de las adolescentes y gustan de los baños de multitudes. Nacido hace 33 años en un pueblecito del norte de México, Xicotencatl, y tras estudiar un año de Derecho para contentar a sus padres, Verástegui decide a los 18 años perseguir su sueño de ser actor y cantante y se marcha a Ciudad de México.
Allí, y después grabar un par de discos con el grupo Kairo entra en el mundo audiovisual típico del lugar: la telenovela. Tras consolidarse como actor latino de moda, dio el salto a la industria latina norteamericana y se trasladó a Miami, donde graba su primer disco como solista.
Por casualidades de la vida, mientras viaja a Los Ángeles para promocionar su disco conoce en el avión a un directivo de Fox que le invita a un casting para un (deplorable) largometraje, Chasing Papi. Le dan el papel y se traslada a Hollywood. Y allí tiene su primera experiencia radical: después de doce años consiguiendo todo lo que el creía que le iba a dar la felicidad resulta que siente un profundo vacío: "Estaba triste e insatisfecho. Me faltaba algo. Por aquel entonces no sabía qué".
En ese momento Verástegui, que ya había exprimido el precio de la fama con sobredosis de sexo, narcóticos, fiestas,… había perdido la perspectiva de la realidad y vivía en un profundo relativismo. Sus amistades, lejos de ayudarle, le introducían cada vez más en el abismo de las fiestas y de la nada. "Me di cuenta que yo era como un galgo que perseguía una falsa liebre en las carreras. Cuando llegué a morderla me quedé herido porque era de metal: estaba persiguiendo una mentira."
En aquel periodo en el que toca fondo, Verástegui tiene un encuentro con Jasmine, la profesora de inglés que durante seis meses le ponen los de la Fox, una mujer católica que le hace ir al fondo de su vida y que despierta en él las preguntas últimas. El actor siempre se había creído católico, pero como una etiqueta cultural latina casi vacía de contenido.
En su relación con aquella profesora comprende en qué ha quedado su supuesta fe. Verástegui recuerda la tarde en que ella se fue de su casa dejándole con la herida abierta de qué estaba haciendo con su vida. Comenzó a llorar en un rincón de la casa y no cesó en varios días. "Temblaba por dentro."
Necesitaba encontrar a alguien que hablara español para compartir todo lo que sentía y el arrepentimiento por una vida tan alejada de Dios.
Le pusieron en contacto con el padre Juan Rivas, mexicano, que le empieza a ayudar y le ofrece unos libros que le irán descubriendo la belleza de la vida cristiana. Comienza a asistir a misa diaria y otro sacerdote, el padre Francisco, le propone una confesión general. Tras una larga preparación, Verástegui hace una confesión de tres horas de duración con el padre Justino.
Es lo que el actor considera su segundo momento de conversión. "Comprendí que no había nacido para ser actor u otra cosa, sino para conocer, amar y servir a Jesucristo."
Entonces, con la audacia del converso vendió todos sus bienes y decidió irse a Brasil como misionero. Pero el padre Juan Rivas le hizo ver que donde debía estar era donde ya estaba: Hollywood. Ahí Cristo era más necesario si cabe que en la jungla. Así, Verástegui creó con Leo Severino Metanoia Films para hacer películas al servicio de la esperanza y dignidad humanas.
Bella es la primera cinta de esta compañía, que se ofreció a la virgen de Guadalupe y que ganó el Festival de Toronto contra todo pronóstico. Ha creado también un estudio bíblico para actores y directores, un lugar de encuentro en Hollywood para los que buscan algo más que la fama.
Desde hace cinco años, el mujeriego latin lover vive feliz y radiante en castidad, se siente libre, reza el rosario y va a misa a diario, y se ha convertido en un referente contracultural en los corrillos de Hollywood.