“Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le respondió: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre”
Ahora está en el desierto y se le presenta la ocasión de tentarle, en su forma de pensar Satanás siempre ve la soberbia como un arma eficaz, fue lo que usó con Adán y Eva con buenos resultados y es con lo que ha triunfado más veces a lo largo de la historia de la humanidad.
Se dirige a Jesús y empieza poniendo en duda que sea el Hijo de Dios, le invita a que se lo demuestre:
“Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en pan”.
La respuesta de Jesús le deja sin armas:
“No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Satanás ha fracasado en este primer intento.
Será importante que yo saque alguna idea positiva de todo esto: Pienso que el hambre de pan puede trasladarse a mi deseo de ser escuchado por el Padre en mis peticiones. Tengo el derecho de hacerlas y además debo ejercerlo, lo que tengo que evitar es la exigencia, “como puedes, hazlo”; y cambiarlo así: “pero no hagas lo que yo quiera, sino tu Voluntad”.
“La palabra que sale de la boca dé Dios”, la encuentro en el Evangelio, y en él me puedo parar en la figura de Jesús, permanentemente hace lo que el Padre desea. María se declara su esclava y lo es a todo lo largo de su vida. Son dos buenos ejemplos que puedo imitar.
No tentarás al Señor tu Dios (Mat 4,5-7)
“Después el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo y le dice: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán…. Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios”.
Lógicamente Jesús se encuentra débil después de un ayuno prolongado. Desde la altura del alero del templo tiene que sufrir vértigo. A Satanás le resulta sencillo convencerle de que no tema caer, si él es el Hijo de Dios, su Padre enviará a sus ángeles para que le recojan.
Jesús deja al descubierto las cartas de Satanás, éste le está tentando y en la Biblia se contempla así mismo que no se puede o no se debe tentar a Dios.
¿Qué me dice a mí este pasaje?, en primer lugar me invita a hacer una reflexión desde la humildad. No debo intentar que el Padre arregle mis errores, no puedo ponerle a prueba esperando que venga en mi ayuda, si yo conscientemente elijo un camino equivocado; tendré que hacer frente a la responsabilidad que se derive de esta decisión.
No puedo volverme al Padre y decirle: “como eres más bueno que el pan y sé que me Amas de una forma infinita, voy a ir en esta dirección equivocada, porque tú me salvarás de mi error y me ayudarás a llegar a buen puerto”.
Sí puedo y debo esperar de su Amor infinito, que me preste su ayuda y me dé su perdón, siempre que arrepentido lo busque, y que las consecuencias negativas que pudieran derivarse de mi error se vuelvan positivas en relación con mi vida trascendente.
Pienso que si escucho esta tentación de Satanás, que puede venir envuelta en mil colores diferentes, lo que estoy aceptando es tentar por mi parte al Padre abusando de su infinito Amor o más bien intentándolo, porque no va a ser posible que esto suceda.
“No tentarás al Señor tu Dios”, le dice Jesús a Satanás y también me lo puede decir a mi : “pide, pero no exijas y siempre aceptando su Voluntad”.
“De nuevo le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria y le dice: Todo esto te daré, si te postrándote me adoras. Dícele entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto”.
Es ésta la tercera forma en que Satanás me puede tentar, la del afán del poder, la de desear dominar al mundo, o a la parcela en la que me muevo.
Si lo intento me he postrado ante él y le estoy adorando, ya no necesita dármelo, ya ha ganado su batalla.
El hombre se puede mover por distintos afanes, y tres de ellos, posiblemente los más frecuentes, se encuentran presentes en casi todos nosotros, la gula, en sus diferentes formas, el abuso de la confianza en Dios y el afán de poder.
El Espíritu Santo distribuye sus dones de muy diversas maneras, pero yo diría que con un solo fin, que los pongamos al servicio del prójimo; en el momento en que lo utilicemos a nuestro servicio estamos cayendo en esta tentación.
Se recibe el don de la inteligencia para ayudar a los demás, no abusar de los menos dotados o que confíen en nosotros.
Se ejerce una autoridad y sólo se puede hacer en una dirección con auténtico espíritu de servicio; esto no quiere decir ceder arbitrariamente de las responsabilidades que correspondan, sino hacer un uso recio de ella, en favor del bien común y del individual que se pueda derivar.
Se poseen riquezas legítimas, tenemos que ser pobres de espíritu, no estar apegados a ellas como algo que sólo es nuestro, que no tenemos que compartir, que podemos ignorar al necesitado.
Es difícil valorar qué es necesario y qué debo compartir. Será fruto de la menor o mayor generosidad de cada uno.
Así se pueden ir viendo los diferentes dones y las obras de misericordia y ver que haría Jesús en cada caso.