Mercedes nace en Navacerrada, aldea de Almodóvar del Campo. Lugar entrañable por el carácter de sus vecinos. Rodeada de paisajes bellísimos de naturaleza pura.
P.- Preséntanos a tu familia.
R.- Soy hija de Bernardo y Luisa. A mi padre lo recordará más gente, pues fue alcalde de Navacerrada durante muchos años. Somos cuatro hermanos: Mi hermana Mari, mis hermanos José y Tomás.
Viví una infancia muy feliz en mi hogar. Crecí, teniendo todo lo que un niño debe tener; amor, una familia, protección y seguridad. En mi pueblo, aunque con muy pocos vecinos, siempre se ha vivido muy bien. Con las limitaciones propias de una aldea. A la hora de estudiar tenias que desplazarte fuera.
P.- Dónde estudiaste.
R.- Me vine a estudiar a Almodóvar, en las monjas Agustinas, donde estuve interna cinco años. A casi treinta kilómetros de mi casa. Una distancia mínima en coche, pero para una niña, muy lejos. Posteriormente continúo mis estudios en el instituto San Juan-Bautista de la Concepción.
P.- Te vas encariñando con Almodóvar y te casas con un chico de Almodóvar.
R.- Si, conozco a mi marido, Santos Lara. Nos hicimos novios y nos casamos en ocho meses. Seguimos siendo muy felices. Tuvimos nuestro primer hijo, José-Antonio y el segundo, Santos, como su Padre. Es en este segundo embarazo, cuando yo me pongo con una neumonía y es cuando me detectan que yo tenía problemas de corazón. Yo nunca, antes noté nada, ni tenía conocimientos de nada. Me dijo el ginecólogo que me debía ver un cardiólogo. Yo al cardiólogo no había ido nunca, ni lo visité porque como a mi no me dolía nada, me dediqué a criar a mis hijos.
Cogí una depresión muy fuerte, hace veintidós años. En lugar de ir a un psicólogo o psiquiatra, fui directamente a un cardiólogo, por una amistad que teníamos. Es cuando a mi me diagnosticaron que yo padecía de corazón.
P.- Qué decisión tomáis en esos momentos.
R.- Me mandan a Madrid y fuimos a visitar a D. Arturo García Espinosa, mejor médico de corazón que D. Arturo, con el que teníamos una gran amistad y además es de Almodóvar. Me hace las primeras pruebas. Me estaba viendo el 20 de Mayo y el 6 de Noviembre me operaba. La primera operación que me hacen, me hacen una valvuloplastia. Consiste en abrir la vena aorta y la mitra, que las tenia mal; pero a mí lo que me estaba fallando era el ventrículo izquierdo y no bombeaba como tenía que bombear, pero ahí no me podía hacer nada. Me hacen la segunda operación en el año 2000, a corazón abierto y ya me ponen la válvula. A pesar de esta operación, mi corazón no estaba bien. Esta última operación fue el 15 de Febrero. A otro día del Santo. Estuvimos en la procesión y a otro día nos fuimos para Madrid, al Clínico. Dos años después de esta operación, es cuando ven que estoy siempre o ingresada en Puertollano o en la UVI en Madrid. Al final, casi no salía de Madrid.
Se reúnen todos los médicos para estudiar mi caso y es cuando me comunican que me tienen que trasladar a otro centro hospitalario, pues mi caso es para trasplante, porque no hay solución. De momento podría ir tirando entre año o año y medio, pero que terminaré en trasplante. Y siempre en comunicación con mi médico del hospital de Santa Bárbara de Puertollano, me envían al Doce de Octubre, en Madrid.
P.- Cómo reaccionas ante esta situación.
R.- En estos momentos, lo primero que hago es ir al Cristo de Medinaceli para ponerme en sus manos y que haga lo que quiera de mí. Si Él quiere que tu sigas, pues sigues y si no, pues nada. Su voluntad. Me dio nueve años más, pudiendo vivir sin trasplante.
En la enfermedad, lo que tienes que tener en cuenta es tener mucha fuerza de voluntad. Sobre todo mucha fe.
Yo mi enfermedad la he llevado siempre con alegría y pensar que tú has nacido para morir. Hay gente que al oírme, puede pensar… Yo he sentido como los demás, porque yo tengo una familia, mis hijos, mi marido.
Nunca me he acobardado, siempre he tenido una sonrisa y una alegría. Fruto de mi carácter.
