El 6 de noviembre se me ha marchado otro buen amigo: Paco, el Dr. Sánchez Peña, el mismo que prologó mi libro “Amar sonriendo” con uno de sus bonitos sonetos.
En los primeros meses del año 2005, sufrió una trombosis cerebral izquierda que paralizó toda la mitad derecha de su organismo. Después de casi cuatro años sufriendo su cuerpo, y sobre todo su espíritu, el primero no pudo aguantar más, mientras el segundo encontraba la esperanza, la tranquilidad y la Paz.
Así es como sucede comúnmente, mientras tenía la ilusión y la esperanza de volver a recuperar la motilidad (e incluso de poder volver a tomar sus clases de guitarra) yo no le escuché problemas en el alma; sin embargo, más adelante, cuando un día le encontré comiendo una dieta triturada y sosa con la que se atragantaba reiteradamente, me confesó que no valía la pena alimentarse así solo para vivir, para permanecer postrado y sin poder comunicarse entendiblemente; “pero como todo depende del Cielo”, me dijo, “he aprendido a resignarme”.
Tenía confianza en llegar a la presencia del Altísimo, porque esperaba la Misericordia de Dios.
Un año después, le recordé algo de estos pensamientos y, comprobé que algo había vuelto a cambiar, no tenía ganas de morir, se había habituado a su actual modo de sobrevivir.
¡Es claro que la carne y el espíritu no hacen buenas migas. Cuando uno mejora, olvidamos al otro!
Al final de éste verano, su piel comprimida constantemente en las superficies de apoyo sobre la cama o la butaca, llegó a ulcerarse en distintos puntos; ingresado en el Hospital General de Guadalajara, sus heridas mejoraban al tiempo que sus constantes, (su estado general), empeoraba hasta abocar a un fracaso renal y a un corazón agobiado y agotado.
Entonces se despidió de esta vida, y marchó esperanzado, con tranquilidad y Paz.
¡¡Y todavía a veces nos preguntamos por qué nos duele esto o aquello, y por qué permite Dios la enfermedad y el dolor!! Está claro que para que nos miremos hacia dentro, pensemos en la Eternidad, y nos ocupemos en curar el espíritu.
No he olvidado en todo el año el día 3 de diciembre, fecha en que se nos fue Pascual Solís, mi compadre, al que sigo queriendo, echando de menos, y al que de vez en cuando le hagoun guiño en mis pensamientos.
Hacía mucho tiempo que no escuchaba una canción de Alberto Cortez, y que fue tan oportuna como para hacerse oír ayer; dice:
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo
Cuando un amigo se va
galopando a su destino,
empieza el alma a vibrar
porque se llena de frío
Sí, así es; tengo varios agujeros en el alma que seguirán vacíos hasta que DIOS los tape, cuando Él decida llamarme para reunirme con todos los amores que se me han ido adelantando.
Hace muchos años, un 1º de noviembre, cuando regresábamos desde el cementerio, me dijo mi padre: “Acabo de comprobar que tengo más amigos en esta ciudad de abajo que en la de arriba, y eso le hace a uno quitarle importancia a la muerte”.
Él se iría pronto, a los 57 años, pero ahora le comprendo.
veo imágenes queridas de los que marchasteis ya;
y me sorprendo al contar
el tiempo que ha transcurrido,
y a la de seres queridos que os tengo en EL MAS ALLÁ.
Tengo en el Cielo al padre que perdí hace muchos años;
Tengo en la Gloria a la madre que se fue detrás de él;
Tengo seres muy queridos: Amigos,
profesores de aquel niño,
profesores de este hombre.
compañeros, vecinos y conocidos que me esperáis con cariño.
en forma de dulce niña
sin año alguno de vida,
y que desde aquel momento
me proteges cada día.
Tengo a quien me enseñó
y tengo a quien enseñé;
Tengo a quien protegí
y a quien él me protegió.
El caso es que tengo allí
multitud de los que amé,
y que sin duda veré
si yo me empeño es amar
a los que aún tengo aquí,
además de recordar a los que esperan Allá.