No es una casualidad que Santa Teresa sea representada con un libro en la mano. La iconografía no es inocente. Las imágenes tratan de ser pedagógicas para el pueblo cristiano, pretenden enseñar lo más característico del Santo.
En el Siglo de Oro español Teresa representa la Santa de la clase media mientras que San Isidro Labrador representa los estratos populares. Teresa de Ávila es símbolo de las letras, la cultura y el saber.
¿Qué posibilidades podía tener una mujer como Teresa a la cultura de su tiempo? Muy pocas. Una niña nacida en 1515, en una pequeña ciudad de Castilla, en un ambiente de conversos provenientes del mundo judío, tenía las puertas cerradas a la ciencia y al saber.
Es más, las letras eran un campo exclusivo de los hombres. A las mujeres no se les permitía que aprendieran a leer. En el siglo XVI español era considerado un milagro el que una mujer castellana fuera escritora y además una escritora mística. Algo insoportable en el ambiente eclesial. ¿Qué podría decir una mujer que fuera digna de crédito y de tenerse en cuenta?
¡Cuantas barreras y sospechas tuvo que romper Teresa de Cepeda y Ahumada.
Nuestra Santa supo sacar fuerza de la debilidad. Dice ella misma que procuró “sacar fuerzas de su flaqueza”(7 M 3,14). Así escribía al Padre Rubeo, General de la Orden: “Yo soy siempre amiga de hacer de la necesidad virtud” (Carta 98, 5).
Descendamos al ambiente familiar, el hogar que vio crecer a Teresa. Su padre, don Alonso de Cepeda, compraba libros y los compraba en castellano para que sus hijos los pudieran leer. En el libro de la Vida afirmará la Santa: “Era mi padre aficionado a leer buenos libros, y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos” (Vida 1,1). Eran libros de devoción y vida de Santos.
Es cierto que en el reinado de Felipe II existía un gran desarrollo de la cultura escrita y se puso un gran empeño en la alfabetización del pueblo.
Pero en la infancia de Teresa todas las niñas eran analfabetas, no sabían leer ni escribir. Su abuela no sabía leer pero su madre era aficionada a la lectura de libros. Fue en casa donde recibió la educación más elemental.
En el hogar las niñas aprendían las oraciones y oían lecturas hechas en voz alta con algunos comentarios. Ella no hizo estudios.
¡Qué diferencia con San Juan de la Cruz que asiste al Colegio de los Jesuitas en Medina del Campo y más tarde es alumno de la Universidad de Salamanca!
¿De dónde saca Santa Teresa el contenido de sus escritos? Sin duda alguna, la primera fuente es la experiencia de la vida, la suya propia y las personas con las que trató.
Hay otros cauces que aumentan su caudal: los libros que leyó, los sermones de la época, las Sagradas Escrituras, los confesores y directores espirituales, el trato con los mejores teólogos de su tiempo y otros.
No hay que olvidar la inspiración del Espíritu Santo. Así lo ha reconocido el magisterio eclesial. Siempre los pintores de Santa Teresa dibujan la paloma, símbolo del Espíritu. “Siempre fui amiga de letras” (Vida 5,3).
La base de su cultura fue muy superior a las mujeres de su tiempo. Fray Luís de León, el primero que publicó sus obras, dice en el prólogo:
“No siendo de las mujeres el enseñar, sino el ser enseñadas, como lo escribe San Pablo, luego se ve que es maravilla nueva una flaca mujer tan animosa, que emprendiese una cosa tan grande; y tan sabia y eficaz que saliese con ella y robase los corazones que trataba, para hacerlos de Dios y llevase la gente en pos de sí”.