Se contempla el silencio de la misma manera que se recoge el aire en los pulmones; no se aprecia ni se puede recoger en un frasco de esencia, pero está llenando de firmeza nuestro cuerpo.
Así este libro, que recoge el halo de otros tres libros anteriores, saca de sus hornacinas un silencio de papel y de piedra orante.
En términos literarios se podría afirmar que es una recopilación de textos olvidados y, en términos de fe, es obvio que vuelve a demostrarse que para Dios nada es imposible.
“IN SILENTIO” es la biografía de un joven santo, que era sencillo como la hierva del campo, natural como los días del verano en la llanura donde el sol sale y nos acompaña hasta que se va, y otoñal como la sementera que se clava en la tierra para ver los tallos la luz por primavera.
El autor compila no sólo lo publicado hace décadas; añade testimonios e investigación exhaustiva de una vida corta en años, pero larga y prolifera en ejemplo testimonial.
El silencio elocuente se desliza sobre el libro con la misma precisión que el agua de un río por su corriente natural. Doscientas treinta y dos páginas de lectura ininterrumpida van mostrando un templo humano que no desfallece ante nada ni ante nadie. Se descubre que aquello, que es sagrado, permanece ajeno a la historia política y sus bandazos cambiantes de poder e injusticia.
Turba y deja al lector confundido el silencio de un muchacho que se ofrece por la paz. La paz de todos en medio de una tierra ciega de metralla y de dolor. La paz por encima de la propia vida, salmodia que reviste su silencio de canto de esperanza, cuando la esperanza carecía de rostro.
Escribir de la santidad hoy es un asombro que se puede tildar de esperpéntico y absurdo, por los que no creen que la santidad existe. Salir al graderío del circo social imperante en nuestra sociedad es tan inverosímil, que lo verosímil puede llevar a confusión.
En esa maraña, el viento de la fe nos trae el canto del silencio, que nos abre la puerta por donde aventuramos a escribir aquello que no se vende; al menos eso se piensa cuando queremos tapar la grandeza de Dios.
Blas Camacho Zancada, autor de esta singular y atrevida biografía, sale al gran público con este libro sin otra ambición que dar a conocer la vida hecha murmullo de un tomellosero sencillo que se enamoró del Amor.
El libro está dedicado a los sacerdotes de Jesucristo en el Año Sacerdotal. A ellos tan vilipendiados en tantas ocasiones donde se escarba en los fallos y no se muestra el don de la gratuidad y servicio a la comunidad cristiana, y también a los no creyentes en muchas otras ocasiones.
El prólogo es de Valentín Arteaga, escribidor de lo divino y lo humano, poeta y articulista que se adentra en lo que él llama: “Introducción al silencio de un alma”.
En esa introducción al libro, que es todo prólogo, el General de los Clérigos Regulares de San Cayetano de Thiene, escribe…Se dejó trabajar sin poner dificultades por la labor del Espíritu envuelto en la humildad y el silencio. Y en cierto modo como disimulando. Puede decirse que el rasgo sobresaliente de la experiencia espiritual de Ismael es el silencio.
Lo narrado en este libro nos hace preguntarnos hacia dónde vamos. El autor ha quitado sombras a una vida que la muerte no ha podido acallar.
Blas Camacho, ha peregrinado a los lugares donde estuvo Ismael desde que salió de Tomelloso, cogido al báculo de la fe, en busca del pálido reflejo de una sonrisa llena de luz. Es la misma sonrisa que nos encontramos en la portada del libro editado por la Asociación para la Canonización de Ismael de Tomelloso, con licencia eclesiástica y realizado por Ediciones Soubriet. Con una primera edición de 2000 ejemplares agotada.
La lectura por las páginas de este libro nos quita la herrumbre que nos impide ver los goznes del alma de los limpios de corazón.
El autor se desnuda de su propio equipaje para abrirse a lo sublime.
Así, nos descubre rostros y espacios desconocidos, gentes y lugares que conservan y recuerdan los cirios encendidos de las luminarias de Dios, que no otra cosa es la vida de Ismael de Tomelloso.
Yo diría que Blas Camacho no es consciente de lo que ha descubierto en ese ir y venir hablando con todos aquellos que, de una y otra manera, conocieron la semilla fructífera de Ismael.
Ha escrito un libro entre el inmenso trajín de una causa de canonización, pero un libro que se lee sin límites, para imaginar que Dios está presente, incluso, en el silencio de un muchacho que apostó por esconderse del mundo.
Hoy el mundo lo conoce y lo reclama, lo nombra y lo busca con esa música jamás extinta de que no estamos solos.
Así lo refleja en el libro cuando escribe:
Aunque la mejor noticia recibida hasta ahora se la debemos a Roma por el “Nihil Obstat” que abre la Causa de Canonización, se han seguido produciendo hechos que ponen de manifiesto que no estamos solos. Algunos de estos apoyos, gratuitos y extraordinarios, vale la pena contarlos…
Por esta dinámica el libro se desliza ante el lector que no queda indiferente al terminar su lectura.
Alguien puede pensar al leer este comentario literario que soy parte de este libro; y no sería justo atribuirme atributos que no me corresponden.
Un libro pertenece a su autor, para bien y para mal es su obra, su trabajo y su creación.
Al margen quedan otras pequeñas colaboraciones que se convierten en regalos del autor para todos aquellos que incluye en su obra. Este es mi caso.
Razón por la cual no puedo dejar de escribir este pequeño apunte a un libro extraordinario que lleva al lector de la mano de su autor, Blas Camacho Zancada, hasta la trayectoria de un Siervo de Dios que es uno de los nuestros.