Sal del mundo: que me convierta en gourmet del reino,
añadiendo a la vida de cada día el único ingrediente
que conserva en su totalidad todas sus propiedades: Dios. (Mt 5, 13)
Luz de las gentes: que nadie pase por mi vida sin contemplar
el enorme voltaje de paz, amistad y amor
que Tú has encendido en mí. (Mt 5, 14-16)
Cimiento sólido: que las inclemencias y las adversidades de cada día
no permitan echar abajo la gran obra
que Tú estás construyendo en mi vida. (Mt 7, 24-27)
Semilla que cae en tierra buena: que tu palabra
cale profundamente en mi corazón
y pueda dar fruto y fruto abundante. (Mt 13, 3-8.18-23)
Trigo en medio de la cizaña: que combata el mal a base de bien,
sin violencia, sin críticas destructivas, sin puñetazos encima de la mesa, dejando que el Sembrador se encargue de la cosecha. (Mt 13, 24-30.36-43)
Grano de mostaza: que, desde el anonimato y los últimos puestos,
pueda contribuir a acercar tu reino entre mi gente
creciendo en sabiduría, prudencia y amor de Dios. (Mt 13, 31-32)
Levadura en medio de la masa: que mi vida
sea un fermento de buenas obras
en medio de mis hermanos. (Mt 13, 33)
Tesoro a la vista de todos: que sean muchos los que me encuentren
y puedan adquirir, a precio de hermano agradecido,
las maravillas que Tú depositas en mí. (Mt 13, 44)
Talento productivo: que jamás entierre los dones
que Tú me entregas cada día,
y tenga la valentía y la generosidad suficientes
para compartirlos con mis hermanos (Mt 25, 14-30)
Señor, Maestro bueno y generoso, haz de mi vida una parábola de carne y hueso, capaz de transmitir, a través de las acciones y de los acontecimientos de cada día, tus enseñanzas a mis hermanos, haciendo de mi corazón, escuela del Reino, abierto las 24 horas del día, los 365 días del año.
José María Escudero (Revta. “Misión Joven”)