En estos momentos de tanto desastre y destrucción para el pueblo haitiano me vienen a la mente rostros concretos de personas que conocí en Miami: Angie, Irmine, Joseph; un niño, este último, que había hecho la primera comunión y que me llamaba la atención el fervor con el que comulgaba y el cuidado que su madre había tenido en prepararlo.
No conocía al pueblo haitiano hasta que llegué a Estados Unidos. Después me he enterado que su presencia en este país no es de ahora.
De hecho unos 800 haitianos pelearon en contra de los ingleses para lograr la independencia americana.
Una de las características de este pueblo haitiano es su amabilidad, su espíritu pacífico, su fe en Dios, el sentido profundo de familia, etc. Son refugiados que han venido huyendo de la opresión política y de las condiciones de pobreza de su país de origen.
La mayoría de los haitianos, por no decir la totalidad, son negros. Pero una negritud que es fina y elegante. Muchos hablan el creole que es su lengua, el inglés y el francés.
Es una población joven, el promedio es 24,3 años.
A nuestro Centro de Espiritualidad se acercaban todos los días haitianos.
Madame Louise asistía diariamente a la Eucaristía.
Con frecuencia entraban en nuestra capilla para visitar a la Virgen del Carmen.
Le traían ramos de flores y a veces le dejaban papeles con peticiones. Hablaban con la Virgen como dialogan con una persona viva.
El día de la Virgen del Carmen se desbordaban. Adornaban las andas a su estilo, estaban presentes en la misa y en una procesión que hacíamos alrededor de la casa y en los terrenos del Centro.
No podría olvidar la fiesta del Carmen. Los haitianos organizaban la celebración de la fiesta de la Virgen en nuestra comunidad de Miami.
Al principio de la celebración y en el ofertorio un grupo de jóvenes, ellos y ellas, ejecutaron una danza.
Era sencilla, bella y profundamente religiosa, se acomodaba perfectamente a la celebración. El mismo obispo que estaba a mi lado me comentó al oído: “¡qué belleza de alma tienen estos haitianos!”.
Teníamos en el Centro de Espiritualidad una pequeña imagen de la Virgen, durante todo el año era visitada por los haitianos.
En esta visita quiero destacar varias cosas. Escribían las peticiones en un papel y lo dejan cerca de la imagen. Ella es “la Mamá Carmel” que esta cerca de sus penas y de sus alegrías.
Recuerdo a una haitiana, una madre joven, que tenía enfermo a su hijo, me pidió que le impusiera las manos y rezara por él.
Después se lo presentó a la Virgen y estuvo un rato ante la Señora pidiéndole la salud con lágrimas en los ojos.
Hay dos signos que quiero destacar en esta experiencia de la Virgen en el pueblo haitiano.
Una es muy chocante: dejan cerca de la imagen dinero.
Otra: las flores. Bellas y abundantes. Es impresionante la cantidad de flores que le traen a la Virgen. Son dos signos que expresan lo mejor de su ser: el dinero y las flores.
El día de la fiesta del Carmen organizaban una gran comida después de la procesión y la misa. Todo el mundo era invitado a participar de una manera gratuita.
Es que la Madre de Jesús nos invita a ser todos hermanos independientemente de la lengua, del color y de la raza.
En estos últimos años que Haití ha sido azotado por bastantes huracanes. Para colmo de males el terremoto ha arrasado este país caribeño.
Quiero con estas líneas rendir homenaje a este pueblo tan entrañable.
Dios quiera que este acontecimiento sea el principio de un nuevo Haití, donde reine el buen hacer de sus gobernantes y la prosperidad de un pueblo que ve cómo se van cristalizando sus aspiraciones de libertad, progreso y justicia.