“y la de Febrero y la de Marzo y la de Abril y… la de todo el año”
Si alguna de mis palabras te ofenden no las tengas en cuenta,
tú sabes de mi puñado de debilidades.
Oh, Señor, si alguien, ahora mismo, metiera mi mano
en mi corazón la sacaría chorreando amargura.
Dios justo y salvador…
¿Cómo poder llegar a fin de mes
sin partirme la espalda, sin renunciar a mi familia,
a mis amigos, a las cosas tan maravillosas que Tú
has creado para mí?
Las letras me persiguen día y noche,
el banco me niega los préstamos..,
y lo único que me falta por hipotecar
es la confianza que todavía mantengo en Ti.
Tú me conoces Señor y sabes que mis fuerzas flaquean,
me es imposible estirar más mi horario de trabajo,
hasta ando de puntillas por mi casa,
pues dudo mucho que un día pueda ser de mi propiedad.
No entiendo cómo muchos hombres vomitan su sueldo mensual
con tanta facilidad, mientras que mi nómina se agota
apenas recibe la bienvenida del banco.
Tú, Señor, que veías trabajar día y noche a tu padre José,
mientras su espalda se iba encorvando cada día más.
Tú, que le pillaste in fraganti, en múltiples ocasiones a media noche, paseando sus preocupaciones,
pues el trabajo cada vez era más escaso
y su futuro (tú no entendías muy bien eso de su misión) era un tanto incierto.
Tú que viste a Tu Madre remendar tantísimas veces la ropa,
y alargar, como si se tratara de un masticable, “el pan nuestro” de cada día…
Tú, Señor, que pasaste por todo esto…
Haz que nunca me falte el trabajo,
que el salario sea un poco más justo,
que, al menos, pueda llegar a fin de mes con una sonrisa
(aunque sea diminuta) entre mis labios.
Sé Señor que no es con plegarias como se te convence,
sino con sangre y sudor…
Por eso hoy te suplico que pueda llegar a fin de mes
para poder ofrecerte mi vida y mi trabajo
como ofrenda agradable a tus ojos.