Una vez analizada la causa por la cual en el artículo anterior se mezclaron datos de varios compositores al hablar de Mozart, en este artículo analizaré el artículo correspondiente a anécdotas de J. S. Bach, y a la vuelta de vacaciones volveré a repetir el verdadero artículo de Mozart.
La vida de Bach fue una pasión y una crucifixión: perseguido por la envidia y asediado por las deudas tocó, arregló, afinó y construyó órganos, cantó, compuso de día y noche hasta su ceguera; a su muerte, sus hijos se repartieron sus partituras y a su viuda solamente le dejó un órgano construido por él mismo, (se puede ver en el museo de Leipzig) y dos violonchelos.
Se casó dos veces, primero con su prima María Bárbara y un año después de la muerte de ésta con Anna-Magdalena; de sus matrimonios tuvo veinte hijos, la mitad se le murieron víctimas de la época a muy corta edad y de los otros, seis sobresalieron en el campo de la música y hoy están para siempre junto a su padre en la historia de la música. Muere en Leipzig el 28 de Julio de 1750.
En cuanto a sus anécdotas, hay una referente a sus habilidades de improvisar y leer a primera vista.
Bach dio a entender que todo buen músico debía interpretar a primera vista cualquier partitura. Un buen amigo suyo, el organista de Weimar le tendió una trampa: una de las veces que almorzaban juntos, Sebastián se dirigió hacia el clave, vio allí una partitura y se puso a tocarla; pero no había avanzado mucho cuando llegó a ciertas notas que le hicieron parar y sorprendido (no estaba acostumbrado a parar ante ningún tipo de música por muy complicada que fuese), repitió desde el principio volviéndose a parar en los mismos compases. En aquél momento, su amigo que estaba escuchando no pudo contener la risa. Bach se levantó y dijo: “Aún no ha nacido el hombre capaz de tocarlo todo a primera vista. Este pasaje es imposible”.
Hay otra referente a su dominio insuperable del órgano.
En Dresde se presentó un famoso músico francés anunciando que estaba dispuesto a competir con todos los músicos del país para demostrar su superioridad. Esta forma de actuar no despertó el interés de Bach, pero algunos músicos alemanes se sintieron ofendidos y le suplicaron que defendiese la música alemana. Bach se dejó convencer y aceptó el reto; el encuentro debía celebrarse en casa del conde Flemming. Bach entró tranquilo dispuesto a someterse a cualquier prueba musical que le propusiese el francés; pero aquél señor se hacía esperar y no hubo más remedio que mandar a un lacayo a buscarle; pronto regresó el criado con la noticia de la “escapada” aquella misma mañana. Se sospechó que había tenido ocasión de oír tocar a Bach sin ser visto y reconocería en él a un músico con el que no se podía competir, llegando a la conclusión de que lo más conveniente para su fama era no acudir a la cita.
Admirador de George Frederich Häendel y Dietrich Buxtehude
Bach pasaba horas enteras copiando sus partituras, llegando incluso a dirigir en Leipzig la cantata de Häendel sobre la Pasión de Nuestro Señor.Bach tenía la sensación de que fuera de la música existía un lazo entre ellos e intentó en varias ocasiones encontrarse con Häendel, pero nunca fue posible.
Häendel era un músico suficientemente grande para reconocer la importancia de las obras de Bach, aunque la fama de éste quedaba limitada a Alemania, mientras que su nombre sonaba hasta en Italia e Inglaterra. La diferencia estaba en que Häendel buscaba al público, viajaba mucho y ganó mucho dinero, mientras que Bach huía del ruido y del mundo y se dedicaba al trabajo tranquilo y silencioso en el seno de su familia.
Siendo Bach organista de la iglesia de Arnstadt, pidió cuatro semanas de permiso para viajar a Lübeck y asistir a los famosos conciertos vespertinos organizados por Buxtehude (organista de Lübeck).El viaje era de cuatrocientos kilómetros. Según cuentas las crónicas, el camino fue recorrido a pie, pero parece muy improbable ya que el tiempo de que disponía Bach no hubiera sido suficiente. Sus expectativas se vieron cumplidas pudiendo escuchar maravillosas obras en unos días gloriosos de gratificantes descubrimientos.
Generosidad de J. S. Bach
Su generosidad para los demás músicos era muy conocida.En cierta ocasión oyó oír hablar mal de J. L. Marchand (organista francés) y contuvo las críticas con estas palabras: “Os voy a enseñar lo hermosas que son sus suites para clave, que tanto despreciáis”.
Se sentó al clavicordio y supo elegirlas y tocarlas con tanta delicadeza, que parecieron muy superiores a lo que realmente eran.
Afición por los juegos de ingenio
En 1738 Lorenz C. Mizler, antiguo miembro del Collegium Musicum de Bach fundó la Sociedad de las ciencias musicales. Al principio, Bach fue reacio a formar parte de esta sociedad, pero su actitud cambió cuando Häendel ingresó en 1745 y se convirtió en el socio nº 11. Aún así, Bach esperó dos años y se decidió a ingresar en junio de 1747. Para su ingreso presentó como prueba de su saber un complicado triple canon en seis partes.
Esta demora en incorporarse a la sociedad es muy probable que se debiera a su afición por los ludus ingenii (juegos de ingenio), que era también compartida por el fundador de la sociedad. Era una práctica común en la época sustituir por números las letras del alfabeto y expresar un nombre por un número.
La palabra Bach corresponde al número 14, ya que la B es la segunda (2), A la primera (1), C la tercera (3), y H la octava (8), lo que suma 14. Por lo tanto demoró su entrada en la sociedad hasta que su número de socio fuera el 14.