PÁRROCO DE NTRA. SRA. DE LA ASUNCIÓN, de Almodóvar
En sus 50 años de sacerdocio
Los cristianos son muy exigentes con sus sacerdotes.
Y hacen bien. Pero no pueden imaginarse lo duro que es ser sacerdote… (Michel Quoist)
P.- D. Tomás nace en el seno de una familia. Háblenos de ella.
R.- Soy el más pequeñito de cinco hijos, dos niñas y tres varones. Los hijos del matrimonio formado por Tomás y Josefa, mis padres. Mi padre era sastre, sastre de pueblo y mi madre ama de casa, de su hogar. Allí vivía y crecía esta familia, en Torre de Juan Abad, provincia de Cuidad-Real.
P.-Cuándo nace.R.- Me engendraron en plena guerra civil. En muchas ocasiones le pregunté a mi padre si yo había sido fruto de un descuido y é me miraba y sonreía. Toda vida siempre es obra de Dios. Nací en 1937.
P.- ¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
R. – Muy fuerte el recuerdo de la pérdida de mi madre y del último beso que le di. El último beso que le di al cadáver, cuando ya se la llevaban a enterrar. Yo tenía seis años.
Sin embargo, junto a eso, tengo un recuerdo maternal de mi padre. Mi padre para mí fue como una madre; me acuerdo hasta de su olor, del sonido de su reloj de bolsillo, del calor de sus brazos al estrecharme entre ellos, de mis hermanos diciéndole que me mimaba mucho. Realmente fue él quien, en la ausencia de madre, me llenó.
De esta etapa de mi infancia guardo, el amar muchísimo el colegio. Me gustaba mucho la escuela, me encantaba, y quería mucho al maestro. Mi primer maestro, que prácticamente fue el único que tuve, se llamaba D. Julián, yo lo venero. Tenía un hermano sacerdote. Recuerdo de él sus enseñanzas religiosas, recuerdo el mes de mayo que hacíamos en la escuela, recuerdo la cara que ponía él cuando hablaba con La Virgen; recuerdo cómo me miraba, cómo me trataba y el gusto que tenía yo por estudiar.
Recuerdo mi primera comunión, la tengo muy gravada: arrodillado en mi reclinatorio y Leopoldo a mí lado enseñándome las cosas que debía leer. Recuerdo el momento de comulgar, un encuentro muy personal con Jesús. Yo que era un niño muy callado y muy tímido, que a apenas hablaba. El comulgar fue un encuentro muy profundo con Dios. El haber sido tan tímido me hizo ser un muchacho muy introvertido y al mismo tiempo con una riqueza interior muy grande, introvertido y al mismo tiempo con una riqueza interior muy grande, para mí ha sido un regalo divino. Desde pequeñito me encantaba el silencio.
P. – Los primeros amigos y juegos.R. – Nos juntábamos un grupo de cinco amigos, me llamaban el jefe. Jugábamos a los juegos de aquellos tiempos, el trompo, el aro, saltar a la pídola. El grupo de los cinco amigos jugábamos a hacer representaciones, las noches de verano en la plaza del pueblo: éramos una escuela, uno hacía de maestro otro de alumno; en otra ocasión, uno hacía el papel de cura, el resto éramos los feligreses. Eran creaciones muy interesantes de la vida cotidiana.
P.- El primer viaje.
R. – El primer viaje al Seminario a Ciudad-Real, de la mano de mi hermano Leopoldo. Llegó un sacerdote a mi pueblo, D. José-Antonio Mayordomo y le dijo a Leopoldo que querría tener un chico le que ayudase a llevar los libros de la Iglesia: el registro de bautismos, confirmaciones, matrimonios, defunciones; un chico que tuviera buena letra y fuese formalito; le contestó mi hermano Leopoldo “para eso mi hermano, mi hermano Tomasito”. Cuando me presento ante él, me mira y dice “si eres muy pequeñito, pero vamos a ver”. Yo tenía once años. “Vas a ser mi secretario particular”. Y me pone en su despacho una mesita diciéndome “esta mesita y esta silla son las que tuve todos los años de mis estudios en el Seminario”. Durante dos o tres años, fui su secretario particular, como él me decía. Si se encontraba D. José-Antonio con alguien, les decía “Aquí te presento a mi secretario particular”.
