Así como quien está esperando una cosa nueva, que mucho desea, se alegra cuando ve alguna señal de su deseo, y, aunque sea pequeña, le da no pequeño gozo por la muchedumbre de su deseo, así mi ánima se hinchó de regocijo con la carta de vuestra merced, porque no sé qué barrunté de las palabras que en ella vienen, lo cual, si fuese de hecho, sería un gozo para mí tan grande, que pocos me vendrían que se le igualasen.
Yo deseo ver esa vuestra ánima desengañada de las muchas vanidades que se usan y tratan, y que pensase con verdadero corazón que en ninguna cosa está a su descanso sino en poseer al mismo que la crió; y anduviese tan cuidadosa de buscar este bien y tan herida del amor de su Dios, que todo este mundo con su flor le pareciese un humo que falta, y una sombra sin tomo, y un engaño de necios, que a sus amadores hace enemigos de Dios y por lo temporal les hace perder lo que nunca se acaba. …
¡Oh humana miseria, digna de ser con lágrimas vivas llorada, que eres tú inclinada a lo que te daña, pensando que eso es lo que te cumple! Tienes por ganancia y piensas que te ha ido bien cuando de esto presente eres abastado, y a duras penas sientes ni lloras de estar en desgracia de Dios.
Sabes mirar y estimar la honra del mundo, que tan presto se pasa, y cuanto dura, aun no es para hacer a su poseedor un cabello mejor delante el acatamiento de Dios, y no curas si eres honrado o deshonrado en la corte de Dios…
Vives contigo para ser miserable del todo, y no vives al contento de Dios, que es suma felicidad. Una será de dos, sin falta ninguna: o que la lumbre del Espíritu Santo ha de dar a entender esta gran ceguedad, o el gran tormento que está aparejado abrirá los ojos del engañado cuando ya no tenga remedio. Pues, señor, si a vuestra ánima amáis, si a Dios teméis, si vuestro corazón no es de piedra, mirad la brevedad de la vida… ¿Pues qué esperamos? ¿Qué nos detiene? ¿Qué nos engaña y hace descuidados en negocio que tanto nos va? ¿Por qué pensamos que va en esto poco, pues otro negocio no hay mayor?
Y si decimos que por tal lo tenemos, ¿por qué tan poco trabajamos en él, tan pocas horas gastamos en él, tan poco lo meneamos, tan pocos consejos pedimos, tan mucho nos parece un rato que en ello empleamos, no cansándonos ni pareciéndonos mucho todo lo que se emplea en los negocios de acá?
Toda nuestra vida da voces que amamos más lo presente que lo venidero, y lo exterior que lo interior, y el dinero que la virtud; porque aquello amamos más que más deseamos alcanzar cuando nos falta, y por quien con más ansia trabajamos, y con que más nos gozamos cuando lo tenemos, y de que más nos duele cuando lo perdemos..
Día vendrá, y presto vendrá, en que estos tales terrenos se queden burlados y, dejando sus trabajos y frutos de ellos en la tierra, vayan desnudos, pobres, avergonzados delante de Aquel que acá los envió, no para que en el camino se quedasen mirando las vanidades, mas para que pasasen por lo temporal sin parar, no pegando el corazón en ello; y trayendo el cuerpo en la tierra, trajesen el corazón en las cosas del cielo; viviendo en la carne, y no según la voluntad de la carne, y estando en el mundo, no teniendo condiciones del mundo; mas que, como hijos que remedan a su padre, fuesen limpios, verdaderos, piadosos, humildes, mansos, y cómo aprovechar a sus prójimos…
Despertemos, señor, ahora que tiempo tenemos; miremos por lo que más nos cumple y para siempre ha de durar, y dejemos la vanidad a los vanos, que ellos y ella perecerán. Alcemos los ojos al que nos dio la vida y ser que tenemos, y después dio su vida porque no se perdiese la nuestra, y con grandes trabajos nos enseñó el camino que habíamos de andar, y con muerte llena de tormentos y deshonras nos esforzó a toda virtud, y nos alcanzó gracia para servir y agradar a Dios.
Escudriñemos los rincones de nuestra conciencia y curemos lo que está llagado; desatemos los lazos de nuestros pecados, pongamos remedio en lo que más nos hace temer, y aplaquemos los gritos que nuestra conciencia nos da, haciendo lo que nos manda… estemos esperando, como siervos fieles y despiertos, a la venida de nuestro Señor, y seamos hallados con candelas encendidas y los lomos ceñidos…Cristo sea todo amor de vuestra merced y la señora su mujer, cuyo deseo de verme le pague Dios; y la venida por acá cese hasta que Dios ordene mi ida allá, pues yo también la deseo.
La fuerza y gozo que Dios para vivir las dificultades de la vida:
“Así como el niño a quien su padre lleva de la mano: que con ese favor y amparo no se asombra ni atemoriza de las cosillas que por la calle topa. Como el buzo, que metido debajo de las aguas, no se ahoga. Como el aceite, que con nada se mezcla, sino que siempre nada y está encima. Como el avestruz, que con el fuego ardiendo que traga no se muere. ¡Oh, qué estómago tan ancho tiene el justo! : en él todo cabe, un Cristo crucificado con su cruz y espinas. Nada le ahoga, nada le turba, todo lo digiere; zambullido en penas, en ellas halla lo que busca sin que se ahogue ni desmaye; junto con las tribulaciones, sobre ellas nada; con nada admite mezcla si no es con sólo Cristo, con quien perfectamente está unido…
Cuando los trabajos y mortificaciones tienen asiento en solo este hombre exterior, culebras y serpientes son que parece nos están tragando, como las que picaban a los hebreos, que de sus picaduras morían; pero, levantada una serpiente en alto y puesta en un madero, no sólo no pica ni mata sino da vida (Cf. Num 21, 6-9). Así son los trabajos en los que son tierra, en los que por bajo caminan. Pero estos propios trabajos, levantados y puestos en la cruz de Cristo, con quien un alma amiga de Dios está unida, no sólo no le hieren ni matan, sino le dan vida y sirven de báculo que la sustenta…
En el cuerpo es donde el justo se abrasa y se quema, donde los trabajos son noches de invierno, donde el justo padece desabrigo y anda helado. Que allá dentro en el alma… allí siempre es de día, siempre el alma tiene luz; jamás le viene la noche mientras goza de esta unión…
¡Oh hermanos de mi alma, y qué dichosa es el alma que tiene a Dios! ¿Quién con veras no le busca y, hallándole, no le tiene de suerte que no se le vaya? siquiera para que no sintamos tantos trabajos, mortificaciones, afrentas y denuedos como en este mundo se pasan…, para estar y vivir siempre alegres; para que la noche ni oscuridad no nos halle; para ser fuertes y desafiar al mundo; para poder levantar la cabeza en el día de la tribulación.”