Siempre, pero en especial en este año sacerdotal, quiero dar las gracias a Dios por haber puesto en mi camino a tantos sacerdotes que me han ayudado y ayudan en mi caminar como católico, no siempre fácil y más aún en estos tiempos.
Repasando un poco mi contacto con estos sacerdotes me he dado cuenta que todos ellos tienen los mismos “defectos”, a saber:
- No tienen buena memoria. Olvidan todo. No tienen una memoria como la mía; no sólo perdonan, y perdonan a todos, sino que incluso olvidan que han perdonado.
- No saben de matemáticas. Cuando se trata de salvar a una oveja descarriada, no se dejan desanimar por ningún riesgo, por ningún esfuerzo.
- No saben de lógica. El corazón tiene sus razones, que la razón no conoce.
- Son aventureros. No tienen propaganda propia. Son, en cierto sentido como Jesús. Son aventureros del amor del Padre y de los hermanos.
- No entienden ni de finanzas ni de economía
Pero tienen estos “defectos” porque tienen (son) Amor. Siguen a Jesús. El amor auténtico no razona, no mide, no levanta barreras, no calcula, no recuerda las ofensas y no pone condiciones. Todo esto hace que vea más y mejor el gran Amor de todos que es Jesús. Siguiendo al cardenal F.X. Nguyen Van Thuan, en sus ejercicios espirituales ante la curia vaticana del año 2000, “Jesús actúa siempre por amor. Del hogar de la Trinidad él nos ha traído un amor grande, infinito, divino, un amor que llega a la locura y pone en crisis nuestras medidas humanas…”
Estos “defectos” de los sacerdotes, en Jesús, gracias a Dios son incorregibles. De aquí mi apuesta por los sacerdotes y aunque fallen, nunca podrán apartarme de Jesús. Para finalizar, nunca dejéis de meditar lo que Jesús dijo a santa María Alacoque: “Si crees, verás el poder de mi corazón”.