Cada día, al salir de la escuela me iba a su despacho, a La Casa Parroquial. Todavía hoy se puede ver mi letra en los libros. Yo nunca había pensado ser sacerdote y nunca quise ser monaguillo. Por mi timidez, un día me dice: “No has querido ser monaguillo, pero tú podrías ser sacerdote”. Y a mí se me ocurre decirle : si fuera un cura como usted, ¡me gustaría! Y me dijo “No, vas a ser mejor que yo”. Pues entonces decidido y ese año le dije a mi padre que me iba.
A mi padre le dio mucha lástima porque era el chiquitillo, que se iba de la casa. Y esa fue mi primera salida. Mi primer viaje.
P. – Los primeros pasos en el Seminario.
R. – Los primeros pasos, el examen de ingreso, que supero.
Yo no era una persona que desde pequeño tenía claro el querer ser sacerdote, siempre me gustó la idea de casarme y tener una familia. Siempre me atrajo la mujer, por su sensibilidad, siempre la he admirado, probablemente por la falta de mi madre. La vida en el seminario era un mundo muy silencioso: estudio, oración y juegos en el recreo.
Llegué a Ciudad-Real, directamente al Seminario.
Los estudios, entre otras muchas materias, eran: cinco años de latín, tres años de teología y otras tres filosofías. En el Seminario se fue definiendo mi vocación. Cuando se llega, yo con trece años, no tienes claro lo que es el sacerdocio, por eso necesitas estos años de formación.
Tendría yo dieciocho años y una noche, dije: “Señor, tengo ganas de saber que quieres de mí”. Me vas a responder con La Biblia. Abro La Biblia y me sale San Juan, capitulo 4, cuando tiene Jesús el dialogo con La Samaritana, empiezo a leerlo, me quedo totalmente extasiado: “El que crea en mi, dentro de Él, nacerá un torrente de agua que salta hasta la vida eterna”. Caí de rodillas y estuve, no sé si una hora, dos horas… no puedo decirlo. Totalmente en éxtasis. Era Dios y Yo. La mirada de Cristo sobre mí, y yo sintiendo el manantial de agua, que llevaría toda mi vida dentro de mí persona. Y dije: “Señor, te seguiré”. Esta frase la he repetido, un montón de veces, a lo largo de mi vida.
El 19 de marzo de 1961 soy ordenado Sacerdote a la edad de 24 años. Sacerdote para siempre. No he dudado nunca de mi vocación.
P.- El primer destino.
R.- Mi primer destino fue a Navalpino, en la Parroquia de San Bartolomé, donde estuve dos años. Fue un destino muy interesante. Era un pueblo de cabreros y de campo y yo era un seminarista ya ordenado, muy estudioso, intelectual, espiritual y aún tímido.
Para conocer a los feligreses, empecé a ir al bar, para poder encontrarme con ellos. Comencé a contar chistes, a tomar vinos, aprendí a mirar a la gente a la cara y así entablar amistad y cercanía entre la gente pobre, humilde, sencilla, iba a rompiendo mi timidez y aprendí la parte humana que me faltaba, sentía el cariño de la gente. Llegue a tener 25 monaguillos, prácticamente todos los niños del pueblo. Formé un coro y les enseñé La Misa de Réquiem para los difuntos, cantando Gregoriano en latín. La gente decía: “oyendo cantar a estos muchachos, dan ganas de morirse”.
Yo me iba con el practicante del pueblo, que era muy dicharachero a visitar a los enfermos, de una casa en otra. Estuve aquí hasta que recibo la carta del Obispo D. Juan Hervás que me eligió para ir a Colombia con otros cuatro sacerdotes mayores que yo.
