Sentimos con toda la Iglesia la alegría de la beatificación del Papa Juan Pablo II. Harían falta muchos folios para resumir la riqueza humana y espiritual de este Papa de nuestros días.
Sirvan estas líneas, tomadas del testamento de Juan Pablo II, como homenaje y admiración.
El testamento de Juan Pablo II
“Juan Pablo II era consciente del hecho de que estamos viviendo momentos muy difíciles de la historia, que el Sucesor de Pedro tenía el deber de confirmar en la fe, pero era igualmente consciente de que el aspecto más importante fue el de confiar en Dios. El testamento que él escribió en 1979, y que modificaba todos los años, durante los ejercicios espirituales, nos da un poderoso testimonio de ello. Del 24 febrero al 1 de marzo, escribió:
“24.II-1.III.1980. Durante estos ejercicios espirituales he reflexionado sobre la verdad del Sacerdocio de Cristo ante el paso que supone, para cada uno de nosotros, la hora de nuestra muerte. Para nosotros, partir de este mundo – para renacer en el siguiente, el mundo futuro, signo elocuente (añadía la palabra decisivo sobre ella), es la Resurrección de Cristo (…)
Los tiempos que vivimos se han convertido en indeciblemente difíciles y preocupantes. La vida de la Iglesia también ha vuelto difícil y tensa, una prueba característica de estos tiempos – para los fieles y los pastores. En algunos países (como uno sobre el que leí durante los ejercicios espirituales), la Iglesia se encuentra en un momento de la persecución igual al de los primeros siglos, tal vez más, teniendo en cuenta el grado de crueldad y de odio. Sanguis martyrum – semen christianorum. Por otra parte, tantas personas inocentes han desaparecido, incluso en este país en el que vivimos…
Una vez más deseo confiarme totalmente a la gracia del Señor. Él decidirá cuándo y cómo debo terminar mi vida terrena y mi ministerio pastoral. En la vida y en la muerte Totus Tuus, mediante la Inmaculada. Aceptando ya esta muerte, espero que Cristo me dé la gracia de este último pasaje, es decir, (mi) Pascua. Yo también espero que la haga útil para esta causa más importante a la que trato de servir: la salvación de los seres humanos, la protección de la familia humana, en todas las naciones y entre todos los pueblos (entre ellos me refiero, en particular, a mi propio país natal), útil para aquellos que, de una manera especial, se me han confiado, en la Iglesia, para gloria del propio Dios».
El 5 de marzo de 1982, añadió: «El atentado contra mi vida, el 13.V.1981, ha confirmado, en cierto modo, la exactitud de las palabras escritas durante los ejercicios espirituales de 1980 (24.II – 1.III). Siento aún más profundamente que estoy totalmente en las Manos de Dios y permanezco continuamente a disposición de mi Señor, encomendándome a Él en Su Inmaculada Madre (Totus Tuus)».
Posteriormente, el 17 de marzo del Año Jubilar 2000, número 3: «Como cada año, durante los ejercicios espirituales, leo mi testamento del 6.III.1979. Sigo manteniendo las disposiciones contenidas en él. Lo que se ha añadido, en ese momento y durante los siguientes ejercicios espirituales, constituye un reflejo de la situación general difícil y tensa que ha marcado los años ochenta. Desde el otoño de 1989, esta situación ha cambiado. La última década del siglo pasado estuvo libre de las tensiones anteriores; esto no significa que no hubiera nuevos problemas o dificultades. De manera especial, que la Divina Providencia sea alabada por ello, el periodo llamado «guerra fría» ha terminado sin un violento conflicto nuclear, una amenaza que pesaba sobre el mundo durante el período anterior» (palabras subrayadas por el propio Papa).
Un aspecto esencial del nuevo Beato: “Dios es el fundamento de todos nuestros esfuerzos”
Este es de nuevo un aspecto esencial, si se quiere entender más profundamente la personalidad del nuevo Beato para la Iglesia, Karol Wojtyla – Juan Pablo II. El fundamento de todos los esfuerzos de nuestra vida está en Dios. Estamos rodeados por el amor divino, por los resultados de la Redención y la Salvación. Pero hay que ayudar a que se arraigue profundamente en Dios mismo, debemos hacer todo lo posible para que se creen actitudes personales y sociales arraigadas en la realidad de Dios. Esto requiere paciencia, tiempo y la capacidad de verlo todo a través de los ojos de Dios.
(Tomado del Decreto de la Congregación para las causas de los santos para la beatificación del venerable siervo de Dios Juan Pablo II)