Permítanme que me presente, soy Sebastián Catalán, Coronel de Infantería de Marina retirado. Tengo 78 años de edad, y actualmente vivo en la Residencia Virgen del Carmen de Pedreguer, un bonito pueblo de Alicante, ubicado a unos diez kilómetros del mar Mediterráneo y a mitad de camino entre Alicante y Valencia.
Los motivos de encontrarme viviendo en la residencia son personales.
También se me puede preguntar por qué conozco Almodóvar del Campo; la razón está en que mi yerno es natural de ahí, y además es un enamorado de su tierra. Me enseñaron un ejemplar de la revista mensual que D. Tomás y Colaboraciones editan para sus feligreses, y debo decir que me impresionó mucho y de una forma muy favorable.
Exige dedicación y trabajo.
En la residencia en que vivo editamos una pequeña revista con carácter mensual. Me corresponde dirigirlo y la verdad es que disfruto mucho. Es sencilla, se edita en el Ayuntamiento de forma gratuita mediante fotocopias y se reparte entre los residentes, sus familias y entre las personas que frecuentan la parroquia. Incluimos artículos de carácter religioso y noticias que nos afectan directamente.
He elegido como tema de este artículo “Mi vida en la residencia”. Confieso que tomar la decisión de dar este paso supuso para mi un esfuerzo importante, aunque lo tenía decidido como la mejor solución para mi vida.
Conocí la residencia por dentro un sábado que asistí al. Santo Sacrificio de la Misa. Me impresionó la limpieza y el orden que vi en ella, había una serie de personas mayores en sillas de ruedas y no era posible distinguir entre el resto de los residentes las personas que sólo asistíamos a la Misa.
A lo largo de tres años viví en una casa alquilada, y no volví a entrar en la residencia, hasta que di el paso definitivo de alojarme en ella. Me di cuenta que me había integrado desde un principio en una nueva familia de cincuenta personas, con una edad media de 85 años, con limitaciones físicas, con enfermos de Alzahimer, y también personas que no precisaban de ninguna asistencia especial.
Nos atienden unas veinte personas, casi todas chicas jóvenes, con una gran vocación, que nos dan todo su cariño y trabajan con plena dedicación. A través de las entrevistas para la revista pude conocerlas mejor ¡Son una auténtica joya!.
Me gustaría destacar el buen ambiente que hay entre los residentes, los válidos ayudan a los que precisan sillas de ruedas a desplazarse al comedor o al jardín, complementando así el trabajo de las auxiliares.
La limpieza es muy buena, diariamente, incluidos sábados y domingos, friegan todas las habitaciones, pasillos, comedor, salones, toda la zona habitable. Lo mismo cabe decir del servicio de lavandería y de la comida, que es espléndida.
Un mes me entretuve en anotar los menús de tres semanas de comida y cena, y me salieron cincuenta y cuatro platos diferentes, aparte de los entremeses y la sopa que acompañan todas las comidas.
Por la tarde contamos con la colaboración de una técnica en actividades socioculturales, que organiza para cada día de la semana una actividad distinta.
Los miércoles tenemos el rezo del Santo Rosario y los Sábados la Santa Misa. Una vez al mes el párroco imparte la Comunión a. todo el personal y una vez al año se celebra la Unción que se imparte prácticamente a todos los residentes.
Cada trimestre representarnos una pequeña obra de teatro en la que se procura que intervenga el mayor número posible personas, y el último viernes del mes celebramos los cumpleaños de ese mes con una merienda especial.
Sí me gustaría comentar un hecho que se produce con frecuencia, muchos de los nuevos residentes se incorporan por necesidades familiares, y lo hacen de forma no voluntaria., pero al cabo de cuatro o cinco días, se encuentran integrados.
Terminaré contando el comentario que yo le hacía a una amiga que tiene a su madre y a su hermano ron problemas físicos graves en la residencia. Ella disfruta de una muy buena posición económica., y a su pregunta de si era mejor tenerlos en casa o en la residencia, le contesté: “Tú te puedes permitir tener a tu madre y a tu hermano en tu casa, con tres personas cuidándoles en tres turnos. Te aseguro que ni tu madre ni tu hermano estarían cuidados como aquí”. Ella estaba de acuerdo, pues conoce la residencia en profundidad.
Una última cosa, es una pena que bastantes de las personas que entran, lo hagan con el fin de que se les atienda, cuando en casa se sienten rebasados y han pasado por momentos muy duros. En la residencia se les cuida con todo cariño, disfrutan de la compañía de los demás, pero han perdido un tiempo precioso.