Han salido del armario. Quieren que no los marginen porque son ateos. Ustedes, señores ateos, son respetados y respetables porque son personas, independientemente de creer o no creer en Dios. Y si son buenas personas, mejor. Eso sí, no se conviertan en intachables porque no crean en Dios, como si fueran los mejores.
La propaganda de los autobuses ha sido muy beneficiosa para la religión. A Dios lo querían marginar, silenciarlo, ponerlo en el trastero, donde se ponen las cosas que son inútiles. Gracias, porque ustedes han conseguido que Dios se dé un paseo por nuestras plazas públicas.
Nos habían dicho que la religión era para la vida privada. Ustedes han puesto a Dios en la vida cotidiana. El autobús es un elemento cotidiano de trabajo. Gracias porque los cristianos lo estábamos olvidando. Nos estábamos acostumbrando a buscar a Dios sólo en unos momentos puntuales: la misa del domingo y las oraciones de cada día.
Una cosa importante, el Dios en el que ustedes no creen, nosotros, los creyentes tampoco creemos y adoramos. Dios es una buena noticia. El es el amigo fiel de todo aquel que se confia aEl.
Dios no es el aguafiestas de la vida. Todo lo contrario, abre las puertas del futuro cuando los fracasos o sufrimientos de la vida nos acorralan. Sus palabras nos orientan y son el norte de la existencia humana. ¡Qué bueno es creer en Dios! ¡Es la experiencia más sabrosa de la vida!
Esta fuerza y luz del creyente no es fruto de la bondad humana. No somos los mejores. Lo hemos recibido como un don sabroso del que estamos agradecidos.
La Iglesia, todos los creyentes, vemos lo positivo que resulta, cuando nos hacen preguntas, ponen en entredicho nuestras creencias y afirmaciones de Dios. Hemos de tenerlas en cuenta porque a veces nos orientan y son llamadas de atención.
El Concilio Vaticano II dijo:
“En esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión” (G.S n.19).
Permitidme citar otras palabras del Concilio Vaticano II. Cuando las escuché sentí que mi corazón se esponjaba:
“La Iglesia confiesa que le han sido de mucho provecho y le pueden ser todavía de provecho la oposición y aun la persecución de sus contrarios” (G. S. n. 44).
Una palabra final. Vivimos en una sociedad pluralista. No todos pensamos y sentimos lo mismo. No excluyamos a nadie. Todos tienen una palabra que decir: creyentes y no creyentes. Seamos respetuosos. Todos podemos contribuir a un mundo más humano, más pacífico y más confortable. El autobús de Dios es una buena ocasión para conocernos más y aceptarnos mejor.
Otra afirmación del Vaticano II:
“Quienes sienten u obran de modo distinto al nuestro en materia social, política e incluso religiosa, deben ser también objeto de nuestro respeto y amor. Cuanto más humana y caritativa sea nuestra comprensión íntima de su manera de sentir, mayor será la facilidad para establecer con ellos el diálogo” (G. 5. 28).