Miguel Menéndez, de 25 años, hace tiempo que no sale de juerga las noches de los sábados.
La pasada Navidad se le ocurrió, junto a un grupo de amigos, un plan diferente, y a primera vista nada atractivo: acompañar a los «sin techo» de Barcelona, darles de cenar y hablarles de Dios.
A las nueve de la noche se reúnen unos 15 ó 20 jóvenes y se dirigen en coche a las zonas que han acordado. Llevan todo lo que han recogido durante la semana: pan, sacos de dormir… No van de fiesta: su ruta es bien distinta a la de la mayoría de jóvenes de su edad. Después de atender a más de 150 mendigos, vuelta a casa.
Todo empezó una noche en el barrio del Raval, donde los Jóvenes de San José, que así es como se hacen llamar, vivieron sólo el primer atisbo de la situación de «los sin techo». «Había un indigente en cada esquina”, asegura Menéndez.
Ahora la historia se repite todos los sábados. «Hay muchos que se han quedado en la calle sin trabajo o ahogados por la hipoteca». No llevan demasiado tiempo y se les puede reinsertar», afirma Menéndez, en alusión a otro de los objetivos del grupo. Sin embargo, su fin principal es el de hablarles de Dios. Además de la comida y las mantas, reparten escapularios.
«La mitad de los indigentes a los que atendemos es lo que más agradecen al sábado siguiente», señala Marcos Vera, principal impulsor del grupo.
Todos los sábados se unen uno o dos miembros a este grupo, perteneciente a la Sociedad Misionera de Cristo Rey, fundada por el padre Alba, y que promueve otras iniciativas de solidaridad.
Artículo publicado en “Diario La Razón”. Para acceder al artículo original, por favor, pincha aquí.