con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Dt 6, 5)
Escuchad profesores, catequistas, pedagogos, animadores… ¡educadores!
El Señor es vuestro único Maestro. Le amaréis con todo vuestro corazón, con todo vuestro entusiasmo, con toda vuestra alegría. Le amaréis las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año.
Guardaréis estas palabras en el corazón, el único manual en el que las lecciones cobran vida en cada uno de los jóvenes que Dios ha puesto en vuestro camino.
Estas palabras que hoy os digo las llevaréis siempre con vosotros, cuando estéis “encima de la tarima” y cuando la hora, la reunión o la jornada laboral, haya llegado a su fin. Cuando las sábanas se “os peguen más de la cuenta” y necesitéis un buen motivo para levantaros, y cuando os acostéis y repaséis con el Maestro la jornada transcurrida.
Sobre todo, no olvidéis jamás estas palabras, pues sin amor, despedíos de entender a vuestro Maestro y a vuestros chicos, porque Dios es eso, simplemente Amor; y vuestros jóvenes, el milagro que Dios os sigue concediendo todos los días para seguir amando.
Ahora escuchad vosotros, jóvenes
El Señor es vuestro compañero de camino. Le amaréis con todo vuestro corazón, como si se tratara del chico o de la chica de vuestros sueños, ¡sí, sí, ése o ésa que os tiene “atacaditos del corazón!”
Le amaréis a todas las horas, a primera hora de la mañana, entre bostezos y alguna que otra cabezadita, y a sexta hora, cuando las agujas del reloj vayan más lentas de lo normal; y sobre todo y lo más importante, le amaréis en cada uno de los compañeros que, en el pupitre de al lado, en el asiento del bus o en el ciber del barrio, Dios ha puesto en vuestras vidas.
Haréis de estas palabras vuestra lección favorita, la que nunca os cansa, la única por la que no os importaría saltaros el recreo.
Estas palabras que hoy os digo las llevaréis siempre con vosotros. Será “la chuleta perfecta” que os haga sacar un 10 en el examen que todos los días, de lunes a domingo, debéis realizar: el examen del Amor.