Los médicos, siempre me han dicho que yo tengo dos aptitudes ante la vida. Yo en casa era de una manera, porque veía que no podía hacer las cosas que yo quería; las responsabilidades y tareas de madre y ama de casa. En algunas ocasiones, las hacía, aún sabiendo que era perjudicial para mí. Es muy difícil estarte quieta, ver como los demás están siempre pendientes de ti. Había momentos en los que lloraba mucho, pero luego salía a la calle con mi sonrisa. Yo me imponía ser otra persona. Optimista, fuerte y valiente.
Nunca me ha gustado inspirar lástima, ni me ha gustado que me regalen la frase “pobrecilla esta chica… con lo que tiene”. No, yo a la calle no salía para dar pena. En lugar de pena, mucha Fe. Ponerte siempre en manos de Dios, ofrecerte siempre a Él. Para mi, Cristo el Jesús de Medinaceli, La Virgen de La Paz, Patrona de Navacerrada y nuestra Virgen del Carmen.
P.- Qué ocurre transcurridos estos nueve años de vida, casi normal.
R.- Yo me daba cuenta que este órgano, llamémosle así al corazón, se agotaba. Me veía sin fuerzas. Veía que no podía ser.
Me lo tenían avisado: “tiene que llegar un día… pero mientras que dure el tuyo, es el mejor. Por muy poquito que bombee, es tuyo. El otro no va a ser tuyo, puede ser que te vaya muy bien o que te vaya muy mal”. El mío ha estado funcionando a base de un desfibrilador automático implantable, DAI.
Una mañana, estando en mi habitación, entró la doctora, cerró la puerta y ante ese gesto, empecé a temblar. Siempre estaba acompañada de mi marido o mis hijos, pero en ese momento estaba yo sola. “Mercedes, mira, piénsatelo, pero estás para trasplante de corazón. Hay que ponerte en lista de espera de un donante.
Me vine abajo en ese momento y dije que no, que no me pusieran en lista de espera.Estando mucho tiempo mentalizada para ello, en ese momento dije que no. Entonces me contestó ella: si no te pones en lista de espera, piensa que vas a durar siete meses, si llegas.
El médico de prácticas que la acompañaba, un chico joven, me cojió de la mano y de dijo: Mercedes, piénsatelo y date una oportunidad, porque si decides que no, cualquier día por la calle, te puede quedar.
Cuando salieron de la habitación me quedé pensándomelo y llorando. Me decía a mi misma que no y que no. Toda la mañana la pasé mal, pero al llegar la tarde, yo me cogí a mi Jesús y le dije, me pongo en tus manos. Llamé a los médicos y les comunique mi decisión de que sí, que me pusieran en lista de espera.
Uno de los requisitos, una vez puesta en la lista de espera es que tienes que vivir en Madrid. Como se desconoce el momento y el día… puede tardar mucho o puede tardar unos días.
P.-Te trasladas a vivir a Madrid. Eres la madre, la esposa. Cómo vivís estas circunstancias en vuestra familia.
R.- He estado dos años viviendo en Madrid. Sin pisar mí casa, esperando el momento. Pues tampoco lo he pasado tan mal. Yo sabía que tenía que estar allí y tenía que cambiar mi vida.
Yo he tenido mucha suerte. De primeras, cuando llego a Madrid, cuento con un primo, su mujer y su familia que me abren las puertas de su casa. Su mujer, para mi ha sido, no la mujer de un primo hermano, sino más de lo que pueda ser una hermana. Ella me dio todo el cariño. Teniendo ella más dolor que yo, porque yo en realidad era una operación, saliera bien o se diera mal, pero ella había perdido un hijo recientemente, que es muy doloroso.
Viviendo esta situación y me abre las puertas de su casa. Ella me baña, ella me cuida, me mima…
Al ver que pasan los meses y se alarga la situación, buscamos un piso. Lo alquilamos enfrente de donde ellos vivían, para seguir estando muy unidos.
En el plano económico, os podéis imaginar, nosotros hemos tenido una situación en la que hemos tenidos muchos gastos… Alquiler de vivienda, viajes de ave, de mi marido y mis hijos, pues yo, obligatoriamente siempre tenía que estar acompañada. Sin ninguna ayuda por parte de nadie, ni de la Junta de Castilla La Mancha, ni de nada. No ocurre así en otras comunidades, porque claro, allí en el hospital, coincides con muchas personas de distintos lugares de España. Pacientes como tú, en tu misma situación y se comentan todos los temas. Tuve compañeros de Extremadura, otros de Sevilla y ellos si recibían de sus respectivas comunidades, ayudas económicas para afrontar esta situación. Y se extrañaban que de nuestra Comunidad no recibiéramos ningún tipo de ayuda.
