Hace apenas unos días, nos invita D. Manuel a su casa de Almodóvar. Nos recibe en su despacho, donde él pasa largas horas rodeado de sus libros y ordenadores.
Estas paredes, templos del saber, rebosan el gusto añejo de: historia, literatura, ciencias, veterinaria, geografía, política…
Un lugar en el que el tiempo pierde su medida, como nos ocurrió a nosotras en su compañía. Alguna vez hemos escuchado a alguien decir: yo estuve allí. Refiriéndose a algún monumento o hecho relevante, donde ha disfrutado enormemente. Esta es la sensación que nosotras experimentamos, escuchando, durante horas a D. Manuel.
Esta entrevista, atípica, pues apenas si le hicimos preguntas. D. Manuel es un torrente de palabras. Rebosando anécdotas y vivencias; por lo que al escucharlo no quieres interrumpir, por no perder ni una sola palabra de su saber.
Es como un libro con vida propia, que se abre en el capitulo que él desea. Es ese capitulo el que para Él tiene un significado especial.
Se va meciendo entre sus páginas de la vida de atrás hacia delante sin ningún orden establecido, tal y como surge en el momento.
P.-¿Cuándo nace su pasión por la historia?
R.- Mi afición por la historia es de siempre. Desde niño me gustaba leer biografías. Un escritor actual ha introducido en la literatura española la palabra “Biografía”, referida a la historia de las ciudades.
La vida de las ciudades es (si el traumatismo, la guerra o la catástrofe, no la corta) larga, a veces larguísima. Hay ciudades antiquísimas que continúan siendo jóvenes.
Cádiz y Málaga llevan sus tres mil y cientos de años con garbo juvenil. En realidad están aún en periodo de crecimiento.
Almodóvar tiene solo poco más de 1.200 años. Podríamos decir que está en su más adorable juventud. Tiene su personalidad formada, definida, pero aún tiene por resolver grandes problemas.
P.-¿ Un hecho histórico o anecdótico de Almodóvar?
R.- A través de unas investigaciones que estuve haciendo, de unos antepasados míos que eran ganaderos trashumantes y vinieron allá por el año 1.690. Vinieron al Valle de Alcudia, donde eran posesioneros y residían en Almodóvar. No eran propietarios, eran posesioneros.
Había unas leyes, por las cuales no les podían subir los arrendamientos. Pasaban años y años, cientos de años sin poderlos subir. Era cuando la lana era el petróleo de entonces. Era la exportación principal de España. Exportaba a Inglaterra y a Flandes.
Estos posesioneros vienen de antiguo, comenzó allá por el siglo XV.
Un hijo del Duque de Alba, se casó sin pedir el permiso del Rey y eso lo castigaban deportándolo fuera de la corte. Y este señor, era el posesionero de la encomienda mayor de Calatrava, que estaba en Abenojar; donde residía.
Le escribía una carta a su padre, El Duque de Alba, en la que le decía que lo pasaba bien aquí en el valle de Acudía, con sus pastores y donde había comprado ovejas.
Vivió en Abenojar unos cuantos años hasta que se le permitió volver a la corte. Hay un dato muy curioso, en el que cuenta que unas navidades, el Rey, Felipe II, se va con su sobrino el Rey de Portugal a pasar las navidades al monasterio de Guadalupe.
Y en el monasterio de Guadalupe, hay un documento en el que aparece lo que le dan de aguinaldo los monjes del monasterio a los dos Reyes. Al rey de Portugal y al rey de España. A mi me hizo mucha gracia, pues, venía una partida que era, ochenta arrobas de vino de Ciudad-Real, (que entonces debía de tener mucha fama) porque ponía lo que les había costado a los frailes. Yo comparando los precios de los vinos de aquella época (dato que se encuentra, muy fácilmente, en los archivos en Madrid), valía diez veces más que el vino corriente.
P.- ¿No ha pensado publicar algún libro que recoja todas estas anécdotas y hechos históricos de nuestra tierra?
R.- Hace tiempo, iba al archivo militar de Segovia, donde estuve haciendo un trabajo minucioso sobre los militares de Almodóvar del Campo en la Guerra de la Independencia. Saqué todo lo que encontré. Abundante material. Tengo una carpeta enorme con mucha información y pensé publicarlo.
Cuando yo recopilaba todo este material, en la diputación había un delegado de cultura, que era entonces el alcalde de Tomelloso, pero luego después este hombre cesó y cuando lo presenté a la biblioteca de Autores Manchegos, no mostraron interés en publicar estos temas.
Antes, en tiempos del Instituto de Estudios Manchegos, había dos personas, encargadas de seleccionar los temas de interés. Uno era nuestro paisano D.Manuel Corchado y el otro D. Ramón Maldonado, un hombre muy culto. Persona muy preparada. Natural de Almagro. De momento este material, aquí queda tranquilo. No tengo prisa por publicarlo.
