No es necesario explicar a nadie lo que ha supuesto el terremoto en Haiti: cantidad inmensa de muertes de niños, jóvenes y mayores; casas destruidas, y cientos de miles vivos que han quedado en la miseria.
Sobre esta realidad se ha escrito y hablado mucho y todos estamos concienciados de la respuesta de amar y la caridad que nos pide el sentimiento natural y, sobre todo, la fe. “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos… a mí me lo hicisteis” dice el Jesucristo (mat. 25, 35)
En la revista “Alfa y Omega” del día 21, Miguel A. Velasco escribía: “lo que verdaderamente sirve para algo es la inmensa oleada de amor -repito, amor- que esta apocalíptica tragedia ha suscitado. Amor es algo más, bastante más que la hermosa solidaridad humana: tiene un plus de gratuidad, de ternura, de generosidad desbordante. Es lo más humano de los humanos.
Lo que más me ha interpelado, una vez más, frente a la tragedia ha sido la pregunta: ¿dónde estaba Dios en Haití? …
Dios, en Haití, estaba y está donde está siempre: en la cruz de las víctimas, que salva y regenera, y que se convierte en esperanza, en vida eterna y en resurrección.
En Haití, Dios… está en el corazón de cada madre que ha perdido a un hijo; y está en la sonrisa y en la mirada de cada niño que ha sido rescatado de entre los escombros; y está en la voz rota y emocionada del bombero que ha conseguido sacar, milagrosamente, de entre los cascotes apisonadores, el cuerpecillo tembloroso de un niño y que se lo quiere llevar a su casa con él, porque el niño se ha quedado sin padres; y que cuando lo cuenta ante un micrófono de televisión, no puede contener las lágrimas de emoción. ¡Ahí está Dios! Y está en el misionero que no quiere irse,… Dios, en Haití, está en la mujer embarazada a la que han logrado sacar de un edificio en ruinas, y en el primer bebé que ya ha nacido después del terremoto.
Si quieren enterarse los que tanto preguntan ahora dónde está Dios, no tienen más que buscarle. Él no se esconde nunca.
Y cuando pasan cosas como las que están pasando en Haití, menos.
No quiero que se me olvide que tanta maravillosa solidaridad y generosidad, de tanta gente, es muy de agradecer.
Sinceramente….Lo único que ocurre es que eso tiene que ser todos los días, no sólo cuando se nos estruja el corazón”