P.- En estos dos años de espera, qué tipo de vida has tenido que llevar.
R.- El requisito que me pedía el hospital era vivir muy cerca, para en el momento que me avisaran estar lista en el menor tiempo posible y siempre disponible. Por lo demás mi vida era relativamente normal, yo podía llevar una vida normal.
Mi prima, sus hijas y su nuera me llevaban a los centros comerciales. Me sentaba en una silla de ruedas y me paseaban por todos los sitios. Nos reíamos, disfrutábamos, como cualquier grupo de amigas en una tarde de compras paseando por todo el centro.
Si me ingresaban, estaba acompañada de marido y de hijos. He tenido mucha suerte por todo el apoyo y cariño que he recibido.
Por eso yo, cuando llegaba al hospital, al Doce de Octubre, las enfermeras se mondan de risa conmigo porque yo no tengo penas. Me ponen de todo. Me ponen el suero, me ponen el oxigeno y yo les digo: a mi darme algo para que yo
pueda salir de la habitación a corretear, porque yo aquí de reposo absoluto no puedo estar, me asfixio.
Me dicen, la primera vez, que lo sienten mucho pero que no me puedo levantar. Tuve momentos en los que lo pasé mal con los tratamientos y sus consecuencias.Yo es que he tenido la gran suerte de haber tenido unos médicos muy buenos. Un equipo buenísimo y las enfermeras, súper-buenas. Me querían con locura, pero es que yo las quería más a ellas. Si me pinchaban y tenían que repetir el pinchazo, para mi todo estaba bien. Mi saludo para ellas al empezar el día era: Preciosas y guapas. Lo más bonito que un enfermo puede decirle a su enfermera es, guapa, gracias, bonita…
Son personas que tienen que tener mucho valor para estar en un hospital viviendo tantas cosas. La profesionalidad con la que trabajan, no se paga con nada.
He estado nueve años en el Doce de Octubre y si a mi me han tratado en una prueba bien, en la siguiente se han superado. ¡Para darme a mí un beso un médico en una prueba! Me dijo: Por lo bien que te has portado
P.- Cómo te comunican que ha llegado el día, que hay un órgano para ti.
R.- Estaba, como uno de tantos días. Al día siguiente tenían que hacerme una prueba. Le propuse a mi marido: no te vayas esta tarde, mañana salimos juntos, los tres, nuestro hijo y yo para el hospital y tú para el ave. Ese mismo día recibo una llamada del doce de Octubre: Soy Sofía, la coordinadora. Yo no caía, ni oyendo su nombre. Y sabía de sobra que sería de ella de quien tendría que recibir la llamada. Pero no me daba cuenta, no la relacionaba.
Me insiste, al ver que no reaccionaba: – Mercedes, estás sola. – No, estoy acompañada de mi hijo. – ¿Y tu hijo que hace? – Pues acostado. –¿Y el teléfono? – En silencio. Yo seguí sin darme cuenta de lo que quería decirme. Creí que era para cambiarme la cita que tenía para el día siguiente. – ¡Te has tomado el sintrón? – Pues no. ¿ A que hora te lo toma?. – A las nueve de la noche.
Ella estaba haciéndome todo un cuestionario y yo no reaccionaba. Estaba como con una venda en los ojos. –¿Y tu marido tampoco está contigo? -Ha bajado un momento, pero ya mismo viene. Cuéntame ya que es lo que quieres. – Te repito que soy Sofía y creo que tienes algo aquí de espera, para ti. -En ningún momento pensé que se trataba del corazón que tanto tiempo estaba esperando.¡No me digas! No me digas. A mi me dio por reír del ataque de nervios que tenía. Solo sabía decir y repetir, Gracias Dios mió, y gracias Dios mió y gracias a ella y reír y reír.
– Mercedes, llama a tu prima que al darle la noticia antes que a ti, por no responder tu teléfono, se ha quedado llorando.Tenéis que estar aquí a las seis de la tarde.– Llegó mi marido con mi prima. Venían a darme a mí la noticia, y no sabía cómo, pero al ver mi reacción, que yo ya la conocía, comenzamos a preparar todo lo necesario para salir hacia el hospital.
Te dan un libro, para que tú y tu familia lo estudies y conozcas todo el protocolo a seguir cuando llegue el momento. Y lo que recordé en el momento, que ya no podía beber ni agua. Mi hijo me ofreció una manzanilla y tuve que rechazarla. “No hijo, no puedo tomar, ya nada”.