P.- ¿Qué recuerdos tiene de sus primeros años de estudio?
R.- Había unas escuelas medio derruidas, que estaban donde ahora está el mercado, a las que no se les daba ningún uso, pues ya habían construido otras nuevas. Y en ese edificio, se abrió una academia, promovida por un grupo de padres. En ella estudié yo, entre otros. Éramos un grupo muy reducido y teníamos de profesorado a un señor francés, que trabajaba en Puertollano.
Historia y literatura nos la daba D. Antonio Rioja, un abogado que vivió aquí y cuyo padre era secretario de nuestro Ayuntamiento.
Un cura nos impartía latín y alguna otra asignatura.
Anteriormente, nos había dado latín D. Justo. ¡Al pobre, lo mataron en la guerra! No cobraba las clases de latín y no solo eso, sino que tenía un bote lleno de monedas de diez céntimos y nos tenía encargado que a todo aquél que viniese pidiendo en su ausencia, le diésemos una moneda. Y alguno aprovechó el mismo bote para comprarse sus primeros pitillos.
Después de guerra, un grupo de estudiantes, organizamos de nuevo la academia, con los profesores Díaz Murcia, D. Eduardo Agostini, D. Valentín Martínez…
En un primer momento, esta academia, estuvo en la calle Madre Josefa, lo que fue el primer convento de las Monjas Agustinas, en la casa que era de D. Manuel Corchado y que sus actuales propietarios son la familia de Joaquín del Burgo.
Más tarde se nos concedió las instalaciones de agraria, pues en aquellos momentos no se le estaba dando ningún uso.
Pasado un tiempo, el profesorado de la academia se marchaba a Puertollano y estando a punto de desaparecer y se la ofrecen a los frailes, que acababan de volver a Almodóvar.
Reto que coge el Padre Ludovico con gran éxito.
Posteriormente construyen lo que es el colegio de los Carmelitas.
P.- ¿Cómo excoge la línea de Veterinaria en lugar de la Historia o periodismo?
R.- Ni lo sé siquiera. En aquel momento había pocos veterinarios en España.
Hubo un momento en el que no sabía con claridad lo que quería.
Estaba en Madrid y necesitaba trabajar para pagar mis estudios, por la sencilla razón de que mi padre estaba jubilado.
Mi padre fue secretario del Ayuntamiento. Los secretarios de Ayuntamiento de entonces, estaban sujetos al siguiente sistema de pensiones: cada Ayuntamiento, en los que habían trabajado a lo largo de su vida, pagaba una cantidad, correspondiente a los años trabajados. Pero no todos los Ayuntamientos pagaban puntualmente.
Los ayuntamientos tenían que ingresarlo en hacienda y luego Hacienda les pagaba, pero no les pagaban si los ayuntamientos no lo habían abonado. Te encontrabas con unos ingresos muy dispares de unos meses a otros.
Con una inestabilidad económica como esta, a mi no me quedaba más remedio que costearme mis estudios.
Empecé a trabajar, primero en el departamento de propaganda del S.E.U. Después hice un curso en la escuela de periodismo. Unos cursos que hacían que llamaban para profesionales, con una duración de seis meses, pues sin esta acreditación no podías trabajar en ningún periódico.
Posteriormente, trabajé en el periódico Arriba.
Estuve a punto de irme al periódico Pueblo, donde pagaban más. El director, que era un gran periodista, exigía dedicación plena y yo no podía compartirlo con mis estudios.
Estando en cuarto de veterinaria, pensé dejar la carrera, pero fue un jesuita quien me animó a que continuase, diciéndome esta frase: “Si no puedes lo que quieres, quiere lo que puedes”. Ya estás acabando la carrera. ¡Termínala!
Por aquella época yo había leído un libro de D. Gregorio Marañón, titulado: “Vocación y Ética”
Y entre los consejos del padre Jesuita y el libro de D. Gregorio Marañón, terminé encantado con mi carrera, hasta tal punto que los dos disgustos más grandes de mi vida, casi tan grande como cuando murió mi mujer, fue cuando me jubilaron.
P.- Dando un salto en el tiempo. Cómo consiguió que Almodóvar tuviera su Instituto de Enseñanza Media.
R.- No no, gracias a mi no. Yo puse una parte.
P.- Cuéntenos como ocurrieron los hechos.
R.- El edificio que hoy es Instituto de Enseñanza Media, lo construimos con otro destino. Iba a ser un instituto de modalidad Agrícola y Ganadera, pero estaba pendiente de un requisito. Necesitaban un terreno cercano al edificio, en el cual los alumnos pudieran experimentar en diferentes cultivos de agricultura. Pero no se consiguió dicho terreno, por lo que el edificio permanecía cerrado y sin estrenar.
