Tu serena maestría,
tu constante tesón,
y esa paciencia que hacía
de ti un don,
no se han ido, viven aquí,
en la luz de la nostalgia de
aquellos ensayos,
donde lo que primaba era tu ilusión,
tus ganas, tu afán.
Son recuerdos de ayer, que hoy llenan
el vacío que tu persona dejó
en cada nota, en cada acorde,
en cada canción, cada actuación.
Sigues aquí, tu aroma y tu luz
no se extinguirán, perdurarán
siempre en mi corazón,
Gracias, maestro, por enseñarme,
por dedicar tu tiempo a crear.
¡Gracias!