Esta frase bíblica, la dijo Daniel al rey Baltasar (Dan. 5,27) y podría decirse también hoy.
La falta de “peso” en una persona es el pecado de la levedad, cuando todo es light, pasajero, superficial. Cuando se vive bajo el imperio de las sensaciones, no de las grandes opciones.
Una persona que vive para ganar, gastar y gozar sin más, es un ser “sin peso”.
Hay quien busca: “En vez de oraciones, diversiones. En vez de evangelio, novelas (aunque, ¿quién lee?). En vez de reflexión, televisión. En vez de amor, sexo. En vez de bodas, uniones. En vez del más allá, el más acá. En vez de Dios, nuestros dioses.”
Hoy se debilita la esperanza y la búsqueda. La sed infinita que lleva la persona en el fondo de su ser se quiere apagar con un mar de pequeñas sensaciones. Así todo es débil y todo resulta superficial.
El Pensamiento se hace débil: No hay grandes verdades. Se cae en el relativismo: Todo depende de lo que quiera y haga la mayoría. Se vive estresado, corriendo hacia ninguna parte. Abunda la impaciencia. Aguantamos poco: la infidelidad, escasean las palabras definitivas. El vacío: Faltan grandes ideales y valores.
Vamos a celebrar en nuestra ciudad la fiesta de un paisano que vivió su ser con “peso”, con densidad, con calidad humana y espiritual: San Juan Bautista de la Concepción.
Él hoy nos diría, entre otras muchas cosas, que contra la levedad de la existencia es preciso colocar el peso del corazón. Contra la debilidad del pensamiento es bueno alimentarse de la Palabra divina. Contra el relativismo: es necesaria la personalidad, el valor de creer unas verdades absolutas. Contra infidelidad: la fe, el amor incondicional, el reconocimiento de la dignidad de la otra persona. Contra el vacío: la espesura, la densidad, el peso de los valores cristianos.
Alegres por contar entre nuestros paisanos a San Juan Bautista de la Concepción, (¡un hombre de “peso”) celebraremos su fiesta y nos contagiaremos, con la gracia de Dios, un poco más de su estilo de vida.