Si Bach era un provinciano, un alemán que nunca salió de Alemania, su gran contemporáneo Händel era un cosmopolita, un hombre de mundo, una figura independiente, uno de los primeros grandes compositores que fue también un hombre de negocios de la música.
Händel era un hombre que ganaba y perdía fortunas con sus empresas musicales, uno de los mejores organistas y ejecutantes de clavicordio de su tiempo, un hombre amable, generoso, que tenía una fe sencilla.
Llegó a Londres e impresionó profundamente a la ciudad. Eso no era fácil en aquellos tiempos. El Londres de Händel contaba con una colección de ingenios, literatos, poetas, ensayistas, político y cortesanos que convertían a la ciudad en uno de los grandes centros intelectuales de Europa.
Händel apareció como una erupción en esta sociedad consiguiendo que la ópera italiana provocara verdadero furor; el público y la sociedad se volcarán a favor de la ópera handeliana, pero la prensa publicó terribles ataques al género.
De todos modos, la mayoría de los ingleses cultos creían en general que Händel era el músico más grande de todas las épocas.
Pocos compositores merecieron tantos elogios en su tiempo, y de ninguno tenemos tan escasa información de su vida personal.
Las escasas cartas de Händel que han llegado hasta nosotros nada revelan acerca de su vida personal; defendía su intimidad y se esforzaba por lograr que su vida pública estuviese separada de su vida privada: viajó con frecuencia y mantenía relaciones con muchos grandes de la época; era un buen conocedor en materia de pintura, estudió en la Universidad de Halle, lo cual significa que recibió una educación humanista; nunca se casó, y sí mantuvo relaciones con mujeres, nunca habló del tema (en su juventud corrieron rumores acerca de sus vínculos con cantantes italianas).
Nació en Halle el 23 de febrero de 1685. A los dies años tocaba el órgano y a los diecisiete era organista de la catedral calvinista, pero no estaba destinado a ser organista de la iglesia.
Desde el comienzo lo atrajo el teatro, y en 1703 viajó a Hamburgo, uno de los más activos y famosos centros operísticos europeos donde empezó a componer.
Allí trabó amistad con el joven compositor alemán Mattheson, el cual representó el papel de tenor en la primera ópera de Händel: Almira, compuesta en 1707.
En ese mismo año, fue a Roma, pasando en Italia los cuatro años siguientes suscitando una impresión profunda como en todos los lugares donde aparecía.
De Italia, pasó a Hanover en 1710, como músico de la corte; durante ese mismo año obtuvo licencia para ir a Inglaterra, donde la ópera italiana estaba convirtiéndose en el entretenimiento musical de moda.
Händel compuso una ópera para los ingleses: Rinaldo, presentada con enorme éxito.
Retornó a Hanover y no es difícil adivinar lo que pasó por su mente: una corte pequeña y somnolienta contrapuesta a la gran ciudad de Londres y la posibilidad de ser famoso y adquirir fortuna.
De manera que en 1712, obtuvo permiso para regresar a Inglaterra; allí comenzó su extensa serie de óperas (encabezando compañías de óperas respaldadas por la nobleza): Il Pastor Fido (1712), Teseo (1712), Silla (1718), Radamisto (1720), Floridante (1721), Ottone (1723), Giulio Cesare (1724), Tamerlano (1724) y Serse (1738), entre otras.
Su ópera barroca se caracterizaba por ciertas convenciones.
El libreto se basaba casi siempre en un tema clásico o mitológico y la música que aplicaba a sus libretos se trataba de una música que podía definir más el estado de ánimo que al personaje; los argumentos carecen casi por completo de acción; escasean los coros y los interludios orquestales…
Hacia finales de la década de 1720 comenzó a decaer el interés por la ópera italiana y Handel orientó su música en otra dirección: el oratorio en inglés.
Händel era un compositor profesional que dependía de sí mismo: era un empresario-compositor. Si la ópera italiana se había agotado, estaba dispuesto a orientarse en otra dirección; descubrió que el público acudía a los oratorios, y él suministró oratorios porque eran muy rentables.
Después de todo, se trataba de una de las figuras más famosas de Londres y, además, muy popular como ejecutante.
De modo que se preocupó de aparecer como solista del órgano en todas sus presentaciones de oratorios, y para acentuar el atractivo ejecutaba un concierto o dos.
En 1741 compuso el más popular de sus oratorios: El Mesías, y las anécdotas acerca de su composición son parte de la mitología de la música: cómo Händel se encerró en su apartamento de Londres y creó la obra en veinticuatro días, que lo guió la mano del Señor, que el manuscrito está salpicado de lágrimas, que Händel no quiso comer ni dormir ansioso de llegar a tiempo a la representación en Dublín…
Durante el siglo XIX y la mayor parte del siglo XX sólo una de sus obras conquistó gran popularidad fuera de Inglaterra; por supuesto, fue El Mesías.
Durante más de 150 años, la música inglesa estuvo aferrada por el puño enorme de Händel, y solamente Mendelssohn determinó otro tipo de influencia.
Murió el 14 de abril de 1759, a los setenta y cuatro años.