P. – ¿Cómo se vive, tan rápidamente el cambio de Seminarista-Sacerdote, en un pequeño pueblo a dar un salto a América?
R.- Cuando ya me había hecho parte del pueblo de Navalpino; los niños del colegio, el coro, mis monaguillos los feligreses… me envían ante un destino, para mí, desconocido y peligroso. Salgo por primera vez, en avión y sentía miedo. Era consciente de la distancia que suponía el estar tan lejos de mi familia, de lo que yo hasta ahora había conocido… en una época donde, apenas si había un teléfono…
Estamos hablando del año 1964.
Ante todo esto, tuve mis dudas de aceptar el destino. Pensé mucho en mi padre, lo que para él suponía esta lejanía. Me aconsejaron unos y otros y mi director espiritual me dijo: Tomás, si La Iglesia te ha llamado, te llama El Señor. Me fui al Obispo, Él me explicó: Tomás, yo sé quién eres y yo te he elegido, y te ha elegido El Señor, a través de mí. Me puse de rodillas, diciendo “Aquí estoy”.
Llegué a Colombia asustadísimo, con 26 años. Nada más llegar allí, me nombra el Arzobispo, Director Espiritual de los Cursillos de Cristiandad de toda la Archidiócesis. Iban dirigidos a profesores de Universidad y gente de un nivel muy elevado. Una gran responsabilidad.
La música está muy presente en La Iglesia de Hispano-América, me compré un tiple y aprendí a tocarlo y a cantar canciones colombianas; es una guitarrita muy pequeñita, muy parecida al timple canario. Cuando llegué a Almodóvar se la regalé a Pascual.
Me nombraron Capellán de la plaza de toros de Cali, donde conocí al famosísimo torero “El Cordobés”, “Paquirri” y las más importantes figuras del toreo español, que triunfaban en Colombia. Se alegraban muchísimo de encontrarse con un sacerdote español, al igual que yo, encontrarme con estos españoles. Tengo muchas anécdotas, al vivir tan cerca de estas figuras, los momentos antes de salir al ruedo.
En Cali daba una charla semanal por la radio, colaboraba en un periódico: “La voz del País”, haciendo un comentario semanal del Evangelio. Trabajábamos, dos compañeros y yo, todos los días, dando clases en una Universidad Laboral, para chicos y chicas y con nuestro sueldo comíamos, porque la Parroquia no tenía ningún medio económico, muy pobre. Era una Parroquia de 70.000 habitantes, para cinco sacerdotes.
Nuestro horario de trabajo era de seis de la mañana, es cuando amanecía, hasta las seis de la tarde, cuando se ponía el sol. Doce horas. Por la tarde, teníamos una especie de consultorio, los cinco sacerdotes, como directores espirituales. Una labor interesantísima. Con colas de gente con todo tipo de problemas; pobreza, enfermedad, matrimonio… Iban a preguntarte todo. Nuestro trabajo era, lo que años después, harían los asistentes sociales.
Labor gratuita ante ese mundo tangible, cercano. Me entra por todos los poros de mi cuerpo la pobreza plena. Tan fuertemente cala en mí este sentido de la desigualdad y la pobreza que en Colombia se da, con una diferencia tan grande entre los ricos, muy ricos y los pobres, extremadamente pobres, que cuando llegué a España me llamaban el cura rojo, porque toda mi obsesión era luchar y hablar contra la injusticia y la pobreza. Cuando yo me vine de Colombia, después de cinco años, no tenía nada de dinero y el Obispo me tuvo que pagar el billete de regreso a España.
P.- El Obispo lo llama a casa, España.
R.- No a España exactamente. Por iniciativa del Señor Obispo, tampoco yo había pensado en ello, fui enviado a Roma para hacer Licenciatura en Filosofía. El Obispo me llama y me dice: quiero premiarte por tu labor cercana y sencilla que has hecho en Colombia y quiero premiarte porque tú tienes capacidad para ello. Quiero que hagas una Licenciatura; y yo le pedí hacer la licenciatura en periodismo, pero no le gustó. Dijo: no, quiero que hagas Filosofía.
