Sería interminable enumerar la cantidad de oscuridades que para muchos estorban ver la Luz. Hay, incluso, personas empeñadas, en legislar, actuar de tal forma que se oscurezca esa Luz.
Sin embargo, dice la Biblia que “la Luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron” (Jn. 1,5).
Hay leyes, como la del aborto, como la retirada de los crucifijos… Hay guerras, hambres junto a enriquecimientos; terrorismos.. etc, que intentan ocultar la Luz.
Pero, junto a tantas oscuridades y malas noticias, está la Buena Noticia: La Palabra-que era Dios- se hizo carne. Ese es el gran anuncio, el gran regalo de la Navidad.
Aunque difícilmente aparece esta Noticia en los telediarios y medios de comunicación; para quienes tienen los ojos y oídos del alma bien abiertos es fácil reconocerla.
Es histórico que el Hijo de Dios nació de una mujer-María, creció junto a ella y José y apareció entre los hombres anunciando y viviendo un estilo de vida nuevo, brillante, atractivo, cautivante.
Es fácilmente comprobable la cantidad de niños, jóvenes, hombres y mujeres en los que La Palabra- Dios se ha hecho carne y han brillado por sus palabras, por sus gestos de amor y de perdón, de esfuerzo y lucha por la paz, por la fraternidad; de trabajo por ayudar y desarrollar a los pueblos y personas más pobres de nuestro mundo. Se podrían llenar libros y libros de dos mil años de historia sobre todo esto.
Hoy mismo es fácil comprobar que la Luz de Cristo brilla en medio de las tinieblas; que Cristo nacido hace tantos años sigue vivo en muchas personas y transformando gozosamente muchas vidas.
¡Cuánto podríamos escribir sobre la labor de todos los que formamos la Iglesia en favor de un mundo nuevo, el mundo soñado por Dios al hacerse hombre entre nosotros!
Queridos amigos: Felicitemos a tantas personas que se han creído de veras, con todo el corazón y toda su vida, la Navidad.
Felicitémonos también a nosotros mismos, si, a pesar de nuestros posibles fallos, pertenecemos a aquellos que, como dice San Juan (1, 12) , hemos creído y hemos nacido de Dios y somos testigos, en nuestro decir y hacer, de la Luz-la Palabra hecha carne.