Un hecho que hemos de tener en cuenta: desde hace unos años nos hemos familiarizado más con la Biblia. No solamente tenemos la Palabra de Dios en nuestros estantes sino que la leemos con frecuencia y la entendemos mucho más.
A finales del 2010 se nos ha ofrecido un documento muy rico doctrinalmente. Se llama “Verbum Domini” (Palabra de Dios). De él hemos recogido estas perlas:
“En un mundo que considera con frecuencia a Dios como algo superfluo o extraño, confesamos con Pedro que sólo Él tiene “palabras de vida eterna” (Jn 6,68). No hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante” (cf. Jn 10,10) (La Palabra de Dios, n.2).
“La interpretación de la Sagrada Escritura quedaría incompleta si no se estuviera también a la escucha de quienes han vivido realmente la Palabra de Dios, es decir, los santos…Así, la interpretación más profunda de la Escritura proviene precisamente de los que se han dejado plasmar por la Palabra de Dios a través de la escucha, la lectura y la meditación asidua” (n.48).
Una de estas personas que se han dejado plasmar por la escucha y el corazón enamorado ha sido San Juan de la Cruz. Es interesante su actitud ante la Sagrada Escritura.
Una primera observación: basta abrir sus obras al azar y nos sorprenderemos que Juan de la Cruz cita con mucha frecuencia la Biblia. Sus escritos son comentarios a la Palabra de Dios.
En los Procesos de Beatificación y Canonización del Santo los Declarantes atestiguan la familiaridad que tenía el Santo de Fontiveros con la Sagrada Escritura.
Es más, se sabía de memoria muchos textos bíblicos. El capítulo 17 del Evangelio de San Juan se lo sabía de memoria y a veces lo recitaba por los caminos cuando iba de viaje. Hubo momentos de su vida que en su habitación sólo tenía dos libros: la Liturgia de las Horas y la Biblia.
Cuando predicaba lo hacía explicando con mucha sabiduría varios textos de la Sagrada Escritura. Todo lo que acabo de afirmar se puede demostrar con textos de todos aquellos que conocieron al Santo Carmelita. Podía citar muchos testimonios, sólo señalaré lo más significativo.
Juan Evangelista: Confesor y discípulo predilecto del Santo refiere lo siguiente:
“…era muy amigo de leer en la Sagrada Escritura…, la cual sabía casi toda de memoria…; y cuando predicaba alguna vez, que fueron pocas, o hacía pláticas, que era de ordinario, nunca leía otro libro sino la Biblia” (BMC 13, p. 386).
“…su continua lección era en la Biblia, la cual casi sabía de memoria, y a cuantos lugares de ella le preguntaba, daba una y muchas exposiciones místicas y muy elevadas”.
“…oírle hablar de Dios y exponer lugares de Escritura, asombraba, porque no le pidieron lugar que no lo dijera con muchas explicaciones, y en las recreaciones algunas veces se gastaba la hora y mucho más en exponer lugares que le preguntaban. Sería nunca acabar tratar de esto”.
¿Por qué Juan de la Cruz era tan amante del texto sagrado? ¿Por qué era un lector asiduo de la Sagrada Escritura? Él mismo nos da una explicación. Abrir la Biblia no es encontrarse con un texto muerto, sino con las palabras del Amado que son espíritu y vida.
Por eso se estremecía cuando leía y escuchaba la Biblia.
En la “Llama de Amor viva”: B 1, 5 se pregunta por qué siendo la palabra de Dios, objetivamente, en sí misma espíritu y vida (en la palabra que resuena de dentro, en la que es y habla Cristo, en la escrita e inspirada),por qué no lo es, de hecho para tanta gente, sino que más bien no la apetecen o la rechazan o les resulta indiferente; y se responde: “esta palabra de Dios espíritu y vida la sienten como tal, como lo que es, “las almas que tienen oídos para oírla, que… son las almas limpias y enamoradas”, y añade: “que los que no tienen el paladar sano, sino que gustan otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas, antes les hacen sinsabor”.