Por otro lado la población de Almodóvar necesitaba un Instituto de Bachillerato, pero al comenzar los primeros pasos en los distintos estamentos oficiales, nos encontramos con no pocas trabas, pues nos decían que Almodóvar ya contaba con un colegio en el que se impartía el bachillerato, eso sí, privado y masculino.
Por eso yo luché por conseguir un centro de Educación al que pudieran acceder todos los jóvenes de Almodóvar.
En la comisión encargada de adjudicar estos centros en el que aparecía el Instituto de Almodóvar como de urgente realización, veo que, a principios de curso, ha sido anulada. Pregunto el por qué, me contestan que Almodóvar, más que un Instituto lo que necesita son escuelas primarías. Que no es que no hicieran falta, pero había intereses por varios sectores para que no se abriera este centro de Bachiller.
Me puse muy firme en mis reclamaciones. “Ese edificio se ha construido para Instituto y si no hay Instituto se quedará el Ayuntamiento de Almodóvar con él”, pues la cesión del solar se hizo en esas condiciones.
Pues a pesar de mis alegatos, se mantenían en su postura. Me fui a ver al Gobernador, al que le dije: “Aquí tiene mi dimisión, si no se le concede el tan necesitado y merecido Instituto a mi pueblo”, “porque esta faena que me ha hecho no puedo aceptarla”.
El Sr. Gobernador llamó al Delegado del Ministerio de Educación y Ciencia, y le dijo: “Se hace el Instituto de Almodóvar”.
Se puso en marcha de nuevo su adjudicación, para más tarde volverse a encontrar con otro carpetazo y ahí fue D. Tomás García de la Santa, que tenía compañeros y amigos en el Ministerio, quien lo consiguió.
Comenzó siendo sección Delegada del Instituto Fray-Andrés de Puertollano.
Yo di un empujón, pero quien realmente lo consiguió fue D. Tomás García de la Santa
P.- Sabemos que consiguió para Almodóvar más de un proyecto.
R.- Un hombre al que yo admiraba fue D. Laureano López Rodó, el que fuese Ministro y anteriormente Comisario del plan de desarrollo.
La primera ocasión que tuve de hablar con Él fue con motivo de conseguir la electrificación de las Aldeas de Almodóvar.
Uno de sus asesores me dijo que si era solo para Aldeas de Almodóvar, no sería viable, si es un plan más amplio, para la electrificación de toda la provincia es más fácil de conseguir.
Entonces me recomendaron que fuese a ver a López Rodó. Solicito dicha entrevista, yo estaba acostumbrado a que la ante-sala de un Ministro era larga siempre y había que esperar todo el tiempo que hiciera falta, y me contestan que me recibirá a las ocho en punto de la mañana, en lo que era entonces la presidencia del gobierno. Llegué a las ocho en punto, no tuve que esperar ni un segundo.
Me citó alguna vez a la hora de comer y no me hacía esperar ni un minuto, pues su comida consistía en un bocadillito y un vaso de leche que le pasaban a su despacho.
La última vez que lo vi, fue en su casa a las doce de la noche, donde seguía trabajando. Un hombre que trabaja de esa manera, es de admirar.
Cuando cesó de sus cargos de la política, volvió a su profesión de abogado del Estado, como lo había estado haciendo antes.
Y se consiguió la electrificación para todas las aldeas de la provincia.
P.- Alguna curiosidad de su época de Alcalde de Almodóvar del Campo.
R.- Fue una época en la que yo trabajé lo que pude.
Tenía una norma. Que era: “Servir, pero no servirse”.
Cuando después tuve que asesorar e introducir a muchos alcaldes, yo les hacía siempre una reflexión: Las Tentaciones de Cristo.
El político es hombre pobre, y muchas veces es un pobre hombre, simplemente.
– El demonio viene y le dice: “Haz de estas piedras pan”.
– Pero, no puede hacer de su oficio de Alcalde su pan.
Luego está la tentación del poder. “Todo esto te daré si postrándome tu me adoras”.
– Hay que ir a un cargo, con la idea de que es un cargo, que tienes que sacrificarte y la vanidad del todo la dejas para otras cosas.
– La tercera tentación es “Tírate que tus Ángeles te salvan”
– Y eso, los políticos, algunos lo han aprendido y otros no.
Agradecemos a D. Manuel Reyero Gijón el habernos permitido realizar esta entrevista llena de recuerdos y curiosidades.
Pregonero en la pasada Semana Santa.
Aquellos que tuvimos la suerte de poder asistir a dicho acto en el Teatro Municipal, aún degustamos sus palabras y recordamos como nos decía: “Cuanto le debe la Unidad y la Cultura Europea al Cristianismo”.
D. Manuel ha sido durante muchos años colaborador de este periódico. Sus muy interesantes y curiosos artículos, aportaban a este medio un nivel especial.
Lo animamos a que lo retome, cuando Él lo desee.