Es un yo no soy yo. Y un ir perdido.
Y un encontrarse dentro de un consuelo que punza con la fuerza de un flagelo
que hiriera sin herir lo que has sentido.
Y es convencerme y no estar convencido
de que un ansia —no sé de qué ave en celo
que ser parece el alma— mueve el velo
que oculta lo que nunca he comprendido. Y es un ahogo. Y es demasiada
luz de no ver, llevándome a estar cierto
de que, ahondado el mirar, lo ciego aumenta
y más me hace testigo de mi nada.
( ¿O de otra realidad en la que advierto
que me salvo de mí sin darme cuenta..?)
Noche de tal sabor a cautiverio,
y a redención, y a soplo de un misterio
que va y viene, y orienta y desorienta
a mi nada y mi todo, en donde cabe
que sólo el corazón sepa la clave
de por qué en tal batalla se apacienta
mi ser..
¿O mi no ser..? ¿Cuál de los dos..?
¿Y cómo saberlo cuando nada sé..?
Todo es presencia oculta donde Dios
nos da cegueras en las que se ve
lo que cabe sentir: lo desmedido
de un Amor que se halla en lo escondido
de las oscuras noches de la fe.