Familia y la belleza de educarLa familia es el ambiente natural y privilegiado para la educación. Es como una Iglesia doméstica, en la que  los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos.

Los padres son los responsables de crear en el hogar familiar un ambiente humano y cristiano, que  sea capaz de promover el desarrollo de una personalidad humana y cristiana, mediante un ambiente “donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma”, creando así   una escuela de virtudes, como dice el  Vaticano II,  “escuela del más rico humanismo”.

Esa Iglesia doméstica, que debe ser el hogar cristiano, es el lugar específico y privilegiado de  la educación de la fe cristiana, pues “los padres han de ser para sus hijos los primeros educadores de la fe con su palabra y con su ejemplo…

La primera catequización se ha de hacer en el seno familiar, aunque luego se realice también por la comunidad eclesial y en los Colegios. El Catecismo de la Iglesia católica  afirma: “los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias convicciones.

Pero la educación católica que han de ejercer los padres  es propia e irrenunciable. Por eso, aunque confíen sus hijos a la comunidad parroquial o a la escuela católica, el hogar debe ser el ámbito permanente de educación.

Esta educación, transmitida en el hogar,   debe lograr el desarrollo integral de los hijos: “No persigue solamente la madurez de la persona humana…, sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe”.

Una educación centrada en Cristo:

La educación católica tiene su centro y modelo en Cristo, Hijo de Dios y hermano de los hombres.

La finalidad de la educación cristiana es que los hijos  “alcancen la madurez cristiana” y “lleguen a ser adultos en Cristo”, “Él revela y promueve el sentido nuevo de la existencia y la transforma, capacitando al hombre a vivir de manera divina, es decir, a pensar, querer y actuar según el evangelio, haciendo de las bienaventuranzas la norma de su vida

FamiliaUna  educación que fomente el conocimiento de las verdades de la fe, conocer el evangelio y su bello mensaje.

Pero también  la educación debe insistir en el  sentido moral de la vida entera,  “formar al cristiano en las virtudes que configuran con Cristo, su modelo, y le permiten colaborar en la edificación del reino de Dios”.
 
Integrada con la cultura:

La padres conocerán  todo lo positivo  que hay en la cultura contemporánea y tratará de encarnar la fe en la propia cultura y de dejarse interpelar  por los desafíos  que plantea la cultura de hoy; además, los hijos serán educados con un sentido crítico de la cultura que recibe, sobre todo de los medios de comunicación social, aprendiendo a aceptarlos o rechazarlos desde la fe.
 
Los pobres y de los marginados:

Una educación que se funda en el mensaje y en la persona de Jesús, no puede olvidar la realidad dolorosa de tantas personas y pueblos  ultrajados en su dignidad ,  víctimas del hambre, de la pobreza y de las enfermedades.

La educación católica no puede ignorar esta realidad de injusticia, ni puede descuidar una respuesta: compromiso en favor de los pobres y marginados.

La  cultura de la posmodernidad:

“El relativismo ideológico y moral, el culto al presente y a lo momentáneo, el predominio del sentimiento y del subjetivismo, la búsqueda del placer, la presencia de todo lo light, la ausencia de un compromiso duradero, la secularización y la indiferencia religiosa…”; pueden llegar a impregnar el ambiente de tal manera que los niños y los adolescentes  se sientan   incapacitados para comprender el mensaje cristiano.

Por eso Juan Pablo II afirma que estas “corrientes de pensamiento relacionadas con la posmodernidad merecen una adecuada atención”.

Una educación católica  debe conocer el reto que le plantea  este ambiente “postmoderno” y equipar mentalmente a los  hijos para afrontar ese ambiente.

Familia y creencia religiosaLa Increencia religiosa: Un factor de sobra conocido es el hecho de una creciente increencia religiosa.

La religión ha dejado de ser algo central en la explicación  de la vida humana.

Hay quien  vive su presente y proyecta su futuro sin pensar para nada en la fe.

Esta indiferencia religiosa puede  afectar  a los bautizados, “portadores de las impresiones recibidas de la civilización de las comunicaciones, alguno de los cuales demuestra quizá, indiferencia e insensibilidad religiosa”.

La educación católica deberá  invitar a los jóvenes “a buscar y descubrir juntos el mensaje evangélico, fuente de gozo y serenidad”.

Sólo desde una educación entusiasmada de la fe  se podrá superar la falta de religión y contribuir a “destruir el muro de la indiferencia

El valor de la vida humana:

Con la misma fuerza se ha de educar en el respeto  y defensa de  la vida  en nuestra sociedad, donde se encuentra tan fuertemente amenazada, incluso con leyes abortistas y a favor de la eutanasia.

La educación ha de formar en el valor de la vida y en la defensa de cualquier manifestación de ese maravilloso don de Dios.

En definitiva, ser padres cristianos es una misión maravillosa, a veces complicada, pero siempre exigencia de un matrimonio contraído ante Dios y ante la Iglesia.

Así hablaba a este respecto el Papa PabloVI:

El mismo Santo Concilio, agradeciendo a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares, que con su entrega evangélica se dedican a la educación y a las escuelas de cualquier género y grado, los exhorta a que perseveren generosamente en su empeño y a que se distingan en la formación de los alumnos en el espíritu de Cristo, en el arte pedagógico y en el estudio de la ciencia, de forma que no sólo promuevan la renovación interna de la Iglesia, sino que sirvan y acrecienten su benéfica presencia en el mundo de hoy, sobre todo en el intelectual.