Con todas las estampas de mis santos en la mano, me fui al hospital. Repitiendo: Dios mío, Dios mió que ese corazón sea para mi.
P.- Cuando vas al hospital. ¿No es seguro que ese corazón sea para ti?
R.- No, seguro no es. Puede ser que sea compatible contigo, y puede ser que no lo sea.A ti en tu hospital, te están estudiando y al órgano donado, lo están estudiando en el hospital de donde viene. Que yo no se cual es.
Cuando entré en el centro, todas las enfermeras se abrazan a mí diciendo: ¡Que sea para ti, que sea para ti!
Hasta las diez y media de la noche, no me confirmaron que efectivamente, el corazón era para mí. Yo, solo era una oración. Dando gracias y pidiendo a Dios que iluminara al equipo de médicos. Yo me ponía en sus manos y que hiciera de mi lo que quisiera. Pero que me gustaría poder ver a mis hijos acabar sus carreras, aunque no los viera casados, porque yo sé que eso ya es mucho.
Ya en la camilla, al salir del ascensor, de camino a la segunda planta, donde están los quirófanos, vi muchos gitanos y todas las sillas ocupadas, y le digo a la coordinadora: Oye Sofía, y ahora mi familia, dónde se sientan. Estando a las puertas del quirófano, seguía sin pensar en mí.
P.- ¿Cómo se vive ese momento, en el que ya te has despedido de tu familia?
R.- Me cambio yo sola de la camilla a la mesa de operaciones, extendiendo mis brazos en cruz.
Vi prepararse a todo el equipo, que, por cierto, todas eran mujeres, menos el anestesista. Todos personas muy jóvenes.
Me anestesiaron y me preguntaban cuántos hijos tenia. -dos.¿ Dónde está Sofía? Me cogí de la mano de mi coordinadora y no recuerdo nada más.
Despierto en la UVI y en ese momento ya me siento de otra manera, con más fuerzas. Yo ya respiro mejor, hablaba sin fatigarme. Me levantaron el mismo día que me operaron. Me operaron de madrugada y por la tarde me levantaron.
Cuando empiezo a despertar, lo primero que pienso es agradecer a la persona que me lo ha donado. Y sigo dándole las gracias todos los días. Pido por él y por su familia. Por eso, esta noche buena, a pesar de la alegría que compartíamos, la hemos pasado un poco triste, por el donante.
P.- Después de vivir esta experiencia, qué nos dirías para concienciarnos. Para que cada día, seamos más los donantes.
R.- España es un país muy generoso en donaciones. Pero es tanto el número de órganos que se necesitan, que hace que las listas de espera sean muy largas. Si un órgano, que es compatible contigo, lo necesita otra persona, que haya sido puesta más tarde en la lista de espera, pero por su gravedad es más urgente, va para esa persona. Aquí no hay ningún trato de favor y los órganos pueden venir de cualquier lugar.
Esta generosidad, por parte de los donantes o familiares, no es pagada con nada, a pesar de que una vez que ha fallecido, al difunto no le sirve ningún órgano. Pero no estamos suficientemente concienciados. Es cuando lo vives en primera persona, como en mi caso, lo grandioso que es poder dar vida a quien no conoces.
Siempre te queda el sentimiento de que una persona ha tenido que morir para que vivas, aunque en realidad, no es así, y desde ese momento siempre formará parte de ti.
P.- No sabemos si podrás hacerte una idea de la gente que ha estado pendiente de ti. Pidiéndole a Dios.
R.- No lo sé, si podré hacerme a la idea, pero todos los días recibía llamadas. Mi marido y mis hijos, cuando venían, me traían los recuerdos y buenos deseos de todo el pueblo de Almodóvar y de Navacerrada. Hasta personas con las que nunca he hablado, se interesaban por mí. Por eso quiero darles las gracias, una y mil veces a todas ellas. Me gustaría poder ir dándoles las gracias una por una. Como sé que no es posible, aprovecho esta entrevista que me ofrece la revista Iglesia en Almodóvar.
Especialmente, quiero agradecer una vez más, a mi familia, a esos primos, ejemplares que tengo en Madrid. A mis hermanos, cuñados, sobrinos. Doy gracias a Dios, por haberme permitido volver a ver a mi Madre y especialmente a mi marido, a mis hijos. A Esmeralda, la novia de mi hijo y a Sole, su madre, que tantas veces ha hecho de madre de mis hijos en mi ausencia.