“Si os mantenéis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos,
y conoceréis la verdad
y la verdad os hará libres” (Jn. 8,31)
La cuaresma es un camino de liberación. Durante cuarenta dis nos preparamos para celebrar la fiesta de nuestra libertad: Muerte y Resurrección de Cristo.. Pero realmente la celebraremos el día en que nos llenemos de la vida del Espíritu, que es todo libertad: “Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2ª Cor. 3, 17).
El tiempo cuaresmal es un esfuerzo “atlético” para conseguir esa libertad que nos enseña Jesucristo y que, al mismo tiempo, nos ofrece los medios para alcanzarla.
¿Qué es la libertad?
Así como la paz es algo más que no vivir en guerra, la libertad es también algo más que no sufrir esclavitud.
La libertad es también la capacidad para elegir entre tantas opciones diversas, lo que nos enriquece humana y espiritualmente, elegir lo bello y lo bueno.
La libertad no es un regalo de ningún político. Nace de muy dentro, de una fuente escondida.
La libertad es una vida que crece en armonía y equilibrio interior.
Ser libre no puede consistir en vivir al margen de la relación armoniosa con los demás. La libertad tiene que ver también con el amor.
El tiempo de Cuaresma nos quiere enseñar lo que es la libertad, mostrándonos un ejemplo vivo: la vida de un hombre enteramente libre, nuestro Señor Jesucristo.
La libertad de Jesucristo
Para saber lo que es la verdadera libertad, vamos a mirar a Jesucristo. Aunque lo veas atado a una columna, crucificado, no te importe. Él es el gran maestro de la libertad.
Y vamos a escuchar a Jesucristo. Su palabra nos hará libres.
Así dijo: “Todo el que comete pecado es un esclavo… Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres” (Jn 8, 36).
Es bueno escuchar la palabra de Jesús y ver cómo su palabra se hace vida en él.
Por eso, en cuaresma oímos su voz y seguimos sus pasos, nos llenamos de sus sentimientos y de sus reacciones ante la vida.
Miraremos su libertad frente al poder, frente a las riquezas; su valor y fuerza ante el dolor y las afrentas; su despreocupación libre ante la ambición y la gloria.
Mirándonos en este espejo nos daremos cuenta del grado de nuestra libertad.
Todo el ejercicio de Cuaresma no es otra cosa que tratar de ajustar nuestra vida: -ideas, actitudes, sentimientos- a la de Jesucristo.
Queremos compenetrarnos con el modo de pensar y actuar de Cristo para poder así celebrar con él su Pascua.
Libertad y amor
La libertad de Cristo va unida al amor. Son como dos caras de la misma moneda.
Sólo es libre el que vive para amar.
Dice San Pablo:
“Habéis sido llamados a la libertad”, por lo tanto “servíos por amor los unos a los otros” (Gal. 5, 13).
Por tanto, no utilicéis la libertad para el egoísmo, sino para crecer en el amor.
No basta ser “libre de” ataduras. Eso está bien, pero no es suficiente. Hay que ser “libre para” servir, para hacer el bien, para liberar, para crear.
Si la libertad es para amar, el amor nos hace libres. Ésa es la palabra y la verdad a la que se refería Cristo (Jn 8, 32): Mi palabra os enseña la verdad, que es el amor, y esta verdad os llenará de libertad.
El amor mata a esos grandes poderes esclavizantes que nos dominan por dentro. Cuando uno vive en el amor, nada teme, nada ambiciona, nada guarda.
Caminos de liberación:
La Cuaresma nos propone también medios para alcanzar la libertad. Los llamamos ejercicios cuaresmales. Destacamos algunos, junto a otros que cada uno puede ejercitar.
Oración:
Siempre y en este tiempo cuaresmal es necesaria la oración, la escucha de la Palabra de Dios.
Oración es acogida de la presencia de Dios, encuentro con El. Oración es abrirse al viento del Espíritu, que es Libertad.
Y orar es también huir de la dispersión, encontrarse consigo mismo para descubrir nuestra propia identidad.
Ver lo que hay de verdad en nosotros y lo que hay de falsedad, sabiendo que sólo la verdad nos hace libres.
La falta de libertad viene muchas veces por vivir fuera de nosotros mismos; llevamos tanto ruido interior, que estamos aturdidos.
¿Cómo vamos a escuchar a Dios si no somos capaces de escucharnos a nosotros? ¿Y cómo podemos ser libres si no sabemos quiénes somos, si estamos vacíos y nos dejamos llevar por los vientos dominantes?
Caridad:
En Cuaresma se nos recuerda la necesidad de compartir: La limosna. Pero, ésta queda muchas veces empequeñecida por la cantidad que se da y por el espíritu con que se da.
Es fácil dar de lo que nos sobra.; es más cristiano compartir. Hoy es mejor hablar de Comunicación Cristiana de Bienes.
Por razones de justicia y de caridad debemos llegar a soluciones más comprometedoras.
Pero también por razones de libertad. El deseo de tener, de retener, de acaparar y guardar es una de las cosas que más nos atan y esclavizan. La atadura no sólo se mide por la cantidad -a más cosas, más lazos-, sino por la intensidad. Puede que tengamos pocas cosas, pero que estemos muy apegados a ellas.
Jesús presenta el dinero como un gran señor, como un dios que exige un culto implacable. Es esclavitud.
San Agustín compara las riquezas a una carga, dice:
“Vas de camino, pero muy cargado, andas mal. A tu lado camina el pobre y anda mal, porque no tiene fuerzas. Dale al pobre parte de tu carga. Tú te aligeras y él se fortalece. Los dos caminaréis mejor”.