Hemos comenzado el curso de confirmación y tras varias reuniones en las que hemos hablado de temas muy interesantes, una sensación agridulce ha resonado en estos días dentro de mí.
Para mi sorpresa a pesar de tener un grupo muy numeroso de 15 chicos alegres y comprometidos, a pesar de estar en la mejor época de sus vidas, con 17 años todos ellos, manifiestan no tener esperanza ante la vida que tienen por delante.
Expresan un pesimismo impresionante ante la sociedad, ante los proyectos de futuro; la queja es su respuesta continua ante cualquier situación e incluso ante su valía personal.
Hace poco chequeando el correo electrónico llegó hasta mi un pequeño e-mail que me llamó la atención y que decidí llevar al grupo y trabajar con él.
Se trata de un testimonio lleno de esperanza, esa esperanza que anhelan a la vez que necesitan los chicos.
Ya de primeras el titulo me gustó, decía algo así como “Tocando el cielo… sin brazos”, y es la historia de vida de una joven nacida sin extremidades superiores llamada Jessica Fox.
Jessica nació con una enfermedad congénita que le determinó su vida, por ello centró y canalizó toda su energía en los deportes.
Comenta que cuando era joven lo que más le molestaba eran las miradas de la gente, porque “es muy duro ser diferente”; pero eso la ayudó a apoyarse en su familia y tener a sus padres como modelos, pues ellos jamás la vieron distinta a los demás.
A pesar de su problemática se sacó el carnet de conducir, se graduó en Psicología y con solo 26 años y 1,55 metros de estatura consiguió ser la primera mujer que pilotaba un avión sin brazos.
Es asombroso como esta chica contagia alegría, felicidad y sentido del humor aún faltándole una parte de su cuerpo que los demás consideraríamos indispensable.
Sin duda un fascinante ejemplo de superación personal y de lucha que nos dejó a todos en el grupo sorprendidos a la vez que admirados.
Y es que como afirma Jessica, “hay un miedo universal en la sociedad actual y sobre todo en los jóvenes, y es el temor a la insuficiencia y la falta de fe en nosotros mismos”.
Comentando entre todos lo que nos había hecho sentir este relato, lo que había resonado dentro de cada uno de nosotros, concluimos que es una pena que tengamos que recurrir a contemplar situaciones de este tipo, o ponernos al límite para valorar realmente lo afortunados que somos, y entonces decidir vivir nuestra vida al 100%, esa que Dios pensó como la mejor para cada uno de nosotros.
El trabajo con este testimonio nos hizo comprometernos como grupo a olvidar la “desesperanza”, dejarla guardada en el remoto lugar del ático de nuestra memoria, tratando de ser olvido de todo lo que nos duele, angustia, no llega, no intentamos porque…., o porque hay otros que…, o porque lo intentamos millones de veces…., o porque la paciencia tiene un límite… o porque de plano nos cortaron las alas, o por otro largo, larguísimo etc…
Sabemos que el ser humano ha de tener momentos bajos para así en las debilidades hacerse fuerte, sabemos que no estamos solos, que teniendo fe como Jessica todo se puede conseguir.
Como decía Martín Luther King:
“Da el primer paso con fe, no hace falta ver toda la escalera sino sube al menos el primer escalón…”
Así lograremos todo lo que nos propongamos incluso ¡¡Tocar el cielo!