Algunas veces me sorprenden algunas jergas lingüísticas, no tanto quizá por su originalidad sino por aquello que implícitamente pretenden expresar.
No veo demasiada televisión últimamente pero de esas pocas veces que consigue captar mi atención, en estos últimos tiempos escuché algo que me hizo rascarme un poco la sien con cierta perplejidad.
En el contexto de una de esas series juveniles americanas dónde los chicos y las chicas suelen tener entre ellos conflictos continuos y los roles se estereotipan sin términos medios entre los chavales empollones y resabidillos y los que van de fatales por la vida, una adolescente rebelde le dice a otra totalmente opuesta a ella que, su lema existencial, era la “V” al cuadrado. Naturalmente, la otra adolescente enseguida le preguntó: – ¿La “V” al cuadrado?, ¿ Qué significa eso?.
Hasta ese momento la serie en cuestión me fue indiferente pero aquella cuestión me interesó; ¿qué significaba aquello?, me pregunté yo también. Nunca lo había oído y por otro lado la “V” en sí misma no pasaba de ser más que una mera letra del abecedario.
Pero la cosa tuvo su intríngulis, la adolescente, muy docta en apariencia, contestó:
– Pues qué va a ser, tonta, Vivir la Vida. La “V” al cuadrado…¿lo pillas?.
Acabáramos, me dije. La potencia matemática aplicada al sentido de la vida.
Bonita metáfora aunque también peligrosa en personalidades díscolas y fatales como la que aparentaba la adolescente rebelde de esa serie.
Fue precisamente ahí dónde me quedé. No continué viendo la serie en cuestión, pero el mensaje caló en ese apartado que siempre le concedo a la observación y a las conclusiones de lo observado.
Ciertamente se trataba de pura ficción inspirada por algún guionista, pero no es menos cierto que la realidad no dista casi nunca demasiado de la ficción y más veces de las que nos detenemos a observar, son puro reflejo.
Yo imaginé por un momento a mis hijos adolescentes haciendo acopio de ese lema, y francamente, me asusté, porque aunque la vida es un auténtico y preciado regalo de Dios, el modo en el que se vive la vida es determinante para la persona, no tanto por el presente, sino por su futuro.
La “V” al cuadrado, como el “Carpe diem” y tantos otros lemas de parecido calado no son malos ni buenos en sí mismos, se convierten en regulares si no los acompaña una dosis de prudencia y consecuencia, y malos si los acompaña el libre albedrío sin ley. He aquí el peligro.
La vida es compleja, demasiado algunas veces, aunque quizá la complejidad de la vida más bien la determinemos nosotros mismos con nuestra inconformidad o incluso con nuestro proceder en esas bifurcaciones y obstáculos que nos salen al paso.
Pero sea como fuere soy de la convicción de que la vida, como regalo que nos es entregado desde el momento que nacemos a la luz, no es para vivirla únicamente desde la satisfacción sino también para edificarla día a día con sólidos cimientos que habrán de sostenernos hasta el final de nuestros días, unos cimientos que tendrán una argamasa no sólo con materiales de risa, diversión, aventuras y logros sino también de exigencia, paciencia, a veces sufrimiento y lágrimas, desafíos, también riesgos, vuelos rasantes y otros elevados en la sosegada plenitud.
Sólo así es válido, a mi juicio el lema la “V” al cuadrado.
Por un lado la “V” de vivir con satisfacción y edificación, y por otro la “V” de vida en sí misma como un regalo de Dios. Cualquier otro modo de entenderlo y de llevarlo a cabo se corre el riesgo de agotarse y desencantarse, un riesgo que corren muchos jóvenes hoy al ver solamente la vida como un continuo envoltorio de regalo que rasgar para ver el contenido y una vez alimentada esa curiosidad, nada más.
Aquellos que ya hemos visto, con más o menos clarividencia, que la vida contiene más allá de su envoltorio demasiadas cosas como para no dosificarlas, tenemos el deber moral de enseñar a quienes, por su tierna edad, ven la vida en sus bríos iniciales y frescos.
En mi ciudad, coincidiendo con Almodóvar de Campo, cada principio de Septiembre se celebran las fiestas patronales, una ocasión en la que de modo casi natural y mecánico aflora el espíritu festivo deseoso de reír y divertirse.
No es ni mucho menos insano que así sea. Es más, si me apuran, lo deseable es que siempre exista un paréntesis para celebrar algo con jubilo, pero estarán conmigo que, en lo comedido está también lo razonable y por tanto el equilibrio entre lo edificante y satisfactorio.
Hoy es hoy, para usted, para mí, para mis hijos, para los suyos, para nuestros amigos, para todos aquellos a quienes queremos, pero después de hoy, sea o no fiesta, la consecuencia lógica es que llegue mañana, pasado mañana….un don y un regalo de Dios renovado cada día que amanece.
Una oportunidad también renovada para que nuestra vida sea rica espiritualmente o muy pobre si nos quedamos en la superficie de lo vívido.
Así pues, creo que el mejor deseo que puedo trasmitir hoy en estas líneas, en sus fiestas y en las mías, es que vivan esa “V” al cuadrado con espíritu festivo pero al tiempo edificante con argamasa de alegría, fraternidad, profundidad e integridad y que sean capaces de ser, al tiempo, parte de los buenos cimientos de otros, de esos jóvenes y niños que viven en nuestra comunidad y entorno.
Alguien anónimo dijo: “Carpe diem” .No significa que debamos buscar hoy todos los placeres, sino que debemos buscar y disfrutar de todos los placeres de hoy. En el camino espiritual no es preciso ir a la búsqueda de lo extraordinario, porque lo extraordinario reside en la profundidad de lo cotidiano y ordinario”.