En el nº 215 “Iglesia de Almodóvar” – Noviembre 2008 -, aparece publicado, como colaboración un artículo titulado “¿Quien negocia con el llanto silencioso de los niños? ” Firmado por Dª Natividad Cepeda.
No se pretende con estas líneas entrar en ningún debate que, seguramente, resultaría estéril.
Queda claro la opinión que le merece la Administración de Justicia a la persona que firma la referida colaboración cuando dice: “las explicaciones dadas por los empleados de los Juzgados no nos han convencido”; y más adelante añade: . . . “el prestigio no lo da un título universitario, sino el buen crédito que debe conferir a la justicia en cualquier sentencia”.
Como Secretario Judicial, o si lo prefiere Dª Natividad Cepeda, ayudante y/o empleado del Juzgado, me voy a permitir citar los siguientes preceptos constitucionales:
Art.24.2 “…todos tienen derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley, a la defensa y a la asistencia al letrado, a ser informados de la acusación formulada contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar todos los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra si mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia…”
Art.28.2 … “Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses…”
Art..121 Los daños causados por error judicial, así como los que sean consecuencia del funcionamiento anormal de la Administración de Justicia, darán derecho a una indemnización a cargo del Estado, conforme a la Ley.
Considero que los artículos citados no precisan de mayor comentario, si aceptamos que vivimos en un Estado de Derecho, sometido a la División de Poderes, y donde debe imperar, entre otros, el Principio de Legalidad.
Ante tales preceptos constitucionales, poner en el disparadero a todo un colectivo, como es el personal al servicio de la administración de justicia, por mucha repercusión mediática que se de a la muerte de la niña Mari Luz, muerte que todos lamentamos, es un despropósito, como lo sería culpar a los profesionales de la enseñanza del fracaso escolar de nuestros hijos o al colectivo sanitario de los errores médicos y si se me apura, a la Iglesia de las debilidades de sus Sacerdotes.
Hoy en día sólo es noticia los errores judiciales, médicos, etc,. La labor silenciosa de tantos profesionales, ya sean de la Enseñanza, Medicina, Justicia, no vende, por no destacar el trabajo ingente de los Misioneros y Misioneras en la Iglesia.
La justicia, siempre tendrá mala prensa, ya que al menos el 50% de los que acuden a ella se sentirán defraudados, porque, como todo el mundo sabe, en cualquier contienda jurídica para que a uno se le de la razón hay que quitársela a otro y, por supuesto, a quien se le da piensa que se le ha dado porque llevaba razón, con independencia de cómo funcione la justicia.