I Estación: ¡La persona más rica del mundo! (Mt 28, 1-7)
Ni Bill Cates ni Amancio Ortega ni los Beckham… Te comunico la gran noticia: Eres la persona más afortunada del mundo. Cristo ha resucitado y lo ha hecho por ti!
II Estación: Cristo se encuentra contigo y te llama por tu nombre (Jn. 20, 10-18)
Y es más, sabe dónde vives, qué lugares frecuentas, el camino que haces para regresar a casa y el atajo que tomas para llegar a la hora a tu trabajo… Ojala que a partir de hoy puedas decir en un montón de ocasiones lo mismo que María Magdalena: “He visto al Señor.”
III Estación: Se acabaron los miedos (Mt 28, 8-10)
En el ascensor, en el barrio, en el autobús, en tu centro de trabajo…, saluda a tu vecino, a la cajera del supermercado, al conductor del autobús, a tu compañero de clase.., con “la cicatriz antimiedo“ que ha dejado en ti la resurrección de Cristo: la sonrisa, la alegría, el amor.
IV Estación: Deja de custodiar la tumba de Cristo (Mt 28, 11-15)
La tumba del fracaso, de la desilusión, de las lágrimas. Ya no hay cabida para las excusas, para los engaños, para las manipulaciones… Cristo ha resucitado: que no cese en tu corazón la fiesta.
V Estación: Contempla y disfruta de la victoria de Cristo (Jn 20, 3-10)
En el hermano que te cruzas cada día de camino a tu trabajo o de regreso a tu hogar, en la persona que te encuentras en la parada del bus o en la tienda de la esquina… Cambia los crisantemos y la hiedra por las rosas y las azucenas.
VI Estación: Toca las llagas de Cristo (Lc. 24, 36-43)
En la anciana que vive sola o en el transeúnte del barrio, en la compañera que sufre depresiones o en el niño que padece una enfermedad mental… Es El, es Jesús, acércate, háblale, tócale, acaríciale…
VII Estación: En el camino de cada día (Luc. 24, 13-35)
Se cruzan grandes distancias en busca de Dios, se hacen grandes locuras, pero si tuerces la esquina de tu callejón oscuro, le reconocerás en la puerta giratoria de tu corazón… Haz la prueba!
VIII Estación: La investidura (Jn. 20, 19-23)
Cristo te ha entregado “la cartera” de perdonar los pecados. En un mundo hostil y vengativo hacen falta ministros de perdón, de paz, de reconciliación… ¿Aceptas el cargo?
IX Estación: El surtidor de la fe (Jn. 20, 26-29)
Ha llegado la hora de dejar de repostar en surtidores que expanden combustible adulterado. Cada mañana, cada día, deja que el Resucitado recargue tu corazón con el carburante de la fe. Confía plenamente en Jesús, que va al volante de tu corazón.
X Estación: ¡Echa la red! (Jn .21, 1-6)
No te conformes con lo de siempre, con ir tirando… Con cada persona que nace Dios se ilusiona y se imagina un santo… Luego todos le fallan… Bueno, todos menos tú.
XI Estación: “La media naranja” de Cristo (Jn. 21, 15-19)
Sí, no mires para otro lado, ¡eres tú! Dios te ha elegido a ti. El Señor quiere salvar a su pueblo; hace más de dos mil años eligió a María para llevar a cabo su plan… ¡Hoy te ha escogido a ti!
XII Estación: Jesús te incluye en su testamento (Mt. 28, 16-20)
Vas a heredar un tesoro de incalculable valor, nada de pisos, tierras, coches o millones… Jesús ha reservado exclusivamente para ti algo mucho mejor: la certeza de que El va a estar contigo todos los días hasta el final del mundo.
XIII Estación: Deja de mirar al cielo (Hch. 1, 9-11)
El cielo se puede encontrar en los rincones más insospechados. Es tu misión la de convertir los ambientes en los que te mueves cada día en umbrales del Reino de Dios.
XIV Estación: El Espíritu Santo (Hech. 2, 1-4)
En una sociedad moribunda se necesitan personas que “resuciten” la alegría y las ganas de vivir de tantas personas enfrascadas en el dolor, en la desesperanza. La mesa está servida. Jesús se ha encargado de todo. Desayuna vida cada mañana y, antes de acostarte, un buen tazón rebosante de perdón y de resurrección.