El otro día llegó a mis manos unas letras, que un amigo mío, en unos momentos muy difíciles de su vida, logró plasmar antes de su fallecimiento:
“Ayer tuve el convencimiento de que mi muerte estaba muy cercana, tanto, que incluso aún esperándola, me sobresaltó de tal manera que solamente tuve tiempo para escribirte unas pequeñas reflexiones que a lo largo de mi corta o larga vida he logrado atesorar, porque ya sabes que nunca me importó el dinero más allá de lo imprescindible para vivir.
Ahora sí que tengo la seguridad y la tranquilidad de mi merecido descanso…
Será muy largo para vosotros y para ti, ya que no podremos hablar, pero para mí no será tan largo, porque el saber que estoy al lado durante toda la eternidad con quien sé que de verdad me ama se me hará tan corto, que incluso la eternidad será como una gota de agua en el mar.
Sé que ha habido nubes en mi vida e incluso veletas como la que había en la torre de la iglesia; pero, tanto unas como otras me han enseñado a obedecer al dolor que por una u otra razón siempre ha estado presente en mi vida y que tantas veces hemos hablado de ello.
Recuerdo que me decías que la única forma posible de vencer al dolor era obedeciéndolo, y, al final, te hice caso y con esfuerzo he llegado a conseguirlo.
También es verdad que al vivir y vivir mucho (intensamente) he sentido mucho miedo, pero no me ha importado porque nací para vivir y eso es lo que he intentado hacer con la mayor honorabilidad y respeto ante una realidad que parece tan evidente, pero que a otros se les niega, no solamente matándolos desde su concepción sino después negándole nuestro dinero y ayuda por motivos que hoy, y a las puertas de la muerte, te puedo asegurar que no tienen sentido.
Sé que Dios me quiere y que se ocupa de todo.
Para los demás, ya estoy preparado para el olvido”.
Pd. No terminan aquí sus palabras pero me las reservo como la gran herencia de mi amigo.