Son variadas las expresiones que actualmente se utilizan para justificar la eliminación de los signos cristianos, (crucifijos, belenes… etc) de las aulas y que hace posible la asignatura de “educación para la ciudadanía”.
Esas expresiones, que alguna vez, sin duda, hemos oído, son ““masones”, “religión universal”, “ común con la exclusión de lo específico”, “lo común”, “laicismo moderno”. Las mismas no obedecen nada más que a una realidad específica y concreta, recluir lo cristiano al foro interno de la persona y dentro de las iglesias.
Creo que no hay mayor error que el pensar que por el mero hecho de no manifestar externamente nuestra realidad religiosa vayamos a ser mas tolerantes con el resto de confesiones y aún con aquellas personas que no tienen ninguna.
Dice un escritor masón que como “masones pertenecemos solamente a la religión universal, a saber, a la integrada por lo común a todas las religiones”
Nosotros, como católicos, debemos entender, que, aunque efectivamente hay cosas en común con otras religiones y que debemos caminar hacia el ecumenismo, como hace nuesto Papa Benedicto XVI, tenemos algo muy específico y es que Jesús es Dios, que murió y resucitó por nosotros, para nuestra salvación y que nos presentó un modelo de vida plasmado en los Evangelios. Que a través de la Cruz, donde Jesús murió, se nos mostró el camino de la salvación.
Si somos conscientes de esto debemos reivindicar que lo que externamente nos identifica siga siendo respetado por aquellas personas que fundamentándose en “lo común” quieren excluir lo particular y más aún sabiendo que ese particular es verdad y ES LA VERDAD.
Si “lo común”, como decía el escritor, es lo “establecido mediante el consenso por los representantes políticos y por el gobierno”, creo que esto implicaría dejar la existencia de Dios en manos de los hombres y no hay mayor barbaridad que el pensar y creer que el hombre sea el que tenga que justificar la existencia de Dios, cuando es Este el que da sentido y justifica al propio hombre.
A título particular os puedo decir que yo no oculto ni en mi trabajo ni en mi casa ni en mi persona los signos externos de que soy católico.