Fueron dos años de descanso pastoral y profundización en Filosofía y otras materias muy útiles para mi formación intelectual.
Desde Roma me nombraron sacerdote en la Parroquia de Sto Tomás de Tomelloso, estuve nueve años, y luego a la Parroquia de la Asunción del mismo pueblo, donde estuve otros nueve años.
De este tiempo destaco, además del trabajo gratificante y entusiasmado en el Instituto; la creación del coro Parroquial, con el que estuve hasta en Francia dando un recital; la escuela de teología parroquial y la publicación de la revista “Iglesia en Tomelloso”.
Habría mucho que contar sobre la labor en el Instituto, me ha encantado la enseñanza y el trato con los jóvenes. Pero sería todo muy largo de contar.
En el año 1990, El Sr. Obispo me nombra párroco in solidum con mi hermano de la parroquia Nuestra Señora de la Asunción en Almodóvar del Campo.
P.- ¿Qué le habían dicho de Almodóvar, antes de llegar a Almodóvar?
R. – No conocía nada de Almodóvar. Yo de San Juan Bautista de la Concepción no tenía apenas conocimiento. A San Juan de Ávila lo conocía bastante y había orado con sus escritos, en el Seminario.
Cuando llegue aquí, sentí una impresión interesantísima porque hay diferencia del temperamento de Tomelloso a esto, aquel es un carácter más serio y Almodóvar es más afable. Cuando vi el escudo, que reza: “La muy noble, leal y afable…”,comprobé que realmente era verdad, que las personas son muy afables en el trato.
A los tres días de estar aquí comencé mis clases en el Instituto. Para mí las clases a los jóvenes eran un acontecimiento humano y religioso. Mirar las caras de los chicos y chicas, escucharles…Para mí esos chicos han sido como mis hijos, los he querido y los quiero muchísimo.
Continuando aquí también con la enseñanza, la Escuela de Teología, con la que llevamos 21 años. Muy interesante y dirigida a personas adultas con un grupo constante de aproximadamente 35 personas. Creo que he ayudado a que sepan comprender y disfrutar, en profundidad La Biblia. La primera impresión, cuando llegué a Almodóvar fue la simpatía. Vas por las calles y te cruzas con los vecinos y parece que es tu familia. Me encuentro con el abuelito que me dice “D. Tomás que llega el invierno, que hay que ponerse el sombrero” y los niños… Los jóvenes, que ya están fuera de Almodóvar, trabajando y en sus vacaciones pasan a la Sacristía a saludarme, como se visita a la familia, a los tíos, a los abuelos. Me doy cuenta que formo parte de sus vidas. Mis antiguos alumnos que vienen a pedirme que los case.
La Misa de los niños. ¡Un encanto! yo tengo para hacer todo un artículo con las respuestas de la Misa de los niños: Oyentes atentos, silenciosos, participativos en la Eucaristía. Se enteran, comprenden la palabra de Dios . Todos levantan el brazo para responder.
Las personas que vienen de fuera a la Eucaristía a Almodóvar del Campo, se sorprenden de la puntualidad, del silencio de la participación de los fieles. Es algo que al principio costó un poquito y me gané el título de exigente y un poquito antipático, pero hoy nos alegramos todos.
La hoja mensual, gratuita: Una carta de la parroquia, dirigida a cada uno de sus vecinos, sean feligreses o no, vengan o no vengan a Misa, en la que se les comunica los acontecimientos: Bautizos, Primeras comuniones, Confirmaciones, Bodas, Defunciones. Con nombres y apellidos, como en una gran familia que somos, en la portada, a modo de homilía, una reflexión evangélica, que nos ayuda a hacer Oración.
También damos información detallada del capítulo económico de la Parroquia de los gastos y de los donativos, hasta el último céntimo. Llega a todas las casas y es repartida por un buen grupo de personas que forman parte del voluntariado de la Parroquia.
Contamos con dos grupos: el de Pastoral y el de Economía. Contamos, también con un grupo de apadrinamiento de niños en las misiones que mensualmente colaboran económicamente para apadrinar a 84 niños de una misión en el Salvador.
La publicación, mensual del periódico “Iglesia en Almodóvar”. Al día de hoy es la publicación, puramente de Almodóvar que más años ha permanecido publicándose. Lleva 21 años, con 243 números publicados. En él participan un amplio número de personas, con diferentes contenidos. Personas de Almodóvar y de fuera de ella. Se envía a numerosas suscripciones fuera de nuestra localidad, así como a través de Internet. Tenemos un gran número de lectores en el continente americano: www.iglesia.almodovardelcampo.org
Podemos felicitarnos por el buen funcionamiento de la catequesis de niños y adultos y de las asambleas familiares.
Es muy importante la labor llevada a cabo, por el grupo de personas de limpieza. Tarea callada, voluntaria y abnegada.
P. – Podríamos recordar las obras de ladrillo, realizadas desde la llegada de D. Tomás y D. Leopoldo a la Parroquia en 1990
- R. – La primera obra importante, nada más llegar, fue poner la calefacción de La Iglesia.
- La remodelación y restauración de La Casa del Santo.
- Restauración de La Iglesia del Carmen.
- Restauración de la Ermita de Santa Brígida.
- Restauración de La Casa de San Juan Bautista de la Concepción.
- Restauración de La Ermita de San José, de San Sebastián de San Antón y El Calvario.
- Y la obra más reciente, y muy deseada. La Restauración del Retablo de la Parroquia “Nuestra Señora de La Asunción”.
Obras realizadas con donativos del pueblo de Almodóvar y gestionados por el Consejo de economía y los sacerdotes. Han pasado de los cien millones de pesetas.
P.- Qué ha supuesto para Usted, ser Párroco, en un pueblo con dos Santos nacidos en este solar.
R. – Cuando llegué aquí me sentí respaldado por ellos. Yo a San Juan de Ávila lo conocía. En el Seminario hacía meditación con sus obras, pero no con la profundidad de hoy. Al que no conocía, apenas era a San Juan-Bautista de la Concepción, no conocía ni había leído sus obras, hoy cuanto más lo leo, más cerca lo siento, más profundamente lo conozco. Próximamente se publicará, desde la Parroquia, un libro sobre los escritos de San Juan Bautista. Se titulará “Dichos de Amor en Lenguaje Popular”.
P.- Los bancos y las grandes empresas prejubilan, pero La Iglesia no Jubila.
R. – Somos muy pocos sacerdotes. Hoy un solo sacerdote tiene que atender varios pueblos. El Obispo nos pide que recemos por las vocaciones. En los Seminarios, hacen falta más seminaristas. Yo estoy jubilado como profesor. Dejé de trabajar al cumplir la edad, como cualquiera de mis compañeros profesores licenciados y cobro mi paga de jubilado de profesor de Instituto. A mí La Iglesia, no me paga nada, ni la Parroquia tampoco. Yo he sido un trabajador, como cualquier seglar, aparte de ser cura. Cuando cobraba mi sueldo de profesor, daba la mitad a la diócesis. Y ahora de mi jubilación de profesor, que cobro 1500 Euros, la mitad, la entrego, la doy, todos los meses al Obispado. El sacerdocio es una aventura en la que renuncias a cosas muy entrañables, pero por otra parte es una aventura que te llena de una manera fascínate. Yo pienso que los dones que tengo intelectuales, espirituales y humanos, son para los demás, no son para mí. Mientras pueda yo estaré siempre regalando mis dones a los demás.
Después de 21 años, pidiéndole esta entrevista, hemos conseguido el Sí. Que Dios lo bendiga, le conceda muchos años y nosotros, su pueblo de Almodóvar